Nunca luego de la Edad Media un tema había sido abordado con tales dosis de pensamiento mágico. El pensamiento racial como forma principal de antirracismo -el dogma dogmático central de la ideología hegemónica oficial y del pensamiento único- está presente implícitamente o explícitamente en todos los discursos públicos.
Ningún político, ninguna estrella del show-business, ningún obispo, ningún gran empresario, ningún artista, escritor o intelectual existe quien, interrogado por los medios respecto de sus convicciones, no se haya declarado primero y ante todo antirracista y que no haya presentado el racismo como la cosa que más odia, el pecado supremo contra el espíritu y la moral. Cuando Le Monde entrevistó a principios de 1999 a Johnny Hallyday, respecto de la cuestión de saber cuál era la cosa que más detestaba en el mundo, el respondió evidentemente que " el racismo ".
Del mismo modo que en el Antiguo Régimen ningún filósofo podía ser liberado a menos que recibiera el visto bueno y se hiciera leal a la fe católica. El antirracismo es aún más intolerante que la obligación ortodoxa antes de la Revolución; y es que hoy en día no se tolera ya más a ningún "libertino", a ningún escéptico. Mejor aún: para tener éxito, para encontrarse bien en la corte no basta con "no ser sospechoso" de racismo, es necesario pronunciar la propia fe de antirracismo. No es necesario blasfemar, es necesario ir a misa y comulgar. Hace falta obtener el propio pasaporte antirracista, debidamente visado por las autoridades competentes.
Prevalece a la vez la ley de la sospecha (de racismo) y la Inquisición, para erradicar tácitamente los indicios y sospechosos de ser supuestamente brujos del racismo. El ostracismo público, la marginación profesional y el rigor de las leyes están al acecho de aquel que resulta sospechoso de infamia, de la heterodoxia suprema: el racismo. Sin que por otra parte exista ninguna definición precisa que se le haya dado al término infamante. Para marginar a alguien hoy no se dice "el es homosexual", sino el es racista
* * *
Por tanto la cuestión racial ha adquirido una dimensión esencialmente religiosa, es decir, que ha alcanzado el pináculo de la pasión; por lo que habría debido lógicamente permanecer en el ámbito del análisis racional, del debate científico, tanto si es antropológico, como biológico o demográfico. La noción de "raza" ha salido del campo de la antropología para entrar en aquel de la magia. La paradoja de la lucha antirracista es que presenta sus alternativas como "científicas" . ¿Pero por qué en este caso se emplea un arsenal legislativo para hacer que el dogma sea respetable? Una verdad científica de ningún modo necesita de la ayuda por parte de la ley contra aquellos que la rechazan; un dogma religioso si.
No existe, que yo sepa, leyes que repriman a aquellos lunáticos que sostienen que la tierra es plana o a los anti-evolucionistas. Como siempre, la fe dogmática pretende legitimarse por la ciencia, y la doxa por la episteme. Pero tales manipulaciones ya no se sostienen.
¿Por qué un retorno de este tipo en esta edad materialista y tecnocientífica, en este fin de siglo, de un imperativo moral poderoso e irracional?
Desde mi punto de vista, las dos mayores razones de esta situación son:
1) La aparición de una sociedad multirracial debido al hecho de la inmigración masiva, un hecho totalmente novedoso en Europa. Las elites ideológicas perciben de modo inconsciente que se trata de una amenaza, de un traumatismo de un trastorno peligroso, sin osar formularlo y admitirlo. Se trata en consecuencia de conjurar religiosamente la amenaza que procede del pensamiento mágico -la negación, la desviación, la destrucción. Se procede en consecuencia por reemplazamiento: el peligro, esto es el racismo no la inmigración, no es peligrosa
2) Una socialización de las elites políticas e intelo-mediáticas alrededor del prejuicio cosmopolita y de la profesión de fe antirracista, indispensable para tener éxito
Ahora bien, estas pretendidas élites no son demasiado honestas, como la anéctoda siguiente que voy a demostrar. En 1998, para la revista mensual L'Écho des Savanes, realicé la siguiente jugarreta: conocí estrellas, cineastas, máximos exponentes del showbusiness que habían declarado estar dispuestos a alojar ilegalmente a "san-papeles". Yo me hice pasar por integrante de una asociación humanitaria bastante conocida, y les dije: "Tenemos un par de Zaireños clandestinos en dificultades para alojar durante 8 días en vuestros hogares ¿Os parece bien?" Ninguna de las personalidades contactaron conmigo y evidentemente tampoco aceptaron. Empleando pretextos de lo más extravagantes, como "mi apartamento es demasiado pequeño, comprende..., mientras tales personas en cuestión poseían destacables residencias en la rivera francesa. Solamente una de las estrellas aceptó hacer un gesto. Tenía que tomar la elección entre un par de Zaireños y un par de romanos. ¿Adivinan a quien eligió? Todo esto demuestra la fuerza de la hipocresía antirracista de estas pretendidas elites.
Ser un hijo de puta para Sartre es ser anticomunista; ser un hijo de puta hoy es ser racista, o más bien, ser sospechoso de serlo. Y para ser designado mediante este término infamante e incapacitante, no hace falta demasiado...
Uno de los trucos del sistema es hacer que el pensamiento único, la ideología dominante, pase por "políticamente incorrecta". De este modo actúa Guy Bedos que fue por cierto uno de aquellos burgueses stalinistas compañeros de ruta del partido comunista. Toda su astucia, como la de muchos otros consiste en hacer creer que el antirracismo es políticamente incorrecto. Reiterando su intención de que sus parodias sean mal vistas, y que parezca que se arriesga al hacerlas. Deja entrever que la ideología dominante es racista, y se presenta como un rebelde, un opositor, un disidente, mientras que se puede reconocer que no hay un personaje tan conformista como este. Así procede igualmente la revista neostalinista y pseudoanarquista Charlie Hebdo, que rompe lo políticamente correcto al hacer pasarse por un medio rebelde y a contracorriente. Así que si eres bien-pensante, mejor muérete.
Eje Futuro - Page 39
-
LA RAZÓN POR LA CUAL LA CUESTIÓN RACIAL HA DEVENIDO UNA CUESTIÓN RELIGIOSA. La Colonización de Europa.
-
LA NUEVA CUESTIÓN RACIAL Y ÉTNICA. EL MESTIZAJE, VALOR SUPREMO. La Colonización de Europa.
En todos los medios, la falsedad y los sofismas están muy extendidos. Se finge creer que aquello a lo que hemos llegado hoy no tiene nada de excpcional y que Francia ha sido siempre un país de mezcla étnica. Salvo que, con raras excepciones, luego de la alta Edad Media, se trata siempre de pueblos antropológicamente y culturalmente europeos.
Después de los años sesenta, estamos experimentando la llegada masiva de poblaciones étnico-biológicamente alógenas provenientes de África y de Asia. Como siempre, la ideología dominante censura el hecho étnico, el hecho antropológico, y considera de forma perversa que todos los inmigrantes son iguales.
Las cifras hablan por sí solas. En 1990, según el INSEE, el 12% de los matrimonios fueron mixtos, con un miembro "extranjero", es decir, el 95% magrebís o africanos. No se contabilizan de este porcentaje los no-europeos de nacionalidad francesa, evidentemente, ni las parejas de hecho. Se puede, según los cálculos del demógrafo americano Stanley J. Howard, doblarlas: " Hoy en Francia, las uniones interraciales representan aproximadamente un 20 % de las uniones. Es decir, cinco veces más que en nuestro país. " (en Race Survey in Modern France, National Public University of Oregon Review, n°852, diciembre 1998).
He aquí algunas estadísticas llamativas, que obtuve del INED pero que no se hallan en la prensa, excepto en aquella que se jacta del inmigracionismo: una tercera parte de los niños que nacen tienen un pariente o abuelo inmigrante, y en una cuarta parte se trata de un africano, de un magrebí o de un asiático. Los padres alógenos nacionalizados no figuran evidentemente en lo que se declara.
En 1987, 42000 personas procedentes del Tercer Mundo han adquirido la nacionalidad francesa y 75000 por año a partir de 1993, cifra en constante aumento. Limitándonos a los matrimonios oficiales, un magrebí de cada diez (proporción enorme) se casa con una europea y -solamente- una magrebí de cada cuatro se casa con un europeo. Incluso si -evidentemente- " una pareja mixta de cada diez rompe en cinco años", según el sociólogo Gérard Neyrand, la descendencia tiene lugar.
* * *
En nuestra sociedad este concepto de mestizaje supone el rol de valor cardinal. Se extiende incluso a todas las actividades humanas: músicas fusionadas, fusión de culturas, fusión en la cocina, etc. El mestizaje, en todos los campos, se supone superior, por un reduccionismo dogmático, a aquel con el que se designa de "pureza" o de "obsesión por la pureza". Ya en estos tiempos, el izquierdista de moda, Guy Hocquenghem publicó un libro titulado La belleza de la raza mestiza. Pero todos los psicólogos y todos los etnólogos saben que los individuos y las poblaciones mestizas sufren de inestabilidades y de crisis interiores de identidad.
Por otro lado, como se señala en otra parte, es erróneo pensar que la mezcla étnica o racial son el futuro del mundo. Solamente Europa (mucho más que los Estados Unidos) se encuentra al final del siglo XX enfrentando el fenómeno. El etnólogo americano Stanley J. Stuart destacó en su ensayo Racial Patterns of Latin America que las poblaciones que son psicológicamente más inestables se encuentran en América del Sur, en el Magreb, en medio Oriente, zonas de fuerte mezcla racial.
La mezcla étnica y/o racial, tan exaltada por la ideología dominante, como la proximidad demasiado acentuada de poblaciones diferentes conducen siempre al mismo conflicto endémico, como se ve en la África negra, en la India, en los Balcanes, en el Líbano, etc. Stuart destaca también que nunca en la historia una afiliación política férrea e integradora ha podido superar las diferencias antropológicas y étnicas y tener éxito en un "mestizaje político-cultural armónica".
Hay otra realidad que la ideología dominante su guarda muy bien de mostrar. En todos los países que heredan un mestizaje estructural, como en América latina, la estratificación social se instaura en la sociedad de un modo implacable. El grado más alto se alcanza en Haití y en Brasil donde el color de la piel se corresponde exactamente con la posición social. Sociedad mestiza, sociedad racista y racialmente jerarquizada.
¿Es este el modelo que desean los republicanos?
* * *
En la prensa popular de amplia difusión, la apología de los beneficios del mestizaje se entrecruza con júbilo y desinformación. En un largo dossier de la revista Quo (agosto de 1999) dedicado a la cuestión en la que la tendencia ideológica es difícil de adivinar, y con importantes sofismas, se muestra el mosaico étnico de Francia y la necesidad imperiosa de hacerla crecer, se podría leer, sin aspavientos: " ¿Creéis ser vosotros Normandos, Solognes o Lorrain de pura cepa? ¡Craso error! Nosotros somos sangre mezclada. ¡Lo demostramos! " Luego continúa un artículo desprovisto de todo rigor histórico donde se mete en el mismo saco a las inmigraciones célticas del siglo VIII A.C, a las belgas e italianas del siglo XIX y a las afromagrebís de hoy en día. En los Estados Unidos, al menos, incluso los antirracistas reconocen la particularidad racial y etnográfica respecto de los flujos inmigratorios. En Francia, país impregnado de dogmatismo sofista, el simple sentido común fracasa ante la pasión de la ideología y del etnomasoquismo.
El mito del "melting-pot" resulta muy afirmada en Europa a pesar de la evidencia y la experiencia, mucho más que en los países anglosajones, ellos mucho más pragmáticos. La ideología francesa, estructurada mucho más que la americana debido a la frenesí de la religión del pueblo, y de la celebración del caos étnico, ha contagiado desgraciadamente a sus vecinos europeos. Incluso los alemanes, terriblemente complejos, se apresuran a adoptar el derecho del suelo.
Pero los pueblos de Francia, de los cuales se burla la Francia más profunda, son bastante extraños a esta ideología de Estado y cosmopolita que subsiste en ellos. En todas las regiones, las migraciones de otros europeos no han tenido realmente problemas y las mezclas se produjeron al final de la primera generación.
Es de destacar que la integración a través de la escuela se ha llevado a cabo sin dificultad y sin ninguna excesiva criminalidad de los jóvenes inmigrantes. Los italianos en Lorraine, los polacos en el norte, los holandeses en le Poitou-Charentes, etc.. La integración ha sido espontánea. No fue por una ideológica "adhesión a un modelo republicano entonces poderoso"; tampoco por un "amor a la nación francesa": pero sobre todo simplemente por una proximidad étnica natural. Nada que ver con los inmigrantes afromagrebíes con respecto de los cuales la distancia étnica es demasiado grande.
Es en consecuencia una falsedad pretender que Francia haya sido siempre un país de mezclas y de mestizajes. Se trata mayoritariamente de mezclas inter-europeas
(c) Por el texto: Guillaume Faye
(c) Por la Edición Francesa: Editions de l'Aencre
(c) Por la traducción castellana: Miguel Ángel Fernández