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Eje Futuro - Page 72

  • Thorstein Veblen. Más allá de la lucha de clases. [Guillaume Faye]

    Thorstein Veblen. Más allá de la lucha de clases. [Guillaume Faye]

     
    Raymond Aron ha escrito sobre él: "Entre todos los sociólogos, Veblen es el más famoso de los desconocidos (...) Típicamente americano, siempre con un irreductible optimismo a pesar de la crudeza de los análisis (...) Veblen no ofrece argumentos fáciles a escuela de pensamiento o partido político alguno. La nueva izquierda encontraría en él, quizás, un talante coincidente con el suyo. [Veblen es] una personalidad fuera de lo común, un viandante solitario, perdido en medio del cuerpo docente, un descendiente de emigrantes escandinavos que se siente perdido en la época de los barones de la industria, un nostálgico de la vida simple y libre".

    Hijo de campesinos noruegos que emigraron a los Estados Unidos, Veblen estaba marcado por el ideal rural y artesanal de sus ancestros. Despreciaba la arficiosidad burguesa y rechazaba la sociedad —y su sistema económico— dominado tanto por la finanza como por la técnica creativa. Sus experiencias, aquellas que orientaron sus tesis, no tuvieron un carácter intelectual, como había sucedido con Marx o Proudhon, sino empírico: Veblen pudo comprobar el contraste existente entre el trabajador que se ensucia las manos y el burgués de manos blancas, enriquecido como consecuencia no de su trabajo sino de la manipulación de los símbolos sociales y financieros. Veblen ofrece como fundamento de su obra una crítica de la sociedad mercantil y del capitalismo occidental muy distinta de la aportada por el marxismo, más moderna, aunque menos rigurosa. Su estilo de pensamiento está muy próximo a Proudhon, Sombart, Feder, Wagemann o Perroux.

    Nacido en 1857, Veblen publicó su obra fundamental en 1899: The Theory of the Leisure Class (Teoría de la clase ociosa) (1). Autor de numerosos artículos científicos, conferencias y de traducciones de leyendas escandinavas, publicó en 1923 otro libro importante: Absentee Ownership and Bussiness Enterprise in Recent Times: the case of America, en el que desarrollará conceptos socio-económicos alejados tanto del liberalismo como del marxismo, y en el que se ha inspirado Baudrillard para su ensayo Para una crítica de la economía política del signo.

    El pensamiento de Veblen, radical y anticapitalista —aunque incompatible con el marxismo, repito—, tiene como objeto la economía aunque huye de todo economicismo, se inspira en el evolucionismo biológico en su análisis histórico, rechaza el determinismo social y concede un amplio espacio al irracionalismo, para ofrecer un estilo y un haz de conceptos de gran utilidad. Lo único que no podemos aceptar, desde nuestro punto de vista, es su sentido político e ideológico marcado por un ingenuo optimismo y un irenismo infantil propio de la América luterana, no exento de un cierto idilismo agrario germano-escandinavo.

    EL TRABAJO Y EL OCIO

    El punto de partida del análisis de Thorstein Veblen es la crítica de la técnica y de la propiedad mobiliaria —en particular de las acciones y los títulos— del capitalismo americano: el propietario anónimo, la riqueza amasada sin trabajo, la especulación inmobiliaria y el reino social de la abstracción monetarista. Al contrario que el burgués Marx, Veblen no desprecia al campesino y no se deja seducir por el determinismo proletario, y rechaza la oposición entre alta burguesía industrial y asalariados industriales, que constituye la base del esquema marxista construído a partir del análisis de la primera revolución industrial, teoría que se revelará falsa en el caso de los Estados Unidos de los años 1900 a 1920. La lucha de clases, para él, no se desencadenaba entre el capitalismo —como sistema de detentación de los medios productivos— y el conjunto de los asalariados industriales (el "proletariado"), sino entre una clase ociosa, en parte compuesta por especuladores financieros (los "capitalistas"), y las categorías productivas de la población, los asalariados.

    Esta distinción, que ha sido consustancial una cierta derecha revolucionaria (de Sorel a Jünger), se adapta mucho mejor a la realidad que la tradicional explicación marxista sobre la sociedad moderna, ya sea de corte liberal o socialista. Para Veblen, Marx era un "neohegeliano romántico" cuya teoría de la lucha de clases, como proceso histórico consciente, está influida por los mecanicistas e igualitaristas ingleses, por Bentham y Ricardo fundamentalmente. A pesar de todo, Veblen no dejará de subrayar aquellos elementos positivos, aunque mal formulados según él, de la teoría marxista del valor-trabajo. Al contemplar incorporado en el valor real de las mercancías el valor del trabajo humano necesario para fabricarlas (valor=costo en trabajo), el marxismo opera ciertamente sobre una simplificación —que desemboca en el error económico de la teoría de la plusvalía—, pero provee al análisis de la sociedad de una ética y de un instrumento conceptual más interesante que las interpretaciones liberales del trabajo.

    Generalmente, para los liberales, desde Ricardo, el trabajo es una carga desagradable (irksomeness), una acción ingrata desconectada de cualquier valor. El liberalismo clásico —y más tarde los marginalistas— se basaron en parámetros mercantiles sobre la base de un esquema de placeres y penas, infravalorando el trabajo al contemplarlo como un instrumento para la obtención de placer y de enriquecimiento, sin concederle otro valor intrínseco. Aún más mecanicista y economicista que el marxismo, la corriente liberal omite los descubrimientos de la biología —por los que Veblen sí se interesaba— que reconocían al trabajo un papel biológico y cultural. La sociedad con una economía liberal, erigida sobre el hedonismo, no puede sino desembocar en una gigantesca crisis de trabajo. El futuro de la sociedad mercantil dará la razón a este análisis, que considera al hombre como un ser más de acción que de cálculo económico de placeres y penas (el homo oeconomicus).

    El marxismo, en su tendencia a glorificar el trabajo, no molestaba ciertamente a Veblen, puesto que el producto de aquél "es el que se produce como consecuencia del despliegue de la vida humana" y es parte "del poderoso proceso vital", así el rechazo marxista del hedonismo y del materialismo burgueses entraría dentro del ámbito de la metafísica: cuestiones como la de la pauperización, la desaparición de las clases y del Estado, el milenarismo de la razón dialéctica, etc.

    Además de criticar al homo oeconomicus en nombre de la naturaleza biológica del ser humano, Veblen sentó las bases de una crítica de la economía política de la sociedad industrial según un punto de vista "socialista" mucho más incisivo que el de los marxismos contemporáneos. Desde el punto de vista de Veblen, los trabajadores de todas clases y sean cuales fueren sus funciones, propietarios o no, padecen el dominio de los financieros, de los especuladores, ya sean éstos personas privadas o de las clases funcionariales. Este análisis es, desde luego, aplicable a nuestra civilización, superando el concepto de "finanza" por el de "especulación" ociosa e improductiva, válido tanto para el mundo americano, como para Francia, Suecia o el régimen soviético. Este discurso conforma una crítica sociológica y ética de la burguesía americana, de sus costumbres y de sus ideologías y, por extensión, de la burguesía occidental, como portadora de decadencia y de muerte cultural. Para Veblen, la naturaleza del hombre está sujeta al evolucionismo biológico y a una pluralidad de instintos confrontados. El contraste entre el mundo rural y el mundo yankee ilustra la oposición entre el instinto artesano (workmanship) del "hombre trabajador" y el instinto predatorio de quien se aprovecha de lo que otros producen y nunca ha sido capaz de producir. La oposición parece tanto más válida si corregimos la filiación pacifista de Veblen, que confundía al "depredador" con el guerrero, el financiero o el jefe industrial, en quienes veía la versión moderna del combatiente ávido de botines. Corrigiendo los conceptos veblianos con las tesis de Ernst Jünger, podríamos fructuosamente contraponer un tipo trabajador conformado por elementos artesanos y guerreros a un tipo depredador de esencia mercantil.

    LAS NUEVAS CLASES: ARTISTAS CONTRA UTILITARISTAS

    Al criticar a la sociedad americana y la explotación de las fuerzas productivas por parte de la ociosa "clase rica" de los financieros, Veblen contrapone dos tipos psicológicos en el seno de la economía occidental. Un primer tipo sería el que sostiene una conciencia utilitaria que reproduciría el sistema y su ideología materialista y hedonista. El segundo tipo, ajeno a la dinámica mercantil y objeto de su desastroso dominio, sería el de los que apuestan por la libre curiosidad (idle curiosity), esto es, los artistas, los inventores, los que arriesgan su propio capital, las personalidades aventureras. Solo la curiosidad libre camina en el sentido de la evolución biológica; por contra, la civilización liberal, como consecuencia del "despotismo del dinero", la esclerotiza.

    Adelantándose a Gehlen, Veblen definió al hombre como un ser de acción más que de cálculo o de goce. El utilitarismo de los financieros o de los educadores modernos constituye, como años más tarde demostrará Lorenz, un factor de bloqueo biológico de la cultura. El pensamiento científico es fruto de la curiosidad libre en mayor medida que la racionalidad. Ese instinto artesanal —muy próximo a lo que Heidegger consideraba como "poesía"—, es el más necesario para la evolución de una cultura, para que aquella curiosidad libre se despliegue. Veblen define así este instinto en su ensayo Teoría de la clase ociosa: "El hombre se convierte en un agente activo ante la presencia de una necesidad selectiva. Se considera el centro de un despliegue de actividad impulsiva, de actividad ‘teleológica’". El objeto de este despliegue no es el hedonismo, sino el altruismo y la impersonalidad, dinámica que dota al hombre de un gusto por el esfuerzo eficaz y de un instinto por el trabajo bien hecho.

    El aspecto más interesante del pensamiento de Veblen está en el hecho de sustituir la lucha de clases por antagonismos globales que dividen todas las clases. El proletariado no es considerado como "trabajador", en la medida en que Veblen denuncia a los sindicatos como instituciones mercantiles y predadoras. Desde esta misma perspectiva, los propietarios y los creadores de industrias o de actividad son poseedores del instinto artesanal, mientras que no pocos funcionarios bien pueden ser englobados dentro de la misma categoría que la de los especuladores: parásitos que tan sólo piensan en sus ventajas, frenando con sus manipulaciones el trabajo de los demás, y la fuerza de creación y de inventiva de la colectividad. En la economía occidental, esta oposición entre el "mundo de los negocios", entendido en su sentido más amplio, y el "mundo de la industria" se nos antoja actualísima. Veblen fue uno de los primeros en denunciar el riesgo de esclerosis como consecuencia del nepotismo introducido en la sociedad industrial, así como en haber advertido seriamente contra el peligro de una economía sometida a las instituciones y a los mecanismos financieros.

    El análisis de Veblen guarda un cierto parecido en algunas de sus propuestas con pensamiento del teórico alemán Feder, al considerar que la verdadera explotación provocada por el capitalismo liberal era de naturaleza financiera ("capital prestamista") al operar sobre un capital técnico-productivo "creativo" (agricultura, industria, comercio y transporte). Veblen, además, sostenía que esta oposición tenía más visos de realidad que el abstracto antagonismo entre "capital" y "trabajo" al denunciar los beneficios monetarios del mundo financiero como "enriquecimiento sin motivo" y cuestionar el interés de la estructura bancaria de la economía liberal. Los financieros, desde el pequeño jugador en bolsa hasta los dictadores de los mercados económicos, "se adueñan de lo que no es suyo". ¿Un análisis sumario? La actualidad nos ofrece, por contra, suficientes ilustraciones: los bancos invierten en función de sus particulares criterios de rentabilidad, las compañías petrolíferas consensuan el aumento de los precios del crudo en un mercado aparentemente libre con objeto de maximizar sus dividendos, los especuladores inmobiliarios sitúan al alza el precio del suelo y de bienes inmuebles provocando crisis en el sector de la construcción, etc. Abundan los ejemplos que confirman la hipótesis según la cual el capital financiero sabotea la producción y restringe la ocupación, con el objetivo de llegar a un nivel marginal más allá del cual los márgenes de decisión están constreñidos al máximo. El capital financiero —que puede ser "nacionalizado", aspecto que Veblen no pudo prever— prevalece sobre la economía nacional provocando la entrada de la sociedad en una era de "cultura del dinero" (pecuniary culture) en la que no cabe ninguna actividad que no haya sido previa y pecuniariamente medida, sometida al control y a la reglamentación dictatorial de la lógica pseudo-racional del beneficio financiero como única alternativa.

    CUANDO LA PROPIEDAD SÍ es un robo

    En su análisis económico, Veblen está muy cerca de las corrientes del socialismo no-marxista. Al igual que Proudhon, consideraba que la propiedad (en su forma de detentación de los títulos financieros de propiedad de los medios de producción) constituía efectivamente un robo, no en el sentido metafísico y absolutista en el que el liberalismo ha querido estúpidamente interpretar esta célebre expresión (toda propiedad, incluso un objeto: Proudhon nunca sostuvo nada parecido), sino en un sentido que podríamos argumentar de esta otra manera: en la economía mercantil (no necesariamente en cualquier economía) la propiedad, en cuanto detentación jurídica de los derechos financieros de uso de los medios de producción y de servicio (y no como detentación de bienes improductivos), tiene la función histórica de permitir a sus beneficiarios enriquecerse, atribuirse los beneficios fruto de los conocimientos técnicos y del trabajo de la comunidad. En este sentido, una propiedad de tal género constituye, efectivamente, una expoliación de la comunidad popular. Nótese que incluso si el "Estado" es el propietario jurídico (caso de los regímenes socialistas o de los sectores nacionalizados en los países occidentales, como por ejemplo la banca), esta expoliación sigue teniendo lugar, cosa que ni Proudhon, ni Veblen, ni a fortiori Marx, habían previsto: los sectores estatalizados expolian a la comunidad exactamente igual que lo hace el sector privado. Lo que no quiere decir, obviamente —como han considerado quienes han pretendido marginar las tesis de Proudhon o del mismo Veblen—, que toda propiedad industrial (o económica) sea un robo. Dicho de otra forma, y para utilizar las fórmulas de ambos autores, la oficina de un patrón-trabajador no sería una expoliación, mientras que a menudo el puesto de dirección y las prebendas que se atribuye un alto funcionario nombrado como cabeza de un grupo financiero o industrial "nacionalizado", en régimen liberal o comunista, son propiedades expoliadoras, aún si no existe título jurídico de propiedad.

    La tesis central de Veblen, resumiendo, es que la economía mercantil debe ser condenada por haber dado el "usufructo de las artes industriales" no a la comunidad popular que, con el conjunto de sus clases, produce el trabajo y la ciencia, sino a la función financiera de la economía que determina las estrategias y, en definitiva, obtiene las ganancias. Una economía comunitaria como la perfilada por Veblen, por el contrario, no autorizaría a una minoría a "obtener algo de nada" (get something from nothing). Mientras que la versión marxista del socialismo, fundada sobre la superada imagen del propietario privado usufructador, pierde fuerza en la medida en que el dirigente no se confunde nunca con el industrial privado y el trabajador no es tampoco el proletario-tipo, la versión vebliana o proudhoniana del socialismo se nos muestra muy actual: el conjunto de los productores es "expoliado" (más que "explotado") por los especuladores: poseedores de capital, banqueros, publicistas, funcionarios ligados al mundo económico, etc. La lucha de clases —ya que es de esta realidad fundamental de lo que se trata— no opone verticalmente a patrones frente a trabajadores, a ricos frente a pobres, sino, de una manera horizontal, a trabajadores (o "productores") frente a parásitos; y de esta última categoría forman parte, tanto los funcionarios corruptos como los falsos desocupados; tanto intermediarios inútiles, como especuladores públicos o privados. Trabajadores los encontramos en todas las clases sociales y en todas las funciones, desde el obrero al artista, desde empresarios a militares.

    LA CLASE OCIOSA

    La crítica social de Veblen va indisolublemente unida a su crítica de las instituciones económicas. Ésta destapa en la sociedad americana y occidental la interdependencia de factores económicos y culturales, sobrepasando el esquema causal de infraestructura/superestructura; habla de una leisure class (que podríamos traducir por "clase ociosa") para designar a aquella franja de la burguesía para la que la actividad social no significa otra cosa que su objetivo de conquistar, por medio de la posesión cualitativa del símbolo del dinero, una posición de referencia, al tiempo que una superioridad social (sazonada, a título de compensación, con una ideología igualitaria) y de búsqueda del bienestar entendida como un no-trabajo, como hedonismo individualista absoluto. La importancia numérica de esta clase acomodada que conquista espacios a la burguesía media, conformaría el factor social que pondría en peligro a las naciones.

    El análisis de Veblen pone el acento sobre la inautenticidad existencial de esta clase. El dinero y el consumo le sirven como símbolos sociales que tienden a camuflar la riqueza acumulada, al tiempo que significan un espectáculo orlado de una superioridad que en absoluto tiene que ver con los méritos obtenidos por servicios a la colectividad, sino a la manipulación social, a maniobras de tipo especulativo, al parasitismo. Veblen habla en este sentido de leyes de disipación ostentosa que "tienen bajo control al consumo", y añade: "se trata de una serie de reglas que mantienen a los consumidores en un determinado nivel de consumo de alto costo y derroche. (...) La regla del derroche ostentoso puede influir, en mayor o menor medida, en el sentido del deber, en el sentimiento de la belleza, en el sentido de utilidad, en el sentido de devoción y de la convivencia ritual, y en el espíritu de la verdad científica". Veblen fija así los mecanismos de influencia del estilo económico sobre la cultura: gastando, consumiendo, es la forma en que los individuos y los grupos muestran sus valores. Esta disipación —o despilfarro— ostentoso (conspicuous waste) constituye para Veblen un hecho criticable en sí. La clase ociosa se empeña en sobrevalorar la importancia de los gastos de índole religiosa. Los gastos ostentosos se convierten en patológicos en el preciso instante en que se individualizan y acaban por confundirse, como sucede en la actualidad, con los objetivos últimos de la existencia individual, sobre todo entre las clases medias. El fin de la existencia se convierte así en una exhibición social, en una exhibición en calidad de "clase ociosa", a través de la medición del valor simbólico de las mercancías y de la posibilidad de compra en función del standing. En este proceso, la pequeña burguesía pone su mirada en la auténtica clase ociosa, que a través de mecanismos de mimetismo alienta y reproduce el sistema económico y social de la sociedad mercantil, gracias a la cual obtiene sus beneficios. En esta perspectiva, las modas, más allá de su aparente superficialidad, asumirían en nuestra sociedad una función política e ideológica más importante que los discursos o la propaganda.

    La "disipación ostentosa" conduce incluso a la liquidación de cualquier ética social. "El ladrón que se ha enriquecido de una manera desbocada gracias a la rapiña", escribe Veblen, "tiene muchas probabilidades de saltar por encima de las leyes que se aplican a los pequeños estafadores, de gozar de su botín de hombre bien educado". El estilo burgués de vida, vale decir el significado del dinero, es suficiente muy a menudo para formar parte de la sociedad de los parásitos y los bribones. "Esta riqueza, considerada sagrada, extrae su primordial valor de la buena fama que procura cuando se consume con ostentación". Para mantener su superioridad, las categorías sociales dominantes recurren al simbolismo del consumo y del estilo de vida. Las clases medias, fascinadas, tratan de imitarlas y se ven incapacitadas para contestar el sistema, y así, de esa manera, el consumo masificado, fundamento de la economía mercantil, puede perpetuarse aunque no se ajuste a necesidad fisiológica alguna. De ahí la incesante sucesión de modas y las metamorfosis de estilos de vida que se operan en las clases dominantes, que a penas si dan tiempo a las clases medias a imitarlas.

    Jean Baudrillard se ha inspirado de una manera sustantiva en el análisis de Veblen en su notable ensayo Para una crítica de la economía política del signo, donde podemos leer: "Veblen muestra que, a pesar de la tarea que se han impuesto de trabajar y producir, las clases subalternas tienen al mismo tiempo la función de lustrar el estatus del patrón". Esa es, en concreto, la condición de las mujeres burguesas: las "fascinantes cretinas" están ahí, como una mercancía doméstica, para dar testimonio del acontecimiento de su macho —¿o sería mejor decir de su "propietario"?—. Se trata de un "consumo vicario" (vicarious consumption). Baudrillard subraya: "El teorema fundamental del consumo es que no tiene nada que ver con el disfrute personal, sino que es una institución social constrictiva, que determina los comportamientos incluso por encima de la conciencia que de ella puedan tener los actores sociales".

    Veblen fue el primero en arrojar luz sobre el carácter superficial de la economía de consumo de masas. Por medio de la dilapidación (wasteful expenditure) que comporta y la tendencia colectiva al ocio (waste of time) que instituye, la economía de consumo mercantil consagra una moral de derroche del tiempo y de las cosas. La "disipación ostentosa", que por un tiempo estuvo limitada a las joyas, a los objetos religiosos o a la decoración urbana, se ha extendido a los objetos cotidianos y a las mujeres "de profesión sus labores", con el resultado de excitar el anhelo de "rango social" sobre la base de signos materiales. La sociedad se hace hipermaterialista y queda penetrada por incesantes conflictos sociales ligados a un acatamiento general de los standing of living (tipología material de vida). El confort no se mide a partir de condiciones racionales de higiene y libertad necesarias para la salud de la población o como meta para la mejora de las condiciones de vida del proletariado, sino que coincide con un determinado estatus identificado con la posesión de mercancías-signos y con la realización de las fantasías desbocadas por los condicionamientos de la publicidad comercial. En la economía mercantil son compatibles condiciones y ritmos de vida o de nutrición insalubres y la posesión de signos de riqueza: automóvil, electrodomésticos de todo tipo, etc.

    LA TIRANÍA DEL CONSUMO

    Gracias al profundo análisis desarrollado por Veblen sobre la sociedad industrial americana de principios de siglo, que en realidad fue el laboratorio y el modelo de las sociedades occidentales "de consumo" del siglo XX, es posible correr el velo de las contradicciones fundamentales que socavan nuestra sociedad actual. Ésta opone, según la fórmula de Baudrillard, "una moral aristocrática del otium y una ética puritana del trabajo", o, según la formulación de Daniel Bell (en su ensayo Las contradicciones culturales del capitalismo), una cultura "contestataria" fundada sobre el no-trabajo y una organización social y económica fundada sobre el trabajo racional. Nosotros, por nuestra parte, afirmamos que la sociedad mercantil, fundada sobre la productividad del trabajo y su racionalización, genera, como consecuencia de la misma abundancia que engendra la productividad, una ideología y una "fisiología" del lucro y del rechazo de la actividad. Dicho con otras palabras, la prosperidad individual, fruto del trabajo colectivo, mina las bases de este último.

    Sin embargo, el carácter dramático de la sociedad occidental no consiste, en el fondo, en esta ostentación social en sí (dada en este caso por el consumo de mercancías). Una ostentación de tal guisa —y Veblen lo puso en evidencia cuando hablaba de las prácticas religiosas— ha existido siempre; la posesión de riquezas puede tranquilamente jugar el papel de símbolo cultural. El drama consiste en el hecho de que la ostentación, por medio del consumo, trata de llegar a convertirse en el único juego social, la única práctica de la existencia individual. En consecuencia, no solo los individuos se despersonalizan como consecuencia de convertirse en meros vectores de los signos, sino que la sociedad pierde su historicidad, se convierte en una pura representación y concluye su misión "transmisora". ¿Por qué hablar de drama? Porque en el drama, a diferencia de la tragedia, los actores ignoran la desgracia que los embarga.

    La sociedad occidental, replegada, a pesar de su aparente gigantismo, sobre el fanatismo individual del sistema simbólico de consumo, camina hipnotizada en pos de sus propias mercancías, hacia pruebas que la historia prepara continuamente a los pueblos. Se trata de la marcha de un sonámbulo. Pero la lección de Veblen, más que para esta sociedad "del sueño" —para emplear un término caro a Guy Debord— va dirigida a los pueblos cuyos instintos vitales, creativos o combativos, no esperan otra cosa que la desaparición de la propia posibilidad de "ocio" y "consumo" para desplegar su grandeza y, frente a cualesquiera adversidades, retomar la historia.

    NOTA

    (1) Primera edición en español: Fondo de Cultura Económica, México, 1944. Otras ediciones: Orbis, Barcelona, 1987 (con prólogo de Jorge Luis Borges).

    [Artículo extraído de la revista "Hespérides", 8, noviembre de 1995]

  • DU CRÉPUSCULE A L’AUBE, SYNTHÈSE D’UNE VISION DU MONDE

     

     


    DU CRÉPUSCULE A L’AUBE, SYNTHÈSE D’UNE VISION DU MONDE

    Conférence de Guillaume Faye, donnée à Moscou, le 17 mai 2005. Initialement publiée par L’Athenaeum, revue internationale russe.

    AMIBe : Ce texte est un avertissement à tous les Européens, y compris et surtout ceux qui, par facilité, crédulité ou aveuglement, se croient épargnés et, somme toute, en dehors de l’Histoire.

    Jamais, depuis la chute de l’Empire romain, l’Europe n’avait vécu une situation aussi dramatique. Elle affronte la plus grande menace de son histoire et elle ne le sait pas, ou plutôt refuse de le voir.Les Européens sont envahis, occupés et colonisés par les peuples du Sud et par l’islam de manière rapide et massive. Ils sont aussi, et de leur seule faute, assujettis à l’emprise des Etats-Unis qui leur mènent une impitoyable guerre économique. Sans oublier l’effondrement démographique: non-renouvellement des générations et vieillissement généralisé. Ils sont émasculés par les idéologies décadentistes et nihilistes, parées d’un optimisme factice, en proie à une régression de la culture et de l’éducation, au primitivisme et au matérialisme. L’Europe est l’homme malade du monde. Et les classes politiques comme les élites intellectuelles sont les collaboratrices de ce suicide ethnique. La thèse que je défens est qu’il ne s’agit pas d’une «immigration» mais d’une colonisation et d’une invasion qui sont en train de modifier le fond biologique et ethno-culturel de l’Europe; mais aussi qu’il ne faut pas céder au désespoir, que les combats ne font que commencer, que les peuples de même origine doivent s’unir.

    1. LA DESTRUCTION DU SOCLE ETHNO-BIOLOGIQUE

    Le bilan démographique de l’invasion allogène de la France et de l’Europe est terrifiant. Un démographe reconnaissait dans un livre récent, «la France Africaine» que, si rien ne change, en 2040, plus de 50% de la population sera noire ou arabe. Déjà, en France et en Belgique, 25% des collégiens ne sont pas d’origine européenne, et plus de 30% des nourrissons. Actuellement en France, sur 61 millions d’habitants, on compte largement plus de 10 millions de personnes d’origine extra-européenne, en croissance constante, avec une natalité bien supérieure à celle des autochtones. Chaque année, 100.000 non-Européens sont naturalisés Français et 300.000 allogènes, dont une majorité de clandestins, pénètrent en France dont les frontières ne sont plus protégées. La situation est la même dans toute l’Europe et ces faits annoncent peut-être la fin d’une civilisation commune. Evidemment, les classes dirigeantes font semblant de ne rien voir.Mathématiquement, d’ailleurs, la race blanche décline dans le monde entier, y compris aux USA. On dit que la supériorité technologique y palliera, je n’y crois pas: il n’y a de richesses que d’hommes. Une civilisation est d’abord fondée sur ce que les Romains appelaient le «germen», c’est-à-dire le socle ethno-biologique, les racines de l’arbre qui alimentent la culture et la civilisation.Cette invasion ethnique massive fut, en France et en Europe, volontairement provoquée à partir des années 60 par le laxisme des politiciens de gauche et de droite, pollués par les idées trotskistes et marxistes, par la cupidité d’un patronat avide de main d’œuvre bon marché, par l’influence des intellectuels juifs qui exigeaient une «société multiraciale», par l’impératif de la religion des droits de l’homme dont les racines relèvent d’une laïcisation de la morale chrétienne.Ces «collaborateurs de l’invasion», en France et en Europe, on instauré une véritable préférence étrangère au détriment des citoyens autochtones: les immigrés clandestins ne sont que très peu expulsés, ils bénéficient d’innombrables avantages sociaux et privilèges de toute sorte; du fait de l’»impératif antiraciste», ils sont souvent impunis et protégés par des lois discriminatoires, bien que leur présence ait fait exploser la criminalité dans des proportions colossales (+ 1.000% en cinquante ans).Nous sommes envahis autant par les maternités qu’à travers les frontières poreuses. L’immigration, alliée au déclin démographique, sera aussi pour l’Europe occidentale un désastre économique. Le coût de cette immigration a été évalué à 180 milliards de dollars par an pour la France, en cumulant le prix de l’insécurité et des innombrables aides sociales versées aux migrants, même illégaux. Cela fonctionne comme une pompe aspirante. Il est plus intéressant d’être un clandestin chômeur et allocataire en Europe que de travailler dans le tiers monde. Les cadres et les créateurs s’expatrient, notamment aux USA, remplacés par des populations non-qualifiées venues d’Afrique, qui sont des bouches à nourrir et non pas des bras et des cerveaux.Ces faits, ajoutés au vieillissement de la population signifie qu’au XXIe siècle, l’économie européenne risque de se «tiers-mondiser» et de sombrer dans une inéluctable dépression.

    2. LA 3e OFFENSIVE HISTORIQUE DE L’ISLAM

    A ce phénomène de colonisation ethnique massive, vient s’ajouter le fait que l’islam prend la tête de l’offensive. Depuis 1.300 ans, avec opiniâtreté, cette religion-idéologie, totalitaire et agressive, vise l’invasion de l’Europe. Nous subissons sa troisième offensive historique, qui s’étend aujourd’hui de Gibraltar à l’Indonésie. La première fut arrêtée à Poitiers, en France, par Charles Martel, en 732; la seconde en 1684 sous les murs de Vienne assiégée par les Ottomans; la troisième se déroule aujourd’hui. L’islam a une longue mémoire et son objectif est l’instauration sur toute notre continent de ce que Khomeiny appelait le «Califat universel».L’invasion de l’Europe a commencé et les chiffres sont alarmants. Le continent, Russie comprise, compte près de 55 millions de musulmans, en progression de 6% par an. En France, on dénombre déjà 6 millions de mahométans. Comme en Belgique et en Grande-Bretagne, ils exigent d’être associés au pouvoir politique. Le gouvernement français a tort de ne pas prendre au sérieux l’objectif de transformer le pays en une «république islamique» après 2020, lorsque le poids démographique des Arabo-musulmans sera devenu déterminant. L’État finance la construction de mosquées pour acheter la paix sociale; on en dénombre déjà plus de 2000, soit le double du Maroc. L’islam est la deuxième religion de France devant le catholicisme et la première pratiquée. Jacques Chirac avait déclaré, il est vrai: «la France est maintenant une puissance musulmane».Partout en Occident s’est installée la croyance stupide qu’il existerait une différence de nature entre l’islam et l’»islamisme» et qu’un islam «laïc» et occidentalisé, ou modéré, serait possible. Il n’en est rien. Tout musulman est un moudjahid en puissance; l’islam est une théocratie qui confond le spirituel et le temporel, la foi avec la loi et qui veut imposer partout la Charia, dont tous les préceptes sont inconciliables avec ceux de notre civilisation.Les États musulmans qui coopèrent avec les USA dans leur «lutte antiterroriste» sont parfaitement hypocrites, en particulier l’Arabie et le Pakistan. Quand l’islam est encore faible, il pratique l’impératif coranique de ruse et de dissimulation mais le djihad, la guerre de conquête, est le devoir suprême. Le terrorisme, ainsi que l’invasion de l’intérieur par l’immigration, sont implicitement recommandés dans le Coran.

    3. LES DÉBUTS DE LA GUERRE CIVILE ETHNIQUE EN EUROPE

    La criminalité et la délinquance en Europe occidentale, dont les causes sont à la fois l’immigration de masse et l’effondrement des valeurs civiques, ont atteint des niveaux insupportables. En France, en 2004, plus de 100.000 voitures ont été incendiées et 80 policiers tués. Toutes les semaines, des émeutes raciales éclatent dans les banlieues: dans les écoles publiques, la violence devient endémique et le niveau scolaire s’effondre dans les classes «multi-nationales». Dans la jeunesse de moins de 20 ans, on compte 20% d’illétrés. Les agressions contre les Blancs se multiplient, mais pourtant elles sont niées au non de la vulgate antiraciste selon laquelle seuls les Européens de souche peuvent être racistes. Dans le même temps, un arsenal répressif s’est mis en place dans plusieurs pays, digne du communisme soviétique, qui nous fait progressivement sortir de l’État de droit et entrer dans un droit idéologique et subjectif. Dans la pratique, toute critique de l’immigration et de l’islam est prohibée. J’ai moi-même multiplié les procès et été condamné à une énorme amende pour un de mes livres «La colonisation de l’Europe».Une guerre civile ethnique est à prévoir dans plusieurs pays de l’Union européenne, guerre intestine, beaucoup plus grave que le «terrorisme». Car un remplacement de population, une sorte de génocide est en cours avec la complicité ou l’aveuglement des classes dirigeantes, politiques et médiatiques, dont l’idéologie est dominée par la haine de l’identité ethnique de leurs propres peuples et la passion morbide de l’impératif de métissage..L’État français échoue totalement dans son utopie d’»intégration dans la République», parce qu’il s’imagine qu’une coexistence pacifique est possible sur un territoire entre allogènes et autochtones. Ils n’ont pas lu Aristote, qui pensait que dans n’importe quelle Cité, l’harmonie et la démocratie ne sont possibles que s’il existe une homogénéité et une connivence ethniques, une parenté culturelle, notion qu’il appelait la «philia» ou «amitié naturelle». Les société européennes sombrent aujourd’hui dans un chaos ethnique ingérable.Par exemple, moi qui suis natif du sud-ouest de la France, sur les rives de l’Atlantique et qui ne parle pas un traître mot de russe, je me sens infiniment plus proche d’un Russe que d’un Arabe ou d’un Africain francophones même citoyens français.

    4. CRISE MORALE ET ARCHEOFUTURISME

    Cette situation s’explique, presque cliniquement, par une sorte de «sida mental». Les malheurs qui nous arrivent sont provoqués par le virus d’un nihilisme intérieur, que Nietzsche avait déjà perçu, un effondrement des défenses vitales. Les Européens sont entrés dans un processus de suicide de leur propre lignée. Ils ouvrent volontairement les portes de leurs cités.Le premier symptôme est la «xénophilie», ou préférence systématique pour l’étranger, pour l’»Autre» plutôt que pour le proche. Le second est l’ «ethnomasochisme», c’est-à-dire la honte et la haine de sa propre civilisation et de ses origines. Le troisième est la «dévirilisation», autrement dit le culte de la faiblesse, du repentir mais aussi de la préférence donnée maintenant à l’homosexualité masculine. Les valeurs évidentes qui font la force et conditionnent la survie de tous les peuples dans l’histoire sont aujourd’hui considérées en Occident comme des tares ridicules: honneur, fidélité, famille, fécondité démographique (natalisme,) fierté de sa civilisation, patriotisme, volonté de survie dans l’histoire, etc. Mais cette décadence est aussi le fait d’une laïcisation des principes de charité universelle du christianisme et de son postulat central d’égalitarisme individuel, à travers l’idéologie des droits de l’homme.Les Européens doivent peut-être s’inspirer de certaines valeurs qui ont encore cours en Russie, d’après ce que l’on m’a dit: par exemple la conscience explicite d’appartenir à une civilisation supérieure et l’affirmation d’un «droit à la distance». Il faut rompre avec l’»ethnopluralisme», qui est une forme d’égalitartisme, revendiquer l’»ethnocentrisme» et le droit de vivre chez soi sans l’»Autre». Il faut déculpabiliser le «chacun chez soi». D’ailleurs, seuls les Occidentaux croient aux vertus du métissage et voient le monde futur comme un melting-pot. Seule la naïve Europe croit au cosmopolitisme. Le XXIe siècle sera dominé par le renforcement, surtout dans le Sud et en Orient, de grands blocs ethno-religieux homogènes. La «fin de l’histoire» de Francis Fukuyama n’aura pas lieu. C’est à une accélération de l’histoire que nous allons assister, dans une ambiance de «choc des civilisations». Et puis, les Européens doivent rompre avec le «présentisme» dans lequel ils ont sombré et s’envisager de nouveau ( à l’image de l’Islam ou de la Chine, ou de l’Inde) comme des «peuples long-vivants» porteurs d’avenir. Ils ne pourront opérer cette révolution mentale qu’à l’occasion d’une crise géante, d’un choc violent, qui se produira probablement et don je parlerai plus loin.Les temps à venir seront, comme je l’ai expliqué dans un livre au titre éponyme, «archéofuturistes», c’est-à-dire que se fermera la parenthèse empoisonnée et anti-vitale de la modernité. Nous allons assister au ressurgissement de valeurs archaïques vitales, et ne s’en sortiront que les peuples qui sauront associer à la technoscience futuriste le retour des traditions et de l’ordre sociobiologique. Pour les Européens, dont les Russes évidemment, les valeurs archéofuturistes sont à la fois faustiennes et ancestrales, à l’image de l’arbre dont les racines poussent sous le sol, tandis que le tronc et le feuillage montent vers le ciel.

    5. LE NOUVEL IMPERIALISME AMERICAIN

    Les Européens doivent aussi affronter ce que j’ai appelé dans un de mes derniers livres «le nouvel impérialisme américain», beaucoup plus dur que celui de la guerre froide, mais aussi plus maladroit. Depuis la chute de l’URSS, les gouvernants américains ont choisi la démesure, l’»ubris», visant de manière fantasmatique une domination mondiale, par une sorte de simulacre de nouvel empire romain. Tout cela s‘explique par l’idéologie des néo-conservateurs, très liés aux lobbies sioniste, mais animés d’un messianisme de «mission divine» qui touche à la pathologie.Quels sont les buts de ce Nouvel impérialisme américain? Encercler et neutraliser la Russie, empêcher toute alliance forte entre cette dernière et une grande Europe (cauchemar du Pentagone); ôter toute substance au rival européen en faisant entrer l’islam en son sein (par exemple la Turquie que les Américains parrainent), en assujetissant complètement les pays d’Europe centrale et orientale de l’ancien empire soviétique, en menant une guerre économique impitoyable à l’Union européenne à laquelle cette dernière n’ose même pas répondre.La croisade américaine pour imposer partout la «démocratie», notamment à la périphérie de la Russie, est limpide. «Démocratie» signifie «régime pro-américain».
    Mais nous ne devons pas nous plaindre de ce jeu américain, conforme à un désir géostratégique et thalassocratique de dominer le continent. Dans l’histoire, chacun est responsable de son sort.C’est pourquoi je me suis toujours opposé à ce que j’ai appelé l’»anti-américanisme obsessionnel et hystérique» très présent en France, mais contre-productif, victimaire et déresponsabilisant. Il faut distinguer l’»adversaire principal» de l’»ennemi principal». Le premier cherche à dominer et affaiblir, le second à tuer. N’oublions pas la formule de Carl Schmitt: «ce n’est pas seulement toi qui choisis et désigne ton ennemi, c’est surtout lui qui te désigne». L’Amérique et surtout ses dirigeants sont l’»adversaire principal» pour l’Europe et la Russie sur les plans géostratégique, économique et culturel. L’»ennemi principal», ce sont les peuples du Sud qui, le plus souvent sous la bannière de l’islam, procèdent à l’invasion du Continent, sans oublier leurs complices, tous les collaborateurs de la classe politique et de l’intelligentsia qui leur ouvrent les portes, évidemment à la plus grande satisfaction de Washington, qui souhaite une Europe métissée et sans identité.Les atlantistes comme les anti-Américains passionnels surestiment pourtant les USA sans comprendre qu’ils ne sont forts que de notre faiblesse. Leur catastrophique – et contre-productive – occupation du petit Irak, où ils n’apportent que le chaos, est là pour le démontrer. Au XXIe siècle, les USA ne seront plus la première puissance mondiale. Ce sera la Chine ou, si nous le voulons, ce que j’appelle plus loin l’»Eurosibérie», c’est-à-dire l’alliance unitaire entre l’Europe péninsulaire et la Russie.

    LA CONVERGENCE DES CATASTROPHES

    J’ai émis l’hypothèse que la civilisation mondiale actuelle, fondée sur des «croyances aux miracles» et le mythe du développement indéfini, risquait de s’effondrer au milieu du XXIe siècle. Il existe pour la première fois dans l’histoire de l’humanité des «lignes dramaturgiques», des menaces de crise géante qui convergent à l’horizon de 2010-2020 et qui peuvent provoquer un point de rupture: dégradation de l’écosystème et bouleversements climatiques; épuisement des énergies fossiles (pétrole) et des ressources agricoles ou halieutiques, fragilisation d’une économie mondialisée spéculative et endettée; retour des épidémies; montée des nationalismes, des terrorismes et prolifération nucléaire; aggravation de l’offensive mondiale de l’Islam; vieillissement dramatique des populations des pays riches, qui conjugué à l’immigration de masse, peut se traduire par une récession économique sans précédent.Il faut nous préparer à cette catastrophe géante, qui sera le passage d’une ère à une autre, qui balaiera la «modernité» et qui verra peut-être s’installer pour un temps un Nouveau Moyen Age. Cette catastrophe pourrait être l’occasion d’une renaissance car, dans l’histoire, toute régénération d’une civilisation passe par le chaos, surtout quand cette civilisation est, comme la nôtre, «métamorphique».
    EUROSIBÉRIE
    L’Europe future ne peut pas être envisagée sous la forme molle et ingouvernable de l’Union européenne actuelle, qui est une méduse sans pouvoir souverain, aux frontières ouvertes, dominée par le dogme libre-échangiste, soumise à la volonté américaine et à l’Otan. Il faut penser à une future Grande Europe impériale et fédérale, ethniquement homogène (c’est-à-dire «européenne»), fondée sur de grandes régions autonomes et, surtout, indéfectiblement alliée à la Russie. Cet énorme bloc continental, je l’ai nommé «Eurosibérie». Ce hérisson géant, qui ne serait nullement offensif mais simplement inattaquable, serait de loin la première puissance mondiale ( le monde à venir sera celui des grands blocs) et surtout il devrait être «autocentré» et rompre avec les dogmes très dangereux de la mondialisation. Il aurait parfaitement les moyens de pratiquer l’»autarcie des grands espaces» dont, avec le Prix Nobel français d’économie, Maurice Allais, j’ai développé les principes. Le destin de l’Europe péninsulaire ne peut être séparé de celui de l’immense Russie pour des raisons ethnoculturelles et géopolitiques. Bien entendu, empêcher la naissance d’une telle Eurosibérie est un impératif vital pour la thalassocratie marchande américaine qui (en contradiction avec sa lutte affichée contre le terrorisme islamique) encourage cyniquement l’islam à s’implanter en Union européenne et en Russie.
    Je n’ai pas parlé ici de l’État d’Israël. Un mot cependant: pour des raisons démographiques, je crois que l’utopie sioniste fondée par Hertzl et Buber et réalisée depuis 1949 ne vivra pas plus longtemps que l’utopie communiste et qu’à terme, l’État hébreu est condamné. Je prépare actuellement un essai sur «La nouvelle question juive» et j’espère qu’il sera traduit en russe.

    CONCLUSION

    Il ne faut jamais être fataliste. L’histoire est toujours ouverte et présente souvent des caprices et des retournements inattendus. N’oublions pas la formule de Guillaume d’Orange: «là où il y a une volonté, il y a un chemin». Pour l’instant, nous sommes dans une phase de résistance et de préparation à des événements très graves qui s’annoncent, par exemple la conjonction de guerres ethniques et d’une récession économique géante. Il faut donc dès maintenant penser à l’après-chaos et s’organiser en conséquence. Pour finir, voici le mot d’ordre que je diffuse souvent: «de la résistance à la reconquête, de la reconquête à la renaissance».

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    Guillaume Faye - Bibliographie (de 1980 à 2004)
    Le Système à tuer les peuples.Nouveau Discours à la Nation Européenne.L’occident comme déclin.L’économie organique.Sexe et idéologie.Les nouveaux enjeux idéologiques.La NSC : Nouvelle Société de Consommation.L’archéofuturisme.La colonisation de l’Europe. Discours vrai sur l’immigration et l’Islam/Pourquoi nous combattons (dictionnaire idéologique).Avant-guerre.Le nouvel impérialisme américain.
    Dernier livre publié sous le nom de Guillaume Corvus :
    La convergence des catastrophes.

    Actuellement
    Editeur de la lettre d’information “J’ai tout compris” .