Ok

En poursuivant votre navigation sur ce site, vous acceptez l'utilisation de cookies. Ces derniers assurent le bon fonctionnement de nos services. En savoir plus.

Eje Futuro - Page 69

  • La Colonización de Europa. Guillaume Faye. Capítulo II. Los mecanismos de la colonización y de la inversión demográfica. La implacable lógica de las cifras

     

    Cuando los franceses colonizaron Argelia, la población europea fue siempre minoritaria en relación a los árabes. Más aún: la tasa de reproducción de las poblaciones indígenas se convirtió rápidamente en más fuerte que la de los europeos, ya que estos, con su habituales ligerezas filantrópicas, crearon hospitales y dispensarios que hicieron caer las cifras de mortalidad infantil entre los indígenas. Vivimos en Europa una situación rigurosamente inversa y, paradójicamente, similar: inversa porque el colonizador extranjero tiene un dinamismo demográfico superior al de los autóctonos europeos (amplificada por las constantes nuevas llegadas); y similar porque el crecimiento numérico de las poblaciones no europeas es rápido mientras que los europeos no renuevas sus generaciones.

    Se trata de una inmersión demográfica. La consecuencia es clara, y es ahora visible para todos sin tener necesidad de consultar sabias estadísticas: desfiguración antropológica y la modificación en profundidad del sustrato étnico de Francia y seguramente de Europa. Más adelante veremos los riesgos de este fenómeno histórico rápido e inaudito, en progresión geométrica: decadencia de la civilización y de las culturas europeas, pérdida de independencia para el continente, posibilidad de una guerra civil étnica, etc. Al mismo tiempo, la presión del islam agrava la nocividad y los peligros de esta invasión demográfica.

    Los defensores de las Luces, los medios progresistas y democráticos, los lobbis antirracistas, todos los inmigracionistas, ignoran que han abierto la caja de Pandora, la jaula del Tigre. Su hermosa concepción de una "sociedad de tolerancia" corre el riesgo de ser barrida por el cambio del sustrato étnico y cultural de Europa que han permitido sino impulsado. Más generalmente, la historia considerará que los europeos fueron víctimas de la misma ceguera que los indios de América del Sur. Abrir la puerta a los colonos, creyendo que les van a traer beneficios, y despertarse cuando ya es demasiado tarde.

    Iban Rioufol escribe (Le Figaro, 01/04/1999): "La llegada de inmigrantes está en camino de cambiar la fisonomía del Viejo Continente […] Francia se hace mestiza. Según los datos oficiales, sobre 102.500 extranjeros que se establecieron regularmente en 1997, el 59%  procedían de África, el 22% de Asia y un 8% de Europa, sin contar los de la Unión Europea. La reagrupación familiar está en el origen del 70% de estas entradas. El actual gobierno ha relajado las normas. La Dirección de Población  de Migraciones del Ministerio de la Solidaridad acaba de registrar un alza del 35% de la inmigración legal, desde 1997. Es estas llegadas se añaden las más imprecisas pero importantes, de los clandestinos. Los sin-papeles -mala conciencia de la izquierda- habiendo obtenido la seguridad de que no serán jamás expulsados por la fuerza […], Francia no ha sabido proveerse de los medios de una política de inmigración disuasiva. Por el contrario, sus protecciones sociales y jurídicas siguen siendo extremadamente atractivas".

    Menos que cualquier otro país de Europa, Francia no controla a la inmigración. Peor aún, como veremos más adelante, una ideología cosmopolita se emplea con todas sus fuerzas en abrir el grifo de entrada de extra-europeos con objetivos étnicos y políticos muy precisos. El suicidio étnico no se sufre solamente, es deseado por algunos.

    La cifra aproximada de inmigrantes extranjeros en Francia en el año 2000 oscila de 5 a 8 millones, sin contar a los clandestinos y a todos los no-europeos presentes declarados "franceses" por aplicación del derecho del suelo.

    Desde hace cuarenta años, 4,5 millones de alógenos se han instalado en el Hexágono francés y se han reproducido vertiginosamente. Nunca, en toda su historia, Francia ha conocido tal flujo de población. Es imposible que un choque étnico de estas características no tenga finalmente consecuencias históricas de envergadura. Por otra parte, el fenómeno no se detiene, ni siquiera se ralentiza.

    El presidente del INED (Instituto Nacional de Estudios Demográficos), Jean Claude Barreau, un hombre de izquierdas poco sospechoso de agitar el "riesgo migratorio", declaraba tranquilamente: "Por término medio, en un año normal, se cuenta más o menos un flujo de 100.000 inmigrantes por año. La distorsión estadística de 1997 en relación a 1996 procede casi completamente de las regularizaciones inmigrantes ilegales y de las reagrupaciones familiares".

    En diez años, sin tener en cuenta el número de nacimientos generados en el seno de familias inmigrantes y clandestinas, son pues ¡mucho más de un millón de alógenos no europeos, jóvenes y deseosos de reproducirse, los que han llegado a Francia! En la demografía las cosas van muy rápidas: sumando la tasa demográfica de los etno-alógenos ya presentes, mas fuerte que la de los autóctonos, los nuevos inmigrantes y la progenie de estos últimos, así como los mestizajes, en el horizonte del 2010, si nada lo impide, la población de Francia corre el riesgo de contar con mas de 15 millones de personas de origen extra europeo, de los que la mayoría será más joven que la población de cepas autóctonas.

    El INED evaluaba en 1007 en 12 millones el número de personas con ascendencia "extranjera". El espectáculo de la calle está confirmado por los demógrafos. Contra más jóvenes son las generaciones, mayor es la población de alógenos: el efecto bola de nieve está llegando.

    Por su parte, el experto demógrafo Jean Paul Gourevitch estima que en 2000 había 4,5 millones de inmigrantes, esto es el 8% de la población francesa, el flujo de entrada de los que quieren instalarse definitivamente en Francia; para 7 millones (12%) la población debería ser reconocida como parte integrante de la comunidad nacional, y a 7,8 millones (13,5%) el conjunto de la población de origen extranjero viviendo sobre Francia (en Immigration, la fracture legale, Le Pré aux Clercs, 1998). En realidad, estas cifras son ampliamente subestimadas.

    Señalemos también que el número anual de naturalizaciones, en alza constante, (45.000 en 1987 y 73.000 en 1993) es enorme. Adicionados a los hijos de extranjeros que nacieron jurídicamente franceses en virtud del "derecho del suelo", estos "nuevos franceses" permiten a los sofistas afirmar que el número de "extranjeros" en el sentido jurídico es casi estable. Estas cifras (los 1 millones de "extranjeros en sentido amplio" del INED y los 7,5 millones de "extranjeros en el sentido estricto y reciente" de Gourevitch), ¿no tienen en cuenta los residentes en los DON-TOM y de las antiguas colonias, que son franceses de pleno derecho? Una reciente nota de coyuntura de la Embajada de Argelia en París (07/4/1999) no comunicada a los periodistas, pero que pude procurarme mediante trampas y hacer traducir del árabe, señalaba con júbilo de Argel, que el número de árabo-musulamnes presentes en Francia era muy superior en proporción a la de los europeos en África del Norte antes de la independencia.

    *
    * *

    El mestizaje, por su parte, así mismo, avanza -lo que no es el caso en los EEUU, país de impermeabilidad racial-, dejando aparte el hecho de que la mayoría de uniones mixtas termina mal a causa de la distancia etno-cultural. Se estima que el 30% de los niños que nacen en Francia hoy tienen un ascendente extranjero de primera o segunda generación, la mayor parte de origen afro-asiático. El 11,25% de los casamientos oficiales son mixtos, sin contar las uniones de concubinato que pasan a través de las estadísticas. La gran mayoría de los mestizajes (a causa de la "desvirilización" del hombre europeo de la que hablaré más adelante) afecta a parejas en las que la mujer es europea. Y los mestizos, en su mayoría, no se sienten psicológicamente europeos, sobre todo los varones. Los otros países de Europa conocen la misma situación que Francia, pero con un retraso de en torno a diez años. Globalmente, Europa vive una tragedia demográfica y etno-cultural, enmascarada por el frágil parabrisas de las ilusiones económicas.
    Todo esto terminará mal. Pero, en el fondo, para salir de esta situación, será preciso desear este final. Todo renacimiento, como todo nacimiento, se realiza en la sangre y en el dolor.

    *
    * *

    En 1998, la llegada de inmigrantes regulares aumentó un 35% en relación a 1997 según las cifras del Ministerio del Interior, prueba que el gobierno francés ha renunciado a toda limitación seria de las entradas. La Oficina Estadística de la OCDE estima que el número acumulado, solo para Francia, de llegadas de inmigrantes regulares (refugiados, reagrupación familiar, etc.) y de clandestinos es de 150.000 por año. Sin contar los visados concedidos cada vez más generosamente para las "estancias turísticas", que se prolongan indefinidamente. El número de retornos o de expulsiones es cada vez mas débil, el saldo de las entradas está en torno a 200.000, el doble de las cifras oficiales citadas anteriormente. En diez años, a causa de este flujo serán dos millones de personas más los que tendrán sus hijos en nuestro suelo, sobre todo si son clandestinos a fin de impedir cualquier medida de expulsión.

    Pero hay algo mucho peor. Un hecho capital del que no se habla jamás y que los medios de comunicación ocultan cuidadosamente, pero que el personal hospitalario conoce bien. Sobre 780.000 nacimientos anuales en Francia, una de las cifras más bajas de nuestra historia, 250.000 son nacimientos de madre magrebí, africanos o asiáticos, o bien de parejas mixtas. Se puede hablar pues de catástrofe étnica con una dimensión que jamás hemos afrontado en nuestra historia. Un tercio de los nacimientos son protagonizados por alógenos extra europeos según una encuesta del INSEE de 1994. La mitad de estos hijos ya es francesa porque son padres están naturalizados, la otra mitad adquirirá automáticamente la nacionalidad a su mayoría de edad, según el derecho del suelo. Es la "inmigración interior". Las maternidades son una vía de invasión más eficaz que las fronteras.

    Hoy, el 8% de los adultos residentes en Francia son de origen extra-europeo, pero el 20% de los colegiales, mayoritariamente afro-magrebíes, y ¡el 34% de niños menores de cinco años! A este rimo, un tercio -seguramente más- de los adultos será afro-magrebí o asiático en una generación y ¡cerca de la mitad entre los "jóvenes"! Pero las cifras podrán ser aún más graves por la llegada constante de nuevos inmigrantes, jóvenes y prolijos, que vendrán a añadir su capacidad de procreación a la de los extranjeros ya instalados. Las minorías de hoy corren el riesgo de convertirse en mayorías mañana.

    La realidad estadística está maquillada por las autoridades y los medios de comunicación "bienpensantes", pero se hace imposible camuflar lo que se instala en la calle. Se induce hipócritamente a creer que el número de extranjeros en Francia es estable -en torno a 4,5 millones- mientras que la proporción de inmigrados y de alógenos no cesa de crecer. Pero el derecho del suelo y las naturalizaciones masivas camuflan las verdaderas proporciones. El calificativo de "francés", en las actuales circunstancias, ya no tiene ningún significado: las naturalizaciones se realizan aceleradamente -¡desde 1996 a 2000 se han producido 100.000 naturalizaciones anuales que han "salido de las estadísticas" de inmigración- y los hijos de extranjeros nacen franceses. Estos "nuevos franceses" no están, sin embargo, integrados en la sociedad francesa.

    De forma que, por un simple cálculo demográfico, es posible pronosticar que, si nada lo interrumpe, este proceso rápido y masivo, al igual que los EEUU (pero con consecuencias mucho más graves), Francia en el curso del siglo XXI corre el riesgo de no ser ya mayoritariamente un país de raza blanca ni de cultura europea. 

    Ya hoy partes enteras del territorio nacional, como la comuna de Marsella, la villa de Rouvaix, el conjunto del departamento de Seine-Saint-Denis, los distritos XII, XIX y XX de París son zonas donde los europeos ya son una exigua minoría cuando no han desaparecido completamente. La cuestión que plantearé sin temor a lo largo de esta obra será saber si esta colonización de población masiva y brutal no atenta contra nuestros fundamentos biológicos, no corre el riesgo de arruinar nuestra civilización -incluso nuestro sacrosanto crecimiento económico- y hacer progresar nuestra cultura.

    Un desastre demográfico

    La situación de Europa es demográficamente desastrosa, tanto o más grave que durante la gran peste del siglo XIV y, desde luego mucho más que tras las dos guerras mundiales. Europa envejece, ya no renueva sus generaciones al mismo tiempo que acoge a masas afro-asiáticas que cada tienen un mayor protagonismo en la natalidad interior.

    El informe de 1998 sobre las migraciones internacionales publicado por la OCDE anuncia resultados más que alarmantes: "Las migraciones juegan un papel no desdeñable en el crecimiento de la población de numerosos países. Así, desde 1988, el crecimiento demográfico de Europa deriva principalmente de la inmigración más que de los nacimientos, mientras que en los Estados Unidos los nacimientos juegan siempre un papel dominante".

    Y a pesar de la aportación migratoria y de los nacimientos de alógenos, la población europea continúa envejeciendo y en algunas zonas de Italia y Alemania las cifras absolutas son impresionantes. Es decir, la increíble debilidad demográfica de los europeos de origen, puede compararse al etno-suicidio, del que hablaré más adelante. El informe explica: "Francia, el Reino Unido, los Países Bajos y Noruega deben su débil crecimiento demográfico a los nacimientos, mientras que en otras, como España, Grecia, Portugal, Austria y Dinamarca, es la aportación migratoria la que domina".

    Y aún, hay que precisar que en los países donde los nacimientos aseguran aún un minúsculo crecimiento demográfico (debido igualmente a la disminución de la mortalidad esto es a la "multiplicación de los ancianos") una gran parte de los nacimientos y de la renovación por fecundidad natural no es debida a los europeos sino a los inmigrados.

    Es un signo que, simbólicamente, no engaña: que incluso países como Portugal, Italia, Grecia o España, hasta no hace mucho generadores de inmigración y dotados de una alta natalidad, y cuyo nivel de vida económico no es el de Francia o Alemania, sufran hoy una profunda depresión demográfica y proyecten flujos migratorios llegados de África, participando en la enfermedad de Europa.

    El informe observa continuación: "En Alemania y en Italia una muy fuerte inmigración no logra compensar una demografía natural negativa. Es pues difícil contar en la aportación de las migraciones para reducir o frenar el declive demográfico fuertemente marcado en algunos países".

    Así nos encontramos frente a una situación dramática en Europa o no solo la población global disminuye pero donde la proporción de europeos no cesa de decrecer y la de los alógenos de aumentar. La relación de la OCDE precisa: "La aportación demográfica de la inmigración no se limita a las entradas de extranjeros. Se añaden sus hijos, en número más elevado que el de los hogares autóctonos. Así los nacimientos extranjeros o de origen extranjero representan una parte importante del total de los nacimientos en algunos países: 10'1% en 1996 en Francia (mientras que los extranjeros constituyen el 6,4% de la población), 13,3% en Alemania e incluso 22'8% en Suiza". Estas cifras no tienen en cuenta, para Francia, los nacimientos de padres naturalizados o convertidos en franceses por derecho de suelo… Ya que entre los "padres franceses" que hacen hijos, existe una fuerte proporción de magrebís o de africanos que tienen ya la nacionalidad francesa. Los Beurs de la "tercera generación" por ejemplo, los que protagonizan la crónica por sus razias incesantes, no solo son buenos jóvenes franceses sino que ¡también sin jurídicamente hijos de padres franceses! Sin embargo no entran en las estadísticas de nacimiento de extranjeros. En realidad, tal como he dicho antes, los "nacimientos de extranjeros reales" en Francia, es decir, los nacimientos étnicamente no europeos (y esto es lo más importante), son en torno al 30% o incluso más. Y la cifra corre el riesgo de progresar…

    Y de todas formas para agravar el conjunto, todos los que nazcan se convertirán automáticamente franceses… Gracias al derecho del suelo, habrá siempre estadística y jurídicamente muchos franceses en Francia, una mayoría de hecho. Si, pero no serán europeos. Como tampoco los colonos europeos en América no eran indios… Para Europa, finalmente, y no tan lejos en el tiempo, tendrá lugar una explosión o una implosión, la crisis liberadora o el hundimiento. Volveremos a este tema en el capítulo final.

    (c) Guillaume Faye

    (c) Editions de L'Aencre

  • La Colonización de Europa I

    La Colonización de Europa. Guillaume Faye. Capítulo I. Una sinfonía española

    Infokrisis.- Hemos abordado la traducción del libro de Guillaume Faye La Colonización de Europa publicado en el año 2000 por Editions de L'Aencre. Cinco años después de la publicación de esta obra estallaba la intifada en Francia... que había sido prevista en todos los detalles por Faye. Ocho años después las zonas de "non droit" habían pasado a ser más de 2.000 y se reproducían los incidentes de la intifada en la región de Saint Etienne. Cualquier excusa es buena. A pesar de que esta obra se refiere casi completamente a Francia, en el curso de la traducción vamos a realizar un esfuerzo de adaptación aprovechando para introducir los datos relativos a España en los lugares oportunos. Las 250 páginas de esta obra pueden calificarse de proféticas e inducen a una actitud que puede ser resumida en una palabra: Reconquista.

     

    La Colonización de Europa
    Guillaume Faye

     

    Dedicado a la juventud europea


    Introducción
    Una sinfonía española


    ¿Inmigración mal controlada? ¿Exceso de trabajadores extranjeros? ¿Nacimiento tumultuoso y "simpático" de una sociedad multirracial en la "ciudad global" planetaria, cosmopolita y pacificada por Internet? No. Todo esto son ensoñaciones angelicales de intelectuales sin cultura histórica, sin memoria, sin realismo, sin presciencia. Colonización mediante el desplazamiento de poblaciones y estrategia de ocupación definitiva de Europa del Oeste por las masas del Sur y de Oriente en su mayoría musulmanes: esto es lo que vivimos. Y no lo viviremos pacíficamente.

    Las cifras son alucinantes. Citemos tres solamente: el 25% de los jóvenes de 5 a 20 años nacidos en Francia son de origen extra-europeo. En 2010, el islam será la primera religión practicada en el Hexágono francés. El 75% de los actos de delincuencia violenta en 1998 han sido cometidos por magrebíes o africanos. Fuentes discretas: INSEE y ministerio del Interior. Los medios os están ocultando estas informaciones. Lo cierto es que las estadísticas rompen los termómetros. Pero el espectáculo de la calle informa al pueblo sobre aquello que se pretende disimular.

    La invasión se realiza tanto mediante las maternidades como por la política de fronteras abiertas. La derecha blanda y la izquierda enloquecida hablan -cada vez menos, eso sí- de "fantasnas" cuando se evoca la realidad. Minimizan, reinterpretan y se tranquilizan, como aquel pésimo médico que contaba a un enfermo canceroso que solamente sufría de un enfriamiento pasajero. El número de necios es infinito.

    Los expertos y los ideólogos, integracionistas o comunitaristas, de derechas o de izquierdas, buscan tranquilizar, racionalizar "todo pasará cuando nos hayamos sumergido en la multiculturalidad, viva la sociedad pluriétnica relajada y tranquila". La ceguera es total. La implacable lógica demográfica ejecuta rápidamente su obra matemática. Como la voluntad de conquistarnos,  a menudo reconocida por sus autores pero ignorada por la opinión pública.

    Muchos líderes árabes y musulmanes, instalados en Europa o en el extranjero, desean y planifican estratégicamente la colonización irremediable y la ocupación definitiva de nuestras naciones. Algunos hablan incluso de "guerra santa" (djihad) en Europa. Es una venganza y una respuesta a las Cruzadas y al colonialismo europeo. Pero se adivina igualmente la expresión de la nueva voluntad de poder del islam, asociada a un resentimiento étnico implícito. Los otros pueblos del Sur y de Oriente se precipitan por la brecha. Consigna mundial: ¡Hay que conquistar Europa!

    De hecho, Europa se desviriliza, festeja el Gay Pride, asunción de la homofilia triunfante; celebra las bajas tasas de natalidad, el individualismo desbocado, el mestizaje de sus mujeres y el etnomasoquismo. Les ofrece morada, cubre de subsidios y cuidados a ejércitos de falsos refugiados, pero deja morir de hambre a sus "sin techo" autóctonos. Define como inhumana la expulsión de los clandestinos, invasores. Practica la preferencia extranjera. Sus clases políticas, su burguesía xenófila, han querido que se pareciera a mujeres de edad que pagan a gigolós para que se instalen en su casa. Toda ocupación tiene colaboradores: los politicastros y la clase mediático-intelectual forman la armadura del partido inmigracionista, es decir colaboradores de nuestra colonización; están bien respaldados por las jerarquías religiosas católica, hebraica y protestante que no advierten que salsa corren el riesgo de comer. Los pueblos europeos, por su parte, no han sido nunca consultados, sobre todo los medios populares que sufren de lleno el azote y el choque con la inmigración colonizadora. Pronto será muy tarde y se alcanzará un punto sin retorno. Las urnas ya no podrán hablar. No quedarán más que dos hipótesis: la desaparición histórica o la reconquista. Volveremos a este tema.

    La inmigración masiva de los pueblos del Sur y de los musulmanes es el mayor desafío que afronta Europa desde el fin del Imperio Romano. El tronco antropológico europeo está amenazado y, por tanto, toda nuestra civilización: una Tierra ocupada y un Pueblo que ya no renueva a sus generaciones y se hace reemplazar, en su propio suelo, por injertos de otros pueblos, tal es la banal dramaturgia histórica que arrasó el imperio faraónico, a los amerindios y tantos pueblos. La americanización cultural es detestable. Pero uno puede liberarse mucho más tranquilamente de un MacDonald que de una mezquita, de unos jeans antes que de un chador…

    Las tragedias raramente son pacíficas. Y las colonizaciones no se hacen nunca sin enfrentamientos. Vivimos en Francia el inicio de una guerra civil étnica. La inmigración masiva no es sólo económicamente desastrosa (cuesta a Francia en torno a 800.000 millones al año), no ha arruinado solamente a la escuela pública, sino que ha generado el boom de lo que se llama impropiamente "delincuencia". Los barrios arrasados, los disturbios, las razias cada vez más frecuentes de las bandas afro-magrebís, las zonas en las que el Estado Republicano ha desaparecido se multiplican, los saqueos que se extienden al centro de las ciudades y ahora incluso a los campos, a las autopistas, a los trenes, las expulsiones de los europeos de las "ciudades", obedecen a iniciativas, no solamente de criminalidad, sino especialmente de conquista territorial. Esta última es el complemento de la inmersión demográfica. Naturalmente, el islam está activamente detrás de todo esto.  En cuanto a la alta criminalidad de los "Beurs-Blacks" ["beurs": descendientes de los árabes y bereberes inmigrantes en Francia; procede de la inversión del orden de las sílabas de la palabra "árabe": a-ra-beu que daría beu-ra-a y, por contracción beur], no es en absoluto consecuencia de una desesperanza económica o de la pobreza, ni de una pretendida "exclusión social" racista, ni siquiera de una revuelta realizada a imagen y semejanza de las del proletariado de otros tiempo, sino de un deseo de conquista y de humillación de los europeos fundada sobre el resentimiento.

    A la delincuencia de robo y de pillaje, al crecimiento de una economía criminal paralela y parásita, se añade una voluntad de provocación belicosa… Hay que oír las palabras de las bandas de rap IAM, NTM o African Affirmation... Créame: todavía no hemos visto nada. La designación de los símbolos del Estado como objetivos (bomberos, policías, empleados de correos, inspectores de trenes, etc.) así lo atestigua, al igual que la progresión rápida de las instituciones islámicas controladas por los países árabes en todas las ciudades de Francia. Sustraer a Europa de su soberanía, primero interior, luego exterior, es un proceso que ha comenzado. Relean la historia...

    En cuanto a los que nos señalan el "modelo multirracial americano", simplemente no conocen la naturaleza profunda de los Estados Unidos, faltos, sin duda, de haber vivido allí, como yo he podido hacerlo. Los Estados Unidos, son una sociedad financiera y policiaca, multiétnica y multirracial, una "no tierra sin pueblo", un calidoscopio gigantesco y humano repartido sobre un espacio inmenso, capaz de administrar muy bien las migraciones de poblaciones heterogéneas. Pero Europa, que es un Pueblo, sobre una red territorial muy reducida, no puede soportar el caos étnico sin guerra civil.

    Los sueños de los futurólogos se convertirán en humo. El futuro está en el regreso y en el desarrollo de los comportamientos ancestrales, particularmente de las civilizaciones consideradas como los bloques étnicos. El paradigma del mestizaje universal, del "ciudadano del mundo" jamás se impondrá. Y, a despecho o a causa de la tecnociencia, el futuro será más arcaico -es decir, en el fondo, más etológicamente humano- que el pasado reciente. Estará dominado, a causa de la densidad humana creciente del planeta, por conflictos de pueblos, por el control de las tierras, los mares y las fuentes energéticas. Europa peninsular es la primera en ser ansiada. No por Rusia, sino por los Estados Unidos, económica y estratégicamente, y por el Sur bajo la bandera del islam.

    La guerra étnica a cuyos primeros brotes estamos asistiendo, no es materia ni de la sociología ni de la criminología. Es geopolítica y geoétnica. Al término de una guerra, la historia proclama siempre a un vencedor y a un vencido. El vencido es, en general, aquel que rechaza el enfrentamiento, que niega la agresión, que toma al enemigo por su amigo. Mañana, si cien ciudades ardieran al mismo tiempo, ninguna fuerza de orden público estaría en condiciones de hacer nada tal como demuestra el cálculo numérico… Mañana, los jóvenes inmigrantes, contrariamente a los cálculos estúpidos del Partido Socialista o de los Verdes, no votarán por estos partidos, sino que aspirarán a tener representantes de su campo, musulmanes, que exigirán privilegios ante el poder. Es la lógica de la colonización por lo bajo.

    Es posible que les vaya a sorprender, al igual que el médico que prescribe al enfermo la operación como última posibilidad, pienso que el estallido neto de una guerra civil étnica puede ser incluso necesario. Cuando una situación se vuelve insoportable, inextricable, solo la catástrofe -según la teoría matemática del mismo nombre- puede haber caer un sistema en el caos para que otro orden nazca. La juventud europea ¿va a tomar conciencia y a defenderse, animada por la memoria y la voluntad? Quizás no. Quizás…

    No será desde luego el Estado de Derecho y sus policías impotentes quienes podrán combatir el caos étnico, sino el pueblo mismo: nuestro pueblo. No se tratará entonces de una "guerra civil" en el sentido fratricida clásico, sino mucho más de una guerra de liberación. La historia es irónica: Francia viviría entonces la situación de Argelia en 1960…

    Pero es preciso no negar al enemigo su nobleza ni la humana justeza de su causa: ocupa el territorio que tú abandonas. Preserva su suelo y su sangre, extiende su suelo haciéndose con el tuyo y reemplaza tu sangre por la suya. El enemigo juega su papel y es estimable. Solo el colaboracionista, es decir el traidor, no lo es en absoluto.

    Todo pueblo invadido en su tierra ha tenido siempre una consigna: de la Resistencia a la Reconquista. La "ayuda de regreso", brillante invención del economista de cámara Raymond Barre, en la historia, jamás ha funcionado verdaderamente… Reconquista, ¿una sinfonía española?

    (c) Autor: Guillaume Faye
    (c) Edición francesa: L'Aencre
    (c) Traducción: Ernest Milà