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Eje Futuro - Page 52

  • Hay temor, pero se niega una eventual guerra étnica. La Colonizacion de Europa

     

    " Todo va bien, no habrá guerra civil, el Estado lo tiene todo en sus manos". Tal es el discurso oficial implícito. Aquellos que lo sostienen no han sido evidentemente jamás atacados de noche o en un tren, jamás asistieron al saqueo de un supermercado, jamás vieron una horda étnica; son los periodistas-espectáculo o los políticos. El tabú se formula así: "sobre todo, no evocar la amenaza de una guerra civil étnica". Si no, a uno se lo asimila a un profeta de la desgracia, a un provocador de la violencia. Nadie debe contravenir el tabú del optimismo oficial respecto del pretendido control de la violencia étnica. 

    Los medios tienen el orden de minimizar, o de no decir nada de los tumultos y de las incursiones. Jamás la televisión mostró los bosques de banderas algerianas y de eslóganes escritos en Árabe en las circunscripciones de los suburbios (como durante el "festival" del mundial de 1998). Tampoco nunca ninguna fotografía o film sobre los numerosos graffiti del tipo: " Los Árabes enculan a Francia ". Se trata de disimular todo signo de hostilidad. El fuego deja rescoldos, pero dormid en paz, bravos palurdos, no habrá incendio. Aquellos que piensan lo contrario desarrollarán fantasías vergonzosas, siendo una cuestión de la psiquiatría o de la provocación.     

    * * *

    Por tanto, se llega a un punto en que la izquierda "antirracista" misma, que teme esta amenaza, comienza a entrar en pánico ante las consecuencias de su propia laxitud. El trotskista Julien Dray, al cargo de la política del consejo regional de Ile-de-France, afirmó en una entrevista: " Es urgente tener en cuenta hasta qué punto dos mundos están en camino de construirse paralelamente. Hay urgencia, hace falta actuar muy rápido, si no se puede pagar caro en los años venideros. Las armas de fuego saldrán". Y ya empiezan a salir. Cada vez más frecuentemente, las armas de fuego, de caza o de guerra, son empleadas en los actos delictivos. Lo cual prueba, en las ciudades, la existencia de arsenales. Recientemente, el Estado ha exigido que todos los poseedores de armas de caza las declararan. Se trata de disuadir a los Europeos de utilizar fusiles en caso de tumultos, de incursiones, de guerra en las calles o de agresiones. Por supuesto, los Beurs-Blancs de las ciudades de inmigrantes no declaran jamás sus armas. Todo sucede como si se quisiera desarmar a los Europeos, creyendo que esta medida chapucera impedirá la guerra civil. Simplemente se arriesga con ella a favorecer la victoria de los instigadores sobre el terreno.     

    El Estado mismo no excluye la hipótesis de una guerra civil étnica mientras lo exorciza. Estas simulaciones de disturbios a gran escala, simultáneas a lo largo de todo el territorio, han sido emprendidos, con la implicación de la policía y de la gendarmería, e incluso del ejército. Comienza la preocupación respecto del éxodo de las poblaciones europeas (socialmente favorecidas) desde las zonas donde la proporción de inmigrantes y de sus perjuicios sobrepasan cierto nivel. Después de 1994, según el último censo del INSEE (Instituto nacional de las estadísticas y los estudios económicos) 500.000 personas dejaron Ile-de-France y el mismo fenómeno comienza a notarse en las conurbaciones de Marsella, Lyón y Lille (20000 Europeos abandonan cada año Marsella). El ministerio de interior sabe muy bien que la partición territorial ha comenzado. Pero que nadie a se le ocurra abrir la boca...

    Los poderes públicos no ignoran que la delincuencia afro-magrebí representa en las grandes aglomeraciones entre el 50% y el 70% de la criminalidad general y se atribuye como causa del 90% de las agresiones violentas contra personas y bienes. Y uno se imagina que faltan hechos, que se atenúan o se hacer desaparecer. Vieja táctica del exorcismo social: creyendo que no nombrándolas, se van abolir las cosas. El Estado rehuye comunicar las estadísticas establecidas en términos de origen étnico; la prensa minimiza o obvia los disturbios (2 por semana en Francia en 1998 constatadas por la A.F.P., pero raramente con repercusión mediática) como las agresiones y crímenes racistas contra los Blancos. Se habla de "jóvenes" en un lenguaje almidonado, para no asustar a la población, como si se tratase de un problema socioeconómico o cultural de conflictos de generaciones. Se intenta hacer pasar un conflicto étnico-racial por un conflicto generacional. O, si procede, por un conflicto socio-económico.   


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    Pierre Vial escribió: " Se asiste asimismo a los preliminares de una guerra étnica  " (en Guera étnica, la amenaza, articulo aparecido en Terra et Peuple en otoño de 1999). En este artículo, cita la conclusión alarmista del todavía muy políticamente correcto Progrés de Lyon, luego de una ocupación sangrienta cometida en Saint-Etienne: " Esta auténtica guerrilla urbana ha devenido hoy moneda en curso. " Incluso los medios bien-pensantes no pueden impedir levantar un poco el velo.

    Muchos altos funcionarios, que son bastante más informadores, me señalaron que la principal preocupación del Ministerio de Interior después de 1995 es el de evitar que la delincuencia no se torne guerra civil, de reflexionar qué se puede hacer para enfrentar y sobre todo evitar que los franceses no crean en esta posibilidad para que no lo creen ellos mismos.

    El Estado no tiene el coraje de afrontar una tal guerra civil étnica. Por medio de una política chapucera, intenta comprar la calma de las "poblaciones peligrosas"

    Ellos saben que las ciudades incontrolables y las zonas de no-derecho sobrepasaron los 200 aproximadamente al comienzo del decenio hasta 1200 aproximadamente en 1999. Saben que, como al comienzo de la guerra de Algeria, el engranaje está colocado y comienza a rodar a toda velocidad. Pero esperan poder detener el curso del destino a través de las viejas recetas financieras o de políticas de "reorganización de las fuerzas del orden", como si fuera una cirugía sobre una pierna de madera.

    En realidad, esta generación que nos gobierna, la mía, la del baby-boom y del Mayo del 68, sumida en una ideología incorregiblemente conciliadora rechaza la idea misma de conflicto. Las nociones de enfrentamiento y de urgencia les son insoportables. Pero saben, en el fondo de sí mismos, que no pueden escapar a ellos.

  • Etiopia

    “Aparte del sida, África no nos aporta nada”

     

    Kevin Myers.- Al tiempo que los Estados africanos se niegan a tomar medidas para restablecer un parecido de civilización en Zimbabue (en esa época el gobierno de Robert Mugabe expropiaba las granjas de los blancos), deberíamos los occidentales, al parecer, vaciarnos los bolsillos una vez más, en esta ocasión para Etiopía. Etiopía ya estaba en el centro de la actualidad hace cerca de 25 años, con la campaña contra el hambre de Bob Geldof. Desde entonces la población de ese país ha saltado de 33.500.000 a 78.000.000 de habitantes…

    ¿Por qué demonios debería yo fomentar el crecimiento demográfico catastrófico de ese país? ¿Dónde está la lógica? No hay ninguna. Y dos cosas me dicen que la lógica no cuenta en este asunto. La primera es mi conscienca. La segunda es la imagen, una vez más, de esos niños que, una vez más, miran al objetivo con sus grandes ojos abiertos, ilustrando, una vez más, la tragedia que, una vez más, etc, etc… Lo siento, pero yo he recorrido ese país, a pie y financieramente. Contrariamente a muchos de vosotros, yo he estado en Etiopía. Al igual que muchos de vosotros, he dejado mi dinero en la hucha de la caridad para las asociaciones que luchan contra el hambre por allí. El niño con los grandes ojos que hemos salvado hace más de 20 años es hoy un hombre en celo, armado de un Kalashnikov y procreando como le da la real gana al ritmo de sus sacudidas hormonales.

    Habrá buenas razones para prolongar ese sistema económico, social y sexual desequilibrado y destructor. Ignoro cuales son. Y sin duda hay muy buenas razones para no escribir este artículo
    .
    Estas líneas no me granjearán ninguna amistad. Más bien provocarán la ira indignada de los lectores bienpensantes que no pierden una ocasión de pervertir el debate público irlandés con sus mofas y sus conminaciones morales. ¡Qué más da! Pero por piedad, vosotros, los representantes de las ligas de virtud bienpensantes, ahorrénme las alusiones a “nuestra hambruna” y a las analogías demasiado fáciles (se refiere a la “Gran Hambruna” irlandesa entre 1845 y 1952, que causó entre 2.000.000 y 2.500.000 de víctimas). No hay comparación posible entre ambos casos. En 20 años de hambruna, la población de Irlanda se vio reducida en un 30%. Durante ese mismo lapso de tiempo, gracias a la ayuda alimentaria, a los semi remorques Mercedes de cinco ejes y a los aviones Hércules, la población de Etiopía ha aumentado en más del doble.

    Lamentablemente, este país devastado no está solo en su locura… En algún sitio, en este continente maravilloso, se encuentra Somalia: otro encantador país bien surtido de vagos perpetuamente en celo, blandiendo Kalashnikovs, masticando khat (un estimulante vegetal que se masca, usado tradicionalmente en Yemen, Etiopía, Somalia y otros países árabes vecinos del Cuerno de África) y prácticándoles la ablación genital a sus hijas. África es un continente casi enteramente poblado de indigentes en celo sexualmente hiperactivos y decenas de millones de personas no sobreviven más que gracias a la ayuda internacional, es decir occidental.

    Esta dependencia no ha fomentado la prudencia política o el simple sentido común. La estupidez del vudú parece ganar terreno y el próximo presidente de Sudáfrica (el artículo fue escrito en 2008) está persuadido que un poco de agua del grifo sobre el pene después del coito es buen medio para prevenir las infecciones. Además, la pobreza, el hambre, y el descalabro social no han podido impedir las guerras en el Tigré (Etiopía), en Uganda, en el Congo, en Somalia, en Eritrea, etc…

    Esta es una situación pintada con trazos gruesos, sin duda. Pero es así que la Historia pinta a menudo sus episodios más sórdidos, los más decisivos también. Japón, China, Rusia, Corea, Polonia, Alemania, Vietnam, Laos, Camboya y otros han tenido que superar situaciones mucho más duras que las que soporta África. Muchos de esos países ayudan hoy a este continente e invierten en él, mientras que África, con sus enormes savanas y sus opulentos pastizales no aporta prácticamente nada a nadie, como no sea el sida.

    Mientras tanto, las poblaciones africanas agotan sus recursos y provocan daños ecológicos catastróficos. En 2050, la población de Etiopía alcanzará los 177.000.000: el equivalente de Francia, Alemania y el Benelux juntos, pero situados en la zona más árida y devastada del Valle del Rift, donde las fuentes de proteínas son cada vez más escasas.

    ¿Qué sentido tiene fomentar activamente el aumento de la población de un país ya sobrepoblado, con un entorno devastado y económicamente dependiente? ¿En qué es moral salvar a un niño etíope de la hambruna y permitirle sobrevivir en un contexto de circuncisión brutal, de pobreza, de hambre, de violencia y de esclavitud sexual, un niño que a la vuelta de la esquina engendrará una media docena más de niños con grandes ojos abiertos, cuyas perspectivas de vida serán igual de halagüeñas que las de sus padres? Ayudar a esta gente ayudará sin duda a los caritativos a sentirse mejor, y esa es la principal razón de esa caridad tan inútil como abundante. Pero eso no es suficiente.

    Esa caridad interesada es una de las plagas de África. Ha permitido mantener a regímenes políticos que se habrían derrumbado sin ella. Ha prolongado en 10 años la guerra entre Eritrea y Somalia. Ha inspirado a Bill Gates un programa de erradicación de la malaria, cuando en realidad, con la ausencia casi completa de autodisciplina, esta enfermedad es actualmente una de las formas más eficaces de control de las poblaciones.

    Si ese programa tiene éxito, se jacta Bill Gates, decenas de millones de niños que habrían muerto en edades tempranas, llegarán a la edad adulta. Muy bien, ¿y después? Hmm… ¡ya sé! Que se vengan todos para aquí. Esa es una buena idea. ¿No les parece?

    *Kevin Myers, periodista irlandés, escribió el artículo en 2008.