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El islamismo es menos peligroso que el islam

Por Guillaume Faye |

La opinión que aquí expongo difiere de las ideas comúnmente aceptadas por la ideología dominante que mira el mundo a corto plazo y por el ojo de la cerradura. No voy a repetir aquí todos los hechos conocidos y difundidos por la marea mediática, sino voy simplemente al análisis, no emocional sino político. Estos son los 13 puntos de la tesis que defiendo: el verdadero peligro, es menos el terrorismo islamista que la islamización.

1) Nos centramos en la amenaza islamista llevada a cabo por asesinos fanáticos, que cometen atentados bárbaros, del tipo Mohamed Merah (Toulouse 2012) o Mehdi Nemmouche (Bruselas 2013), y que pueden volver aguerridos y muy motivados de Oriente Próximo formados por el Estado Islámico. Pero el terrorismo, hay que recordar, nunca ha hecho enormes cantidades de muertos ni de destrucciones. Mucho menos en todo caso que los accidentes de carretera, las epidemias y las guerras. Ciego y muy mediatizado, el terrorismo golpea y paraliza la opinión. Pero es apenas una picadura de avispa. Hay algo mucho más grave que el islamismo terrorista, y es la islamización por abajo, como la humedad que carcome las paredes.

2) Por el contrario, la violencia islamista genera paradójicamente un “efecto antiislámico”, ya que provoca una toma de conciencia contra el peligro de la islamización y la verdadera naturaleza del islam. Asímismo, todos los excesos de los musulmanes de Francia y de Europa, en su fase de conquista (Dar el-Arb) son creadores de una toma de conciencia: reivindicaciones, provocaciones, agresiones, mujeres veladas integralmente, disturbios, páginas y blogs yihadistas…

3) Es por esta razón que los musulmanes inteligentes y astutos que quieren conquistar Europa a la chita callando (por la inmigración y la demografia) condenan todas las violencias islamistas estúpidas y todas las provocaciones de un islam fundamentalista y radical. Estiman esta actitud torpe, prematura y contraproductiva. Es un cálculo estratégico cauteloso y disimulado. A menudo sus condenas de los degollamientos de occidentales son simples lágrimas de cocodrilo.

4) Únicamente los ignorantes creen que existe una diferencia entre islamismo e islam. Es simplemente una cuestión de grado, de fase, de estrategia del lugar y del momento en la lucha de conquista, la yihad que puede adoptar cualquier forma según las circunstancias y las necesidades. El islam es un bloque intolerante a todo lo demás. El islam moderado, laico o “corregido” por aggiornamento es una imposibilidad y corresponde a una fantasía de borrego occidental ingenuo que se deja atrapar en la trampa, como Caperucita Roja por el lobo disfrazado.

5) La estrategia occidental consistente en ir a hacer la guerra y bombardear a los países musulmanes para erradicar los focos terroristas islamistas que nos amenazan (y para instalar una democracia incomprensible para esos pueblos) es una completa estupidez. No se nos ha perdido nada en esos países. Eso es contraproductivo y desembocará al empantamamiento militar y la derrota como en Afganistán y otros lugares. Y además provocará la fanatización de las masas musulmanas frente a los “cruzados”.

6) La única solución sensata hubiera sido el “cordón sanitario”: bloquear toda inmigración arabomusulmana hacia Europa y establecer una seguridad seria. A partir del momento en que se ha dejado instalarse en Europa millones de musulmanes (sin contar los demás inmigrantes), hemos dejado entrar el lobo en en redil con las ovejas.

7) Innumerables declaraciones de autoridades musulmanas en Europa y en todo el mundo, en perfecto acuerdo con las exhortaciones coránicas, llaman a una conquista de Europa, y particularmente de Francia, por el islam sunita. Estas llamadas no son efectuadas en nombre de una yihad violenta. Recomiendan una toma de proder progresiva, por abajo, gracias a la demografía y a los flujos migratorios. Francia está destinada, en su pensamiento, a convertirse en Dar al-Islam (tierra del islam). El resto de Europa seguirá después. Estas llamadas y este objetivo son difundidos en Internet y otros medios entre todos los musulmanes de Francia y de Europa y podemos estrar seguros de que no caen en oídos sordos.

8) Hay dos elementos extremadamente preocupantes: no sólo la progresión númerica de europeos autóctonos convertidos al islam, sino también la islamofilia de las autoridades políticas y judiciales, la mayoria de las élites mediáticas y culturales, inconscientes o cómplices. El islam adquiere un estatus privilegiado y protegido y la “islamofobia” no es tolerada por el Estado “laico”. Mientras tanto la cristanofobia es ignorada y la judeofobia muy blandamente reprimida, sobre todo en función del origen de los culpables, generalmente musulmanes. Esta islamofilia oficial, síndrome de sumisión por adelantado, está preparando el terreno a la islamización generalizada.

9) Se percibe una contradicción absoluta entre, por un lado, los esfuerzos desesperados, con medios militares de capa caída, para ir a combatir al exterior el yihadismo o para tratar de perseguir a los asesinos islamistas potenciales en Francia, y por otra parte, el increible apoyo a la implantación masiva y continua del islam en Francia. Eso es simplemente esquizofrenia.

10) Los atentados islamistas son a corto plazo, claro está, algo horrible, pero estos permiten una toma de conciencia para definir el enemigo. Mucho más terrible es la perspectiva, en el transcurso del siglo XXI de la desaparición de Francia, su identidad milenaria, su ser. Las proyecciones demográficas (inmigración sin control y fomentada y la natalidad interior de las poblaciones extraeuropeas) son inquietantes. Idem para otros países de Europa. El islam no tolera nada fuera de sí mismo. Contrariamente a la pusilanimidad inconsciente de las ideologías occidentales, posee los defectos y las cualidades siguientes: memoria, tenacidad, intolerancia, hipocresía, paciencia, astucia, fanatismo abierto y violento o disimulado, simplismo dogmático, voluntad de dominación brutal. Su gran debilidad es que como toda fuerza de hegemonía primaria e implacable, teme el castigo y cae fácilmente en la cobardía cuando el equilibrio de fuerzas se invierte en su desventaja.

11) No es el islamismo bárbaro y asesino del Estato Islámico lo que provoca el martirio de los cristianos de Oriente y su erradicación. Éste no hace más que completar su eliminación por el propio islam, en plena tarea desde hace varios siglos. Como nos advierten los propios cristianos de Oriente, nosotros los europeos debemos desconfiar: la misma suerte podemos correr mañana si nos dejamos colonizar por una inmigración de mayoría musulmana, sobre todo con la radicalización y el retorno a las fuentes del islam mundial. La convivencia con otra civilizción o con otras creencias es fundamentalmente inaceptable para el islam, salvo de manera provisional. Al final, hay que someterse o desaparecer.

12) La cuestión que hay que hacerse es la de Carl Schmitt: ¿Quién es el enemigo? No el adversario, es decir el competidor (por ejemplo los EEUU), sino el enemigo. El enemigo es aquél que te amenaza y quiere tu perdición, a corto o largo plazo, aunque no te lo diga. El adversario sólo quiere debilitarte y ganar el partido. Hay que tener el valor de señalar el enemigo principal: el “terrorismo islamista” me parece un engaño, un señuelo, o más bien un avatar. Un avatar de lo que lo domina, inspira y motiva: el propio islam en su verdad ancestral.

13) Acabemos sobre una nota positiva. Las poblaciones autóctonas (sobre todo en Francia) de las clases populares, las que están en contacto con la realidad y tienen sentido común, manifiestan una creciente rechazo contra la islamización y más allá de esta, contra la inmigración masiva descontrolada. Justo lo contrario que las élites, los grandes medios de comunicación y los partidos actualmente en el poder. Es una buena noticia. A condición de que eso desemboque sobre la convicción siguiente: la solución no pasará por negociaciones ni por las fantasías de la “integración”, sino por esta simple consigna: desislamizar Francia y Europa.

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