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  • El error etnopluralista, defensa del etnocentrismo. La Colonizacion de Europa.

    " No necesito a nadie en una Harley-Davidson "
    Canción de Serge Gainsbourg interpretada por Brigitte Bardot

    Otro gran prejuicio, que proporciona también un florilegio de tabúes, concierne a lo que se podría llamar el "igualitarismo planetario"

    Es necesario acabar con esta opinión falsa, que por demagogia y preocupación hacia la corrección política afirma la equivalencia de todas las civilizaciones y la igualdad respecto de las creaciones de todos los pueblos. Este argumento es defendido por los etnólogos como colofón a la leyenda del buen salvaje de los románticos. Se trata de una impostura intelectual y de un sentido común retorcido. Liberándose de este intelectualismo irrealista, es necesario reconocer esta evidencia histórica: la civilización europea es superior a todas las demás. Es la más alta, la más brillante y la más completa forma de civilización jamás aparecida en la historia, como reconocieron Raymond Abellio (en La estructura absoluta), Oswald Spengler (en La decadencia de Occidente, obra premonitoria) y su discípulo Parker Yockey en Imperium. No siempre fue así: en su período de ascensión, la civilización europea fue igualada, o incluso superada, por algunas civilizaciones orientales. Pero, a partir del siglo XVI, se desmarca del pelotón. En todos los dominios, se afirmará como la más prolífica, la más creativa en las artes, las ciencias, la técnica y los descubrimientos. Si se hiciera, desde un mundo extraterrestre, el balance cultural y civilizacional de la humanidad en los campos tan diversos como la arquitectura, la poesía, la literatura, las artes plásticas, la música, la astronomía, la física, las ciencias naturales, las matemáticas, la filosofía, la espiritualidad, la medicina, las técnicas aplicadas, etc; en síntesis, todas las disciplinas cerebrales, sensitivas, tecnocientíficas, organizacionales, se reconocería fácilmente que la civilización europea es responsable de aproximadamente el 80% de las destrezas de la humanidad, desde la Antigüedad hasta el siglo XX.

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    Sin embargo, en esta época de decadencia, los intelectuales de todas las clases y condiciones, atrofiados por el espíritu falso, por este "espíritu que todo lo niega" según Goethe, desarrollaron la tesis escolástica de la incomparabilidad entre civilizaciones. Según esta teoría puramente abstracta, todas las civilizaciones, incluso las más minúsculas y las más lejanas, serían diferentes pero iguales. Es totalmente contradictorio, así me lo hizo saber Giorgio Locchi, que aquellos que dicen pertenecer a la derecha inigualitaria defiendan esta posición de la igualdad y de la incomparabilidad de las civilizaciones en nombre del difuso "etnopluralismo"

    Dicha postura asume que no hay criterios objetivos de comparación entre las civilizaciones, lo cual es una ofensa simple y llana al sentido común. Se considera que las esculturas de Miguel Ángel equivalen, ni más ni menos, a las estatuas africanas o precolombinas, o que la invención de la sociedad industrial y de la tecnociencia no es el sello de los espíritus superiores (cualesquiera que sean por otro lado, y que retomo en otros fragmentos los trágicos problemas que plantean), o que una ópera de Mozart no supera una música ritual de Asia o de Oceanía, etc. En pocas palabras, que todos los pueblos serían iguales en su genio. Esta es la doctrina indefendible del tout vaut tout, de la idolatría de la Diferencia. Se han visto incluso intelectuales, dominados por una abducción cerebral, sostener la tesis de que la civilización europea es inferior a las otras. Sin comentarios.

    Hay criterios objetivos y universales de comparación entre las civilizaciones (aunque entre los sistemas morales y étnicos, estos criterios deban ser atenuadas). Hay religiones objetivamente superiores a las demás ya que sus obras espirituales son más elevadas y no dan lugar a masacres. Se podría multiplicar los ejemplos en todos los dominios. Por otro lado, los otros pueblos lo reconocen ellos mismos implícita o explícitamente. En Japón, por ejemplo, la música europea es reconocida como más evolucionada que su música nacional.

    Es bien evidente que los chinos, los egipcios, los hindúes, los árabes y tantos otros, han aportado tesoros incomparables en el cesto de la humanidad. Pero ninguno de estos pueblos aportó tanto como la civilización europea. Ésta es una evidencia tan clara, tan sólida, tan reconocida por la humanidad entera que es evidentemente (y psicoanalíticamente) aprisionada, negada, reducida a la nada,  -y sobre todo por los complejos de los propios Europeos. La verdad duele pero cura. La aplastante superioridad de la civilización europea -en todos los dominios del espíritu humano- fruto del cruce interétnico de los Celtas, de los Germanos, de los Mediterráneos y de los Eslavos, es de una tal claridad que es demasiado simple, demasiado luminosa para ser admitida por los "bellos espíritus", siempre ávidos de razonamientos tortuosos. Pero en el inconsciente colectivo de todos los pueblos del mundo, se impone al fin, y todas las disertaciones eruditas no pueden hacer nada respecto de ello.

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    Se podría plantear una objeción, que circula en los entornos de la derecha tradicionalista o evoliana sumida en el mito de la Edad de Oro y de la decadencia de la Edad de Hierro actual, como en aquellos de la izquierda o del ecologismo: las civilizaciones tradicionales fueron (o son aún) más armónicas y respetuosas entre el hombre y la naturaleza que la selva tecnoindustrial desarraigada y brutal creada por la civilización europea y su culto de la mercancía y del materialismo. 

    En primer lugar, es un poco apresurado y angelical idolatrar las sociedades tradicionales y las civilizaciones tribales o de clanes primitivas de los demás continentes. La pretendida "armonía" no es más que el producto de una visión exterior, la nuestra. Pero es cierto, y lo retomo, que la extraordinaria prolijidad de la civilización europea ha acabado por dar lugar a un sistema mundial, que se dice "occidental", del dominio tecnocientífico y económico de la Tierra, y que ha igualmente proyectado sobre la civilización -que es hijo americano respecto del cual no demostraré aquí los enormes inconvenientes, ya que no es ahora cuestión.

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    Por tanto, la civilización europea es prometeica y en consecuencia está sellada por la tragedia de su propia expansión. Extendiéndose al mundo entero, se ha despojado de ella misma ya que su identidad ha devenido mundial. Esto es lo que yo había explicado, hace tiempo, en el ensayo L'Occident comme Déclin. Deviniendo "civilización occidental", influyendo en el mundo entero, la civilización europea ha acabado desarraigándose, por olvidar su identidad y la savia que alimentó su joven potencia. Su hijo pródigo y hostil, los Estados Unidos de América, de algún modo la secó. La civilización europea ha sido víctima de su propia expansión victoriosa, exactamente como el Imperio Romano, que constituyó los preliminares. El apogeo de la civilización europea se sitúa entre el fin de la Edad Media y el comienzo del siglo XX. Pero la roca de Tarpella se encuentra cerca del Capitolio, la rosa marchita tras su florecimiento. Durante el siglo XX, la civilización europea que influyó en la tierra entera es víctima de su victoria, pero también de sus divisiones y de sus guerras intestinas, de las cuales los dos últimos conflictos mundiales son el ejemplo trágico. La declinación se produce extremadamente rápido, en términos de demografía, de soberanía, como de influencia. En 1900 Europa dominaba el mundo (pero el gusano ya era invisible en la fruta); solamente tres generaciones más tarde, el paisaje ha cambiado radicalmente. Veinte generaciones de crecimiento, tres generaciones de caída.   

    Hoy, Europa está colonizada por aquellos a quienes civilizó -los pueblos del Sur- y está dominada por su retoño, su engendro: el Occidente americanomorfo. Éste se ha desarrollado y ha avanzado demasiado lejos los valores -incluso a veces las mismas cualidades- que habían favorecido su expansión y que acabaron por revolverse contra ella, como el individualismo y el materialismo, el espíritu de apertura y el universalismo.

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    Nada está perdido tal vez. El núcleo de genio europeo existe siempre, pero ¿Por cuanto tiempo aún? Históricamente la civilización europea pasa de una fase ofensiva y expansiva a una fase defensiva. Pero la defensa no es más que el preludio del contraataque. Y mientras tanto, defensa para la reconquista del Territorio y reconquista de la Sangre.

    Bien entendido, una reconquista interior, es decir, espiritual y cultural, se exige igualmente. La civilización europea debe hacer autocrítica: acabar con el universalismo, esta ideología proselitista, de la conversión de los otros a sus propios valores -que el Occidente americano, en su línea del cristianismo ha empujado demasiado lejos. Pero sobre todo hace falta romper esta enfermedad europea, que nace de una curiosidad demasiado grande hacia las otras culturas, hacia los otros pueblos (sí es un buen sentimiento, pero que deviene mortal si es exagerada) que se puede calificar de xenofilia, de valorización del otro, de interés excesivo por sus pretendidas creaciones. Conviene desconfiar de este interés por el otro, mientras que sus civilizaciones (incluso si tienen perfecto derecho a vivir) nos aportarán pocas cosas y nos podrán dañar mucho. Que los demás desarrollen sus pretendidas culturas geniales y que den pruebas de ello. Imitémosles, practiquemos el egoísmo cultural. Esto sería un buen antídoto a esta fragilidad intrínseca de la civilización europea, contrapartida de su excesivo espíritu de apertura. 

    No es suficiente decir: "¿Qué nos puede aportar el americanismo cultural, este monstruoso retoño de nuestra propia civilización europea? Nada". Hace falta igualmente atreverse a decir: "¿Qué nos puede aportar el budismo o el islam? Nada. ¿Qué nos aportan los ritmos africanos? Nada". Desde este punto de vista hace falta realizar una revolución interior como una suerte de autocentrismo cultural que se podría resumir en este slogan: que los otros hagan en sus casas lo que quieran, pero nosotros no necesitamos a nadie. Hace falta en consecuencia romper a la vez estas dos tendencias contradictorias de Occidente: el proselitismo universalista (los "derechos del hombre", el "desarrollo", la "democracia", etc) y la atención exagerada hacia las otras culturas, la voluntad ingenua de exportar su modelo ideológico y económico vinculada a la fascinación por los otros pueblos. Aquí de nuevo, asumiendo el riesgo de sorprender o de impactar, creo que es necesario responder: sí. Uno de los prejuicios centrales de la época se puede formular así: "Es en la apertura hacia las otras culturas como la civilización europea se enriquece". Y los defensores de esta tesis mencionan los pretendidos beneficios de las aportaciones chinas, árabes o africanas. Sin embargo, un estudio serio y honesto de la historia sería suficiente para demostrar que estas aportaciones han sido insignificantes, nulas, negativas. Por otro lado, la aportación de la civilización europea ha sido decisiva para la expansión, o incluso la supervivencia de las civilizaciones mencionadas anteriormente.

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    Del mismo modo, la aportación de los Estados Unidos a la cultura europea ha sido también negativa, porque el americanismo ha sido sinónimo de debilitamiento y de desculturalización. En realidad, Europa ha dado mucho y recibido poco y ello que ha recibido de los otros lo desposeyó de sí misma.

    Los defensores de la tesis de la apertura nos representan como una fantasmagoría dramática la idea de que la civilización europea puede "cerrarse sobre sí-misma", declinar, como una fortaleza desprovista de recursos. Sin embargo la historia enseña que en todos los dominios Europa no debe más que a sí misma los mayores avances de la civilización, tanto en los campos intelectuales como técnicos. La civilización europea es auto-construida. Se podría sostener que la civilización europea se edificó sin la aportación de ninguna otra civilización. Y esto, a pesar de la leyenda de las aportaciones árabes, como el álgebra o el redescubrimiento de la Antigüedad. 

    La civilización europea es la única capaz de su propia metamorfosis interior -cosa que ninguna otra sabe hacer- de transformarse por ella misma, de evolucionar, de innovar sin la ayuda de ningún estimulante exógeno. Esto se explica por su diversidad interior, por los intercambios en el seno de pueblos diferentes pero emparentadas en el interior de la familia indoeuropea. Nuestra civilización fue en la historia una suerte de humanidad por sí misma; fue un macrocosmos allí donde las otras no fueron más que microcosmos.       

    A lo largo de los siglos XIX y XX, todas las aportaciones exteriores, sobre todo en las artes, han sido negativas y regresivas (todo lo que vino de África), son insignificantes y superfluas (todo lo que vino de Asia). Por otro lado, sin la aportación de las ideas europeas, las grandes civilizaciones chinas, árabe e indias, o incluso japonesa, no serían lo que son actualmente. Se estancarían.

    Evidentemente, hubo una aportación exterior, y fue de envergadura: el cristianismo. Pero aún así, es necesario reconocer que todo lo que fue civilizador en el cristianismo fue europeo, y no oriental. Las catedrales góticas y el culto a los santos, la teología, la espiritualidad no tienen nada de oriental. El cristianismo, sincretismo entre un monoteísmo próximo a lo oriental y las mentalidades paleo-arias, fueron en realidad una religión enteramente compuesta del espíritu europeo precristiano.

    Como fue dicho más arriba, esta "modernidad", esta esfera occidental creada por la civilización europea ha acabado por tornarse trágica. El modelo europeo, devenido mundial, acabó por amenazar a la misma Europa y a la humanidad entera, por universalismo y un culto desenfrenado del desarrollo. Y es que, como toda civilización superior, nuestra civilización oculta un vicio importante, y por consiguiente un enorme riesgo. 

    Este vicio, es a la vez el universalismo y el interés demasiado grande concedido a los demás pueblos, ésta es la parte inversa y la parte negativa del espíritu de conquista (y de apertura), el exceso de curiosidad, la fragilidad interior, la duda de uno mismo, que acaba por completarse en el etnomasoquismo y en la xenofilia.

    Debido a esto hace falta realizar una tenaz revisión, una metamorfosis de los principios. Se trata de abandonar el universalismo, de renunciar a la vez al dar a los otros y al recibir de ellos, se deberá realizar un nuevo trabajo de concentración sobre las propias fuerzas, que será evidentemente una ruptura histórica.

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    La segunda cuestión posee una objeción -fácil- que formulan a menudo aquellos espíritus perturbados por la doctrina superficial del etnopluralismo: ¿Acaso el modelo occidental, prolongación de la civilización europea no pretenderá ser hoy superior a todos los otros? ¿No es esto descender al dogma francés y americano de la "misión civilizadora" hacia los "pueblos inferiores" en lugar de defender el etno-centrismo europeo? No, y es que:

    1º) En realidad, la "civilización occidental" no es, o no es ya más una civilización, pero exclusivamente un sistema y una ideología que pretende englobar a todas las civilizaciones y trascenderlas. No importa qué nación puede apropiársela, comenzando por Japón, Corea, Singapur o Jordania, Que este sistema (que ahora por otro lado es tan mundial como "occidental") se dice superior, en estrecha superposición con el modelo americano, no tiene nada que ver con la afirmación de la superioridad étnica e intrínseca de la civilización nacida sobre el espacio europeo. 

    2º) La reforma interior a realizar por la civilización europea reposa sobre dos principios. Creer en su superioridad no significa ya más querer convertir a las otras, ni influenciarlas. Se rompe aquí con el optimismo universal y civilizador, el delirio de grandeza vulgar, de Jefferson o de Jules Ferry.  Entonces los principios de indiferencia y de respeto hacia los otros pueblos y civilizaciones se imponen. No busquemos influenciarlas, ni dominarlas, ni incluso ayudarlas (a pesar de las demandas urgentes que se dirigen a nosotros, a pesar de su altivez, sus complejos, su impotencia); seamos indiferentes a su suerte; rechacemos toda contribución de su parte, y es que nos son inútiles, incluso a menudo perjudiciales. 

    Y luego incitémosles, si son tan dotados como pretenden, a trazar su ruta por ellos mismos, a no presentarse a la vez como genios y como víctimas. ¿Los hemos explotado? Son ellos quienes ayer y hoy han explotado los recursos de a civilización europea. Dejarlos solos frente a sí mismos, esto quizá les recompense, y así conseguir una liberación mutua. A veces hay divorcios útiles. La nueva Europa debe divorciarse del resto del mundo.

    Como opuesto a la vez al universalismo y al etnopluralismo, una tercera vía se impone en consecuencia: el del etnocentrismo: Respecto del plano económico, el espacio natural de los pueblos originarios europeos, posee prácticamente todos los recursos, del mismo modo que nuestra cultura global no necesita de la aportación de ninguna otra, en el conjunto de los dominios que abarcan al espíritu humano. 

    Se deberá efectuar una revolución mental, que un chino hijo del cielo y del Imperio milenario comprendería muy bien, una revolución interior indispensable para el destino de todos los pueblos de gran perennidad: pensar la civilización europea como intrínsicamente superior, pero también autónoma.

    A saber: para dejar huella en la historia, no basta con querer ser diferente, es necesario creerse superior. Muchos pueblos han creído que no lo fueron y que nosotros lo fuimos ¡Y nosotros ya no creemos más en ello! Como un jugador de póquer que tiene todos los ases en la manga y que no se atreve a jugarlas. Los pueblos duraderos,  las civilizaciones vivaces se han creído siempre centrales y superiores, como el ejemplo de China enseña ("Imperio milenario" y también -a una escala menor- aquel del pueblo hebreo ("pueblo elegido, sal de la tierra").

    Es solamente si se recupera este orgullo, en declararlo legítimo, reconciliándose con esta buena conciencia de la autoafirmación y del etno-centrismo, persuadiéndose de la superioridad de su herencia histórica como los Europeos del siglo XXI pueden sobrevivir históricamente. Bien entendido, esta revolución copernicana en las mentalidades no podrá ser adquirida salvo luego de conmociones violentas.

    Los intelectuales de derecha, como de izquierda o de centro moderado, juzgaran estas posturas como simplistas. Tanto mejor. La verdad es siempre simple, límpida, juvenil. Los amos del pensamiento de la Europa de hoy manejan un pensamiento moribundo y complicado, se diría que senil, una escolástica de fin de reino, sin eje, sin estilo, construido sobre el estuco de ideas falsas y cromáticas. Afirman la igualdad de todas las civilizaciones mientras menosprecian la suya. Pero en el fondo de su espíritu, no creen una palabra de lo que dicen; su habla es balbuceante, hablan por cobardía.

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    La civilización europea tiene múltiples raíces en el conjunto del mundo llamado "indo-europeo". Fue el fruto del equilibrio de aportaciones propias y de influencias exteriores digeridas con moderación. Se caracteriza por lo que Robert Steuckers denominó la désinstallation (lo cual es a la vez una ventaja y un peligro); una llamada al movimiento, a la conquista, a la metamorfosis, apertura y curiosidad, autocrítica permanente, gusto por los nuevos sabores contra los dogmas fijados, apetito por la tecnociencia, etc. El problema central de esta civilización es por consiguiente conciliar esta désinstallation y un necesario arraigo, de conciliar el movimiento y la identidad, las raíces y el crecimiento de las hojas. Y es que, como sugiere La Fontaine (en El Roble y la Rosa), si el follaje está demasiado elevada y crece en proporciones más considerables respecto de la penetración de las raíces, el roble será desarraigado por la tempestad. Ésta es la tragedia por otro lado de toda civilización imperial : en determinado momento, la expansión puede dañar la identidad, el follaje arborescente fragilizar las raíces del árbol.

    Las dos tendencias deben ser equilibradas y, como expresé en otra parte (en El Arqueofuturismo), Europa debe repensar totalmente la estrategia de su voluntad de poder acompañado de un cierto recogimiento, de un retorno a sí mismo. Es difícil ser prometeico, es decir, de querer desafiar a los dioses y de superarlos.

    La civilización europea pasó globalmente por tres fases de importancia: un período de desarrollo que engloba la Antigüedad céltico-grecorromana y la Edad Media; un período de expansión mundial y de formación (ver Tierra y Mar de Carl Schmitt) que va desde la mitad del siglo XV al comienzo del siglo XX, cuando la civilización europea, la primera en toda la historia humana, consiguió lo que se podría llamar el "Reino de la Tierra"; y al final un período de rápido declinar, a partir de la Primera Guerra Mundial, donde la civilización de vio absorbida por el Occidente americamorfo que ella misma generó y que, hoy, está amenazada de ser colonizada por los pueblos del Sur, que ella misma colonizó.

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    La cuarta fase histórica de la civilización europea se abre hoy. Esta será la más trágica y la más arriesgada de todas. Ésta será la caótica, de reagrupamiento y de defensa alrededor de su espacio natural, el espacio eurosiberiano. Está será la de la reconquista interior, de la liberación. O bien de la desaparición. Todos los conceptos de civilización deberán ser repensados. La nueva civilización europea deberá admitir, sin renunciar a una política mundial, las nociones de aislacionismo, de autarquía, de etnocentrismo y de coherencia étnica global. Esto no significa para nada, más bien al contrario, una renuncia al poder. Todavía hoy, se puede recuperarse, la civilización europea es aún bastante fuerte para ignorar a las demás y demasiado fuerte para que sea ignorada por los demás.    

    Las catástrofes de mayor importancia que amenazan el sistema occidental al comienzo del siglo XXI serán quizá quienes hagan parir este renacimiento, esta metamorfosis de la civilización europea, esta reconquista tanto interior como específica. Y es que las reconquistas espirituales, culturales, étnicas y políticas están íntimamente ligadas.

    En el fondo, es el orgullo de sí mismos lo que los europeos deben reencontrar, orgullo que quizá sólo ellos pueden poseer. Como escribió Pierre Vial hablando de las personalidades creativas excepcionales que, mil veces más que en otras partes, florecieron sobre tierra europea (Terre et Peuple, n°8, mayo 1999): "Todos han hablado, a su manera, de la grandeza única de una civilización de la cual nosotros somos los hijos y los guardianes. Desde Helgoland a Delfos, desde Chartres a Toledo, desde Brocéliande à Verden, de Stonehenge a San Petersburgo, el sueño europeo está presente. Podemos vivirlo. Basta quererlo ". Si no, viviremos el crepúsculo y no tendremos más descendientes. Habremos sido el "último hombre" de Nietzsche, aquellos esclavos felices que ríen saltando.    

     Guillaume Faye

  • Interview with Guillaume Faye for Menzo magazine

    The following interview appeared in the December issue of the popular Flemish monthly Menzo. It was then translated into French and appeared on January 7 at AMI Belgique. As the geostrategist Robert Steuckers (himself a gallant son of Brave Flanders) notes, this interview is a real coup for Faye, testament to the growing recognition of his prophetic warnings, as well as to the rapidly evolving contours of the European discourse on Islam.

    Menzo: Do you really believe this scenario [sketched in your Avant-Guerre predicting a race war of world-historical proportions in the White West]?

    Guillaume Faye: I do — just as much as I believe that if you drive down the wrong side of the freeway you will eventually have a head-on collision. The precise moment such a collision will occur is difficult to predict, but it is certainly bound to happen. Within ten years or so we are going to be confronted with something never before seen. But more than race war, we are going to experience economic breakdowns, ecological crises, and catastrophic shortages of oil. . . . All the world’s governments operate with short-term agendas and nothing at this point is more disastrous. It is often said that the Earth is sick. But it is man that is sick.

    Menzo: Following the assault on the Twin Towers, we became increasingly conscious of how vulnerable the global economy is. What possible alternative is there to it?

    Guillaume Faye: Globalization was born not in the last decade, but in the 16th century. This fact, however, is not going to avert the impending catastrophe [it is fostering]. An alternative to it is what I call l’autarchie économique des grands espaces [that is, Grossraum or continental economic autarkies]. In such large areas, Europe, for example, there would be free circulation of goods, capital, and labor [but barriers raised against other geo-economic blocs]. If all the great continental spaces, such as Europe, Asia, Africa, etc., practiced such autarkic policies, it would be possible to maintain a certain level of well-being across the globe. It isn’t necessary to sacrifice everything to free trade. The fact that textiles are massively produced in China today has had a terrible effect on the French textile sector. Clothing, however, hasn’t gotten cheaper in France nor have Chinese textile workers experienced much of an improvement in their living standards. Only commerce has profited.

    Menzo: What importance do you attribute to the global economy?

    Guillaume Faye: As much as I attribute to the impossibility of integrating large numbers of immigrants. General De Gaulle use to say: “In order to make kir [a mixed drink], you need white wine and cassis syrup. If you add too much cassis, it’s no longer kir.” This is another way of saying that it’s only possible to integrate a limited number of foreigners. At present, in Seine-Saint-Denis and in certain other departments of the Paris Region (and also in Roubaix and many other large French cities), a majority of the population is no longer of French origin. It’s impossible to integrate such populations.

    Economically, the situation is even worse. Out of every one hundred [Third World] immigrants who enter Europe, only five enter the workforce. By contrast, one out of every two French graduates (and the same is true in Belgium) wants to immigrate. This is eventually going to bring down the existing welfare state, which, in turn, will only increase the potential for conflict. The riots we recently experienced [the twenty-one nights of riotous anarchy that occurred in November 2005] are only the prelude to the catastrophe which I expect to happen sometime around the year 2010. Canada’s Wright Foundation is also predicting that in the period 2007-2010, there is going to be an outbreak of ethnic violence in France that will take the form of civil war. It makes this prediction on the basis of a diverse range of statistics, such as increased levels of violence, as well as growing evidence of hidden arms arsenals. Islam’s massive concentration in our cities and suburbs is a problem that will soon make itself felt.

    Menzo: The riots in November, however, didn’t have a religious character. The most common explanation for them has been social exclusion and discrimination.

    Guillaume Faye: We’re always looking for social-economic explanations. This is not only the Marxist way of thinking about conflict, it is an incorrect way. Immigrants today are receiving massive state supports. I would even argue that illegal immigrants now get better medical care than French natives. Portuguese and Spanish immigrants who came to France in the 1930s and ’40s received no aid at all, but it was never cause for riot and mayhem. Professor Loland, recipient of France’s Economic Prize and the leading authority on the subject, estimates that the direct and indirect costs of immigration today is 36 billion euros [$44 billion] a year. This constitutes 80 percent of the French state’s deficit, or 13.5 percent of its annual social security costs. And this is not Le Pen arguing this, but a reputable academic. Every immigrant who crosses our border ends up costing us 100,000 euros. It’s absurd, then, to claim that immigrants are neglected. Just the contrary is true. Clichy-sous-Bois, where the November riots broke out, receives half of all aid allotted to troubled urban areas. It’s my belief that the instigators of the riots were simply waiting for an opportunity to riot. .

    Menzo: Is there anything to suggest that organized crime had a role in instigating the riots? Eighty percent of the rioters [arrested] had some sort of criminal record.

    Guillaume Faye: This is not the way I see it. The riots weren’t provoked by Sarkozy [who called them "scum"]. And actually it was only eight percent of the arrested rioters who had criminal records. . . . In my view, it was more an [ethnic] revolt than a criminal attack on the police. It’s thus necessary to know why they revolted.

    Menzo: Another indication that the riots were the work of criminal gangs was that the Fatwa [Islamic religious injunction] issued by the Union des organizations islamiques de France [the largest French Muslim association] had no effect on the rioters. This suggests that the rioters’ inspiration wasn’t religious.

    Guillaume Faye: It is often forgotten that Islam is hypocritical on principle. The Koran says that it is perfectly permissible to lie in certain circumstances; whenever, for example, one is in a weakened state or whenever it serves Islam’s interests to do so. It is perfectly reasonable, then, to think that Muslims wanted to appear to non-Muslims as opposed to the riots, while amongst themselves they supported it. Dominique de Villepin [the Prime Minister] has said as much. Of course, this isn’t the case with all imams [Muslim leaders or clerics], but it is likely the case with those who see themselves as part of Islam’s campaign of conquest — its Dar-al-Harb.

    Islam sees its mission as unfolding in three stages: the Dar-al-Suhl in territories which Islam has yet to conquer; the Dar-al-Harb in territories in the process of being conquered; and the Dar-al-Islam, in which Islam has succeeded in subjugating the non-believers. Every year there is published in Egypt an Islamic year book. This year’s edition designates France, Belgium, and the United Kingdom as territories at the Dar-al-Harb stage. This, then, is the situation in which we are at present. One should not forget that during the riots two Catholic churches were destroyed. Dalil Boubakeur (the imam of Paris’ Great Mosque) condemned these church burnings, but he didn’t excommunicate those responsible for it. This was also the first time that public buildings were attacked and burned: police stations, public schools, etc. This has been made light of [in the public sphere], but it’s heavy with significance. It is also the first time that people were killed — four to be exact. . .

    Menzo: What do you see as the cause for this?

    Guillaume Faye: One cause is the mass, unbridled immigration we have allowed. In Canada, for instance, immigrants are selected according to their profession, their wealth, and their economic potential. We, on the other hand, have grouped massive numbers of immigrants from rural [Third World] economies whose customs and cultures are totally different from our own, who are entirely unprepared for what they will encounter here, and who lack any of the proper educational or professional requisites [for integration]. Who could possibly think that this would work? — even with the gigantic investments the state has made in housing, education, and special programs for them.

    Japan is about as wealthy as we are, but it has hardly any immigrants; and those it has cannot count on the slightest state support. In France, by contrast, the number of young people of foreign origin will virtually double in the next ten years. Integration is not working. The politicians refuse to acknowledge the catastrophic implications of their policies. Most are concerned only with their careers. Some are too old to even care. Why should Chirac [the president] worry about what will happen in ten years — he’ll probably be dead by then. Besides, politicians look at the population as an electorate [made up of voters who can be periodically replaced]. But people are not replaceable. They belong to well-defined cultures and are attached to the mentalities in which they were formed. A Brazilian is simply not exchangeable with a Russian. But only the politicians seem not to realize this. Another cause for the riots is the increased number of sub-Saharan Africans. These groups will cause even greater problems in the future .

    Menzo: Why?

    Guillaume Faye: Because unlike Maghrebian immigrants [Arabs from Algeria, Morocco, and Tunisia], they are completely desocialized. The Maghrebian population possesses a definite family structure, with a father and a mother. In sub-Saharan countries [whose population is Negro], such structures are non-existent. Mothers can have children with different fathers and children are raised [not by the family, but] by the village. When such familial structures are exported to a city like Paris, it inevitably produces problems. Paris is not a village and the rearing of children is not its responsibility. The [offspring of these Africans] frequently turn to crime and end up in the justice system. They don’t know who their father is and no one takes responsibility for them. Their presence here is like a time bomb.

    Menzo: You’ve pointed out that from 1989 to 1999, the rate of juvenile crime [in France] increased 176 percent and that the number of those convicted have tripled. You don’t attribute this growth to unemployment. What is its cause?

    Guillaume Faye: There are two reasons why crime is increasing. The first is social heterogeneity. Every diverse population has problems with criminality. The two countries with the lowest levels of crime are those with the most homogeneous population: Japan and Costa Rica. Aristotle was the first to note that a society cannot be democratic and harmonious if its population is not homogeneous. Without such homogeneity, it becomes tyrannical.

    The second cause of criminality stems from the permissiveness of those responsible for maintaining order: the police and the courts. In Tunisia, there’s massive unemployment, but crime is relatively minor because the police and the courts react to it with severity. In Saudi Arabia, you can leave your keys or your wallet in the car and no one would think of stealing them — because otherwise they might have their hands cut off. With us, on the contrary, foreigners experience a situation where, since 1968, all forms of repression have been rejected.

    Menzo: You have also written that crime will finance the impending race wars? Do you really think there is a plan for this?

    Guillaume Faye: It’s not only been planned, it’s already happening. Police reports show that criminal gangs are now helping finance the insurgency in Iraq. Of course, not all criminals are participating in this, but it exists. And they [the authorities] think it is possible to buy social peace! It is estimated that three tons of cannabis are distributed every month in the Paris suburbs. Another source of funding is stolen cars and a third the trafficking of electronic goods. Prostitution is also a source of revenue, as well as arms dealing. Whenever the authorities discover a [criminal] arsenal, it includes not only military arms, but also hunting rifles, which are ideal for urban warfare.

    Menzo: In your book [ Avant-Guerre ], you put Islam on the same level as other ideologies that seek to rule the world: Communism, American liberalism, globalism. But isn’t history a long succession of systems and ideologies that seek world domination?

    Guillaume Faye: Not at all. Look at Judaism, which is an ethnic religion and has no intention of converting the rest of the world to its belief system. Neither Buddhism or Shintoism seeks world conquest. But Islam does, as did Catholicism, Communism, and neo-liberalism. Islam, though, is the most aggressive of all these. For it is not simply a religion, but a political doctrine. And this doctrine is imperialist. Twice before in history it has sought to conquer Europe. The first time it was stopped by Charles Martel at Portiers [in 732]; the second time, in the 17th century, it was beaten back at the walls of Vienna. Islam’s present conquering ambition was revived in Egypt in the 1920s. I’m convinced that certain Islamic leaders believe the moment is now right for a third offensive against the West. As the former Algerian president Houari Boumediène once boasted, the Islamic world today carries in the wombs of its women the weapons that will conquer Europe.

    Menzo: The first generation of immigrants displayed absolutely no hostility to us. The third generation seems more segregated than ever. Is this the result of the Palestinian conflict, which has generalized anti-Western behaviors? Is this the source of the current problem and is there a solution to it?

    Guillaume Faye: It is certainly one of the sources, but it’s hardly the only one. Even before the Palestinian conflict, anti-Western hatred was ripe. It stemmed in part from the hatred colonization fostered. But opposition to the West also arose from jealousy [of Western achievement]. . . The Palestian conflict has certainly acted as catalyst for hatred, but even if it were resolved tomorrow, there would still be a problem. Europe is also despised because it has become weak and emasculated. Its permissiveness invites indulgence, which makes us an easy target. Muslims find themselves in a society that is morally degenerate. One philosopher recently referred to the Hindu notion of the Kaliyuga — the Age of Iron. According to this ancient prophecy, there will come a time when men will marry men and women women, the kings will become thieves and the thieves kings, and mothers will kill their babies in their wombs. Eh bien, we are not far from this.

    Menzo: In your book, you put the Belgian situation on a par with the French one. Belgium, however, lacks France’s massive, alienating housing projects. Our immigrants usually reside in 19th-century urban quarters, which have maintained [their human character] and are largely free of the “no-go zones” that [make the French situation so dangerous]. In your view, how is Belgium threatened?

    Guillaume Faye: You’re right. The French banlieues [with their modernist housing estates] are unique. They were constructed to house French refugees from Algeria. In the course of a single week [in 1962], a million Frenchmen were evacuated from [newly-independent] Algeria. It should be emphasized, though, that these projects built to accommodate this influx were not at all disagreeable, for there was then a good deal of money available to finance their construction. At the same time, new residential towns (such as Paris Deux, near Versailles) were built to house not foreigners but the well-heeled middle class. This is quite different from the situation in Brussels, today the symbolic capital of Europe and the seat of NATO. But what counts [is not the housing situation per se] but the fact that a massive part of the population is non-European. . .

    Menzo: Do you think, then, that riots will eventually break out in Brussels?

    Guillaume Faye: As I see it, it is only a matter of time. . . Though Brussels is perhaps better situated than Paris, it is not likely to be spared.

    Menzo: In the United States and Britain, there are periodic outbreaks of rioting, but these are usually between rival ethnic gangs. In France, the riots were directed against the state itself. Police and firemen were shot at and attacked. How did it come to this?

    Guillaume Faye: In the United States, there are, for example, increased conflicts between Blacks and Mexicans. In France, on the other hand, non-French gangs turn [not on one another, but] on France itself. Rap music has had a role to play in this. Rap’s subversive effect should not be dismissed. But more, these immigrant gangs find themselves in France because France has helped them; [the resentment this causes] is something distinct to the Maghrebinian/Islamic mentality. It’s a very peculiar sentiment, but is nevertheless something that has to be accounted for. You hate those who help you, because you feel humiliated when helped. The more they are coddled, the more, then, they are likely to react aggressively. Besides, empathy isn’t fostered by weakness. In promising immigrants more aid and money after the riots, the Villepin government acted unwisely. . .

    Menzo: Besides more riots and urban warfare, you predict an escalation in the nature of terrorist attacks: micro-, macro-, and giga-terrorism, including the possible use of nuclear weapons against the United States. Do you really think this is possible?

    Guillaume Faye: Naturally. The scenario I’ve depicted is not far from being realized. In time, all these things will be possible. We can expect something a hundred times worse that 9-11. It’s only a matter of time.

    Menzo: You’ve criticized the intelligence services for a lack of imagination and vigor. You’ve said that they are not reflective enough and have not fully understood the different modes of fundamentalist belief. However, nearly every month the intelligence services manage to foil various planned terrorist assaults. Is the peril really as great as you claim?

    Guillaume Faye: You need to distinguish between the maintenance of order and the collection of intelligence. Western intelligence agencies have done much good work. They have managed to break up numerous clandestine cells and terrorist groups. But more is needed. It is necessary to have a large, well-informed group devoted to this. You also need to have in place the means and personnel to quickly sound the alarm. This is how the terrorist assault on the Strasbourg Cathedral was foiled. You also need to capitalize on terrorist mistakes. Prior to 9-11, a female employee in a private pilot school noted that certain students were devoting all their time to learning how to fly and not to take off and land. Only months after the fact did anyone pick up on this. . . Believe me: The unthinkable is going to become thinkable. What Baghdad experiences every day, we will soon know.