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  • La impostura humanitaria.Contra el humanismo clásico. Elogio del etnocentrismo. La Colonización de Europa.

     

     

    Uno de los prejuicios más corrientemente aceptados es que la indulgencia hacia los inmigrantes, que el antirracismo militante, la discriminación positiva, etc., serían conformes a la " tradición humanista europea  ". Por ello, los "derechos del hombre", abusivamente imputados a esta tradición humanista, se opondrían a los riesgos de tiranía y de fascismo inducidos por las doctrinas de la preferencia nacional o de la preferencia étnica. Se trata, otra vez, de un desvío de la tradición. Los "derechos del hombre" son un simulacro desfigurado del humanismo clásico.

    Hace falta sostener al contrario que el humanismo clásico y sobre todo helénico defiende la Ciudad como conjunto étnico homogéneo. De forma errónea, el humanitarismo multiétnico se opone frontalmente a la tradición democrática helénico-europea y sólo podría desembocar en la desarmonía social y el despotismo.

    Esto es mérito de los trabajos de Círculo Nación y Humanismo de Yvan Blot, sobre todo respecto de los estudios que este último ha consagrado a Aristóteles, por haber demostrado que las raíces de la democracia y de la convivencia conjunta de la filosofía política griega están fundadas sobre las nociones de homogeneidad de origen de la Ciudad, y de separación rigurosa entre los ciudadanos y los metoilcoï, los extranjeros.


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    En su Política, Aristóteles aborda antes que nada la noción de apátrida, de "ciudadano del mundo", que se encuentra de moda en la ideología cosmopolita moderna; en síntesis, del individuo abstracto y desarraigado que tiene el derecho de instalarse donde le plazca. 

    " La Ciudad es parte de las cosas naturales y el hombre es por naturaleza un animal político. Aquellos que no tienen patria, o son seres degradados, o están por encima de las normas humanas. Es como aquellos que afrenta Homero, sin linaje, sin ley, sin hogar ", sentencia el filósofo griego.   

    En la democracia ateniense clásica, donde el impuesto directo no existía ya que era considerado como tiránico, sólo los "extranjeros" (metoïkoï, extranjeros residentes, la expresión no es peyorativa) pagaban una contribución, el precio de su aceptación en la Ciudad. Enfoque totalmente inversa de la nuestra y que atrae a los extranjeros por las prestaciones sociales y las facilidades negadas a los ciudadanos.

    El respeto de los Griegos hacia las Leyes (oï nomoï) de la Ciudad habría sido incompatible con una declaración universal de los derechos del hombre abstracta y desarraigada, como con la infracción permanente de las leyes de la República que constituye las regularizaciones administrativas de los clandestinos o la negativa a la expulsión de los delincuentes, por humanitarismo; lo cual constituye un acto tiránico hacia los ciudadanos y al legislador democrático.

    Pericles, a quien no se puede hacer sospechoso de pre-fascista, refuerza en Atenas la noción hoy considerada diabólica de la preferencia nacional -o, más exacto, de preferencia étnica. Rechazando toda noción de jus soli (es Ateniense quien nace en Atenas), refuerza al contrario el derecho de sangre. El hizo votar que, para convertirse en Ateniense, el hijo debía tener sus dos parientes, y no sólo uno, de ciudadanía ateniense. En esa época, los tiranos, como en Siracusa, eran reputados de utilizar el derecho del suelo, es decir, de naturalizar en masa a los extranjeros, para inundar al pueblo autóctono y para abolir toda democracia. Esto es los que pasa hoy en día. Así que, en un diálogo imaginario, si Pericles conociera a los dirigentes inmigracionistas actuales de Francia, los trataría probablemente de aprendices de tiranos.   

    Los Griegos han inventado la noción de philia, tan pertinentemente definido por Jean-Marie Le Pen durante un simposio : " Es la fraternidad, la generosidad jerarquizada, un tipo de amistad que une a los ciudadanos entre ellos, conforme al orden natural. [...] Ella se ejerce prioritariamente en el seno familiar, luego con respecto a los amigos, luego a los compatriotas. Según Aristóteles: "es evidente que vale más pasar el día con los amigos y personas excelentes, que con los extranjeros y recién llegados" "

    Esta philia helénica se opone evidentemente a los preceptos evangélicos impracticables del "todos los hombres son mis hermanos". La philia helénica es humanista, porque es inegualitaria, jerarquizada, conforme a la naturaleza. Prefiero mi hermano de sangre al extranjero, pero jamás desearé hacer mal al extranjero pacífico. Y él actuará del mismo modo que yo, en su propia comunidad, en su país. El humanismo inegualitario respeta el orden natural; no miente. El humanitarismo igualitario y utópico miente. Desemboca en la tiranía, en este infierno pavimentado de buenas intenciones.


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    Esta tiranía que nos arriesgamos a conocer pronto, luego de la posible explosión de una guerra étnica... Aristóteles lo evoca también, esta guerra civil, y descubre las mismas causas; al mismo tiempo, propone una definición étnica, es decir, humanista, clásica de la Ciudad: " Es también factor de guerra civil la ausencia de comunidad étnica en tanto que los ciudadanos no respiran ya igual. Y es que por esto mismo, una ciudad no se forma a partir de una masa de individuos tomadas al azar. Esto es porque, entre aquellos que han, hasta el presente, aceptado a los extranjeros para fundar una ciudad con ellos o para integrarlos en las ciudades, la mayor parte han conocido las guerras civiles ". Buena descripción de las cuestiones actuales, a 2400 años de ello... Una ciudad armónica no puede ser fundada, salvo por proximidad étnica y cultural. En su obra histórica y filosófica, Aristóteles describe al igual que Tucídides, todos los desastres a los que aboca la acogida excesiva de extranjeros y el derecho de asilo sistemático en el seno de las ciudades griegas: Los Samienses acogieron a los de Zancle y a quienes los expulsaron, las gentes de Amfipolis expulsados por los colonos de Chalcis a quienes habían aceptado imprudentemente. Los Siracusos fueron presos de una guerra civil con los mercenarios extranjeros que habían enrolado; lo mismo en Bizancio; lo mismo en Antissa donde los refugiados de Chios, devenidos sediciosos, debieron ser expulsados militarmente. Etc. Notemos que un pueblo demasiado acogedor puede ser expulsado en su propia casa. Se ha visto en el Kósovo serbio. Se verá posiblemente, para comenzar en algunas provincias de Francia.      

    Todo el humanismo, histórico o filosófico de la Antigüedad clásica no cesa de repetir esta evidencia que el humanitarismo moderno ha olvidado: mezclar los pueblos es contrario a la armonía humana y divina. Aristóteles explica: " al igual que sucede en la guerra, cuando el cruce de efectivos incluso insignificantes disloca a las falanges, del mismo modo, toda heterogeneidad en una ciudad provoca conflictos internos ". Jean-Marie Le Pen, expone, comentando a Aristóteles, durante el simposio anteriormente citado: : "Una ciudad debe por consiguiente, ser homogénea en el momento en que se basa sobre la libertad de los ciudadanos. Sólo las tiranías, como los Imperios de Oriente o de Egipto pueden permitirse tener pueblos heterogéneos bajo su autoridad ".


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    Es verdad que la heterogeneización actual de la población francesa socava totalmente las bases de la libertad (y de la "república" en el sentido romano), haciendo retroceder la democracia introduciendo privilegios sociales indebidos y destruyendo la universalidad de la ley introduciendo reglamentos comunitarios particulares.   

    Para el humanismo clásico -que olvidará el Imperio Romano tardío en beneficio del universalismo cristiano cosmopolita -, el fundamento de la libertad de los ciudadanos es la homogeneidad de la Ciudad. La tiranía de tipo oriental del Imperio Romano unificado está vinculado en gran parte, como ha demostrado André Lama (en Des Dieux et des Empereurs, EDE) a su excesivo mosaico étnico. Querer conciliar, como se cree hoy, una Francia multirracial y una Francia democrática, es una ilusión, es intentar casar la carpa y el conejo. Como lo vio Aristóteles, una ciudad multiétnica desemboca o hacia la tiranía o hacia la anarquía. 

    Del mismo modo, no olvidemos que la palabra griega polis -la Ciudad- como lo denomina Yvan Blot  " quiere decir fortaleza, en oposición a "asty", la ciudad no fortificada". Y añade: " No solamente la homogeneidad del pueblo es necesaria para que allí pueda haber "philia", y consecuentemente ciudad, pero incluso esta homogeneidad es aún más necesaria cuando se trata de una ciudad democrática" (L'Héritage d'Athéna, Éditions Les Presses Bretonnes). Dicho de otro modo, para el humanismo griego, el fundamento de la democracia es la mono-etnicidad.

    Asimismo, la philia, la solidaridad entre ciudadanos incluso socialmente diferentes sólo es posible entre nativos del mismo pueblo. Una sociedad caleidoscópica no puede conocer la solidaridad. Luego de los Iluministas, los utopistas occidentales han siempre despreciado la sabiduría, es decir, la lección de la historia. Hacer "tabula rasa", según el infantil precepto marxista que ha sido tomado por toda la modernidad, esto es privarse estúpidamente de la experiencia.

    La historia nos recuerda que la decadencia de las ciudades griegas, en la época helénica, como la de Roma, fue sellada cuando prefirieron una proporción demasiado importante de extranjeros en sus diferentes estamentos sociales.

    Marie-Françoise Baslez, en su estudio El Extranjero en la Ciudad Griega (Las Bellas Letras), describe la actitud de la democracia griega, etnocéntrica pero no racista, en el sentido actual: "Orgulloso de sus congéneres y consciente de su particularismo, el Griego no es por tanto sistemáticamente hostil hacia los extranjeros. Su concepción del mundo helenocéntrico y policéntrico no alimenta una xenofobia análoga a la del otro imperio milenario, La China imperial.[...] La idea de que la nación como corolario es inseparable de la idea de los Iluministas, pero es inconcebible en la Grecia de las ciudades, considerando muy viva la conciencia que tienen los miembros de la comunidad de ser todos similares.[...] La época clásica se produce cuando incluso el rechazo de la diferencia se expresa con el incremento del poderío. Por todas partes, la conmoción sentimental de la amenaza persa y de la victoria de los Griegos hace ver al Bárbaro como la diferencia absoluta. La diferencia entre "habitante" y "ciudadano" deviene irreducible, a pesar de las solidaridades locales y familiares. En fin, las diferencias de nacimiento tienen una extensión discriminatoria definitiva cuando el cuerpo social excluye los de sangre mezclada. Uno es nacido Griego, uno es nacido ciudadano. Tal es la afirmación de la ciudad clásica que no actuará jamás como una estructura de integración ".

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    Es evidente de todo esto que la visión etnopluralista del mundo no pertenece a la tradición helénico-europea. Menos aún la concepción comunitarista de la Ciudad (varios pueblos en una misma unidad política), ni el cosmopolitismo (mezcla mundial de los pueblos), ni incluso el integracionismo (denegar al extranjero su especificidad forzándolo a devenir ciudadano). La "diferencia" no es admisible salvo entre grupos geográficamente separados.

    La tradición a la vez humanista y democrática europea es fundamentalmente etnocéntrica. Podría haber citado a Cicerón, Montaigne, La Fontaine, Rabelais e incluso De Gaulle. el etnocentrismo no significa para nada el desprecio o el odio hacia el extranjero. Es lo opuesto incluso de la barbarie. Debemos atrevernos a afirmar que pertenecemos a una civilización superior, pero a una civilización trágica, ya que nos hemos devorado a nosotros mismos. Occidente, descendiente de Europa, se revuelve contra ella.

    El etnopluralismo asume que todos los pueblos son equivalentes, lo cual es falso. El etnopluralismo es una forma desvergonzada y disimulada de igualitarismo. El coraje ideológico consiste hoy en defender el etnocentrismo. 

    Antes, contribuí a defender el etnopluralismo y a ilustrar este concepto, durante el tiempo que pertenecí a la Nueva Derecha. Pero hoy, esto se ha acabado. Una posición que no evoluciona es como una nave que no navega. Analicemos ahora en más detalle este último punto.

  • La valorización forzosa de las culturas alógenas. La Colonización de Europa.

    En una sociedad sacudida de etnomasoquismo debido al hecho de la colonización de la población que ahora le acontece, resulta normal que el mestizaje deviene referencia suprema y que se asista por tanto a una sobrevalorización de las culturas africanas y magrebí-musulmanes.

    El tabú se define así: ¡no tiene usted el derecho a criticar estas culturas!

    Durante la celebración de los 2600 años de la fundación de Marsella, en junio de 1999, organizada con un coste elevado por el municipio de política derechista, las festejos y la animación no querían solamente mostrar que Marsella era una ciudad "mestiza" sino que la mezcla de culturas y sobre todo de las razas es una "enriquecedora apertura hacia el otro", según la jerga habitual, pero sobre todo, de manera muy perversa, mostrar que Marsella es ante todo una gran ciudad africana. Se tenía derecho por ejemplo a una versión rap del Coupo Santo, el célebre himno provenzal, cantado por 700 coristas. Ninguna manifestación fue prevista evocando la cultura provenzal original. Por otro lado, las animaciones exaltando las culturales originarias de la África subsahariana y del Magreb fueron legión, del mismo modo que las aportaciones efectuadas por grupos tradicionales folklóricos asiáticos y comorenses.    

    Se olvidó adrede -y censurando- el hecho de que la fundación de la ciudad marsellesa por los helenos, en el año 601 A.C, fue simbolizada por las nupcias del Griego Protis con Ségobrige Gyptis, en otras palabras, por la unión de dos pueblos hermanos europeos, de cosmogonía y de etnias vecinas. Se mantiene el mito de que Marsella fue "siempre" una ciudad de encuentros entre todos los pueblos de la cuenca mediterránea, o incluso del mundo. Indudablemente, como todo gran puerto, los extranjeros han sido estado siempre presentes (como en Burdeos, Nantes, Rótterdam, etc). Pero no olvidemos que hasta una fecha muy reciente, y la obra de Pagnol lo testifica, Marsella no fue en absoluto, por tradición, una villa cosmopolita, pero una ciudad provenzal por su población. ¿Acaso recordar las raíces provenzales es una provocación? ¿Es racista y reaccionario, incluso fascista, el reivindicar un arraigo europeo? Cuando el municipio de Megret de Vitrolles quiso llamar a esta villa "Vitrolles-enProvence" todos los medios habían calificado esta iniciativa de provocación racista y fascista. Ver para creer. Evocar una identidad europea ha devenido sospechoso, políticamente incorrecto. Sobre todo si esta identidad es regional, y es que la ideología jacobina y republicana conoce bien la dimensión étnica arraigada en la pertenencia regional. Identificarse como "republicano" está autorizado, y es que este término abstracto no entraña consecuencias.

    Por otro lado, celebrar las tradiciones africanas y arabo-musulmanes ha devenido un pasaporte para los bien-pensantes. Es suficiente escuchar los programas de la emisora oficial xenófila Radio France Internationale. Es cierto que al ritmo demográfico actual, Marsella, la Seine-Saint-Denis, una parte de la aglomeración de Lille y los suburbios de todas las ciudades de más de 100.000 habitantes serán presumiblemente en menos de 15 años porciones de territorio de mayoría afro-magrebí. 

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    Las "Fiestas musicales", organizadas por Jack Lang el día del solsticio de verano, y que terminan siempre en coacciones por parte de las bandas étnicas, y agresiones contra los Europeos, ofrecen el mismo espectáculo: sobrevaloración de las músicas alógenas, en las cuales la riqueza artística no es siempre evidente.

    En junio de 1999, no se encontró nada mejor que organizar en el parque del castillo de Chambord tres "días africanos", de gran ostentación de medios siendo costeados por una villa africana con conciertos de tam-tam en las escalinatas, en la corte de honor del castillo de François I, y en el parque también. Se trataban de unas "jornadas de caza y pesca" iniciadas por el Ministerio de Agricultura y de Cultura, supuestamente para la puesta en valor del patrimonio francés. Habría sido indecente e incorrecto soplar trompetas de caza o reconstituir una villa del Touraine del siglo XVI.

    En los libros escolares, la enseñanza de la historia de Francia y de la de los pueblos europeos se reducen a cada nueva reforma en beneficio de las "disciplinas" de concienciación, en las que por ejemplo aparece la enseñanza de los dogmas de la doctrina multirracista oficial. Ha sido necesaria toda la furiosa determinación de Éric Tabarly y de bastantes otros para detener el calamitoso proyecto de Jacques Chirac de trasladar el excepcional Trocadero al Museo de la Marina a costa de un "Museo de las artes primeras" (no se dice "primitivas") consagradas esencialmente a las artes de la sábana africana, de las cuales ya se sabe la aportación que constituyeron para la humanidad. El "museo de las artes primeras", deseada por un Presidente que quiere dejar su cagada en la historia, para ser capaz de dejar su sello en ella, será a pesar de todo construido con elevados costes en algún lugar de París. No se le ocurrió a nadie la idea de que el dinero que se comió esta operación de la administración tentacular de la ciudad de París habría sido quizá mejor empleada en -por ejemplo- restaurar los castillos en peligro, en dar un alivio a l'Institut francés d'Athènes, o de ayudar a la supervivencia del lugar arqueológico de Pompeya, etc.         

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    Los medios no escapan menos a esta sobrevalorización de todo aquello que es "negro" y africano. En la música, se silencia (y no se subvenciona) las obras de los jóvenes europeos hiper-creativos, a la vez arraigadas y futuristas, pero la más mínima obra "negra" suscita lágrimas y resoplidos fervorosos de admiración. Recientemente, la ciudad de París organizó costosamente sobre el Pont des Arts, de cara al Institut, una exposición de esculturas en barro seco de un artista africano, de realismo torpe y mediocre. Pero desgraciado de aquel que se atreva a criticar a este genio. Las esculturas francesas de la escuela de Rodin y de Maillot están limitadas a su exposición y venta en California y Japón.   

    Si usted quiere obtener una subvención de Bruselas, cree una asociación de promoción de la cultura y del arte africano. Obtendrá más fácilmente un cheque que declarando una asociación de promoción de tradiciones de la Flandre, de la Provenza o de la Borgoña. Con motivo del Festival de Avignon de 1999, el grupo teátrico-musical Royal de Luxe organizó un espectáculo escrito y escenificado por una compañía teatral africana. La emisora Radio France Internationale, la "voz de Francia en el mundo", la describió el 17 de julio de 1999 a las 19h, acompañada de críticas especializadas. Luego un concierto de cantos ditirámbicos. Y repentinamente, uno de los invitados, olvidando la ley de lo políticamente correcto, un hombre de izquierda por tanto, dejó hablar a su profesionalismo y sinceridad. Declaró que el espectáculo era "ingenuamente mediocre, plagado de clichés, sin creatividad" y que una "publicidad engañosa" rodeó al espectáculo, además de ser excesivamente caro (500 F la localidad). Fue insultado en antena y el animador no le concedió más la palabra. Había cometido el crimen supremo de herir a la africanidad.

    ¿Qué se concluye? La ideología hegemónica, igualitaria y sobre todo cosmopolita, sólo tiene de igualitaria su nombre. No se trata más de afirmar la igualdad en el genio de todas las culturas del mundo (tesis etnopluralista aun así muy discutible), pero de pretender que se diga y repita que toda cultura, africana, "negra", o incluso arabo-musulman es superior. El rap y el raï  serían en el fondo no sólo interesantes sino.. ¿Más que Vivaldi? ¿Serían las contorsiones del hip-hop más esenciales que el inmenso espectro de las danzas europeas, orquestrales y populares? ¿No serán MC Solaar y NTM más creativos que Brel? ¿Y los graffiti? Chapucerías gracias a las cuales las bandas étnicas marcan su territorio, como perros meando, ¿No son, como se ha podido leer en las páginas "culturales" de Libération (30/07/99) " la expresión de una creatividad herida que ponen en cuestión lo cánones congelados de cierta estética europea" ? 

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    Este discurso implícito se debe descifrar como un proyecto a largo plazo de desvalorización y de olvido de la personalidad y del patrimonio cultural y histórico europeo. Hacer del Europeo un islote en su tierra, un apátrida sin raíces. Sustituir la memoria del colonizador para su auto-exterminio. Aturdirlo a través de un magma de subcultura a base de videojuegos, de inmediatez pseudo-lúdica, de presentismo audiovisual y virtual, de beatitud analfabeta, de ignorancia respecto de su linaje, de admiración por los tam-tam y los cantos monótonos de baja intensidad: tal es el proyecto de los neotrotskistas que pilotan la ideología hegemónica, situados en los puestos claves en los ministerios de Cultura y de la Educación nacional, como en los principales medios.     

    Esto es el retorno de las llamas. Francia y otros países europeos habían intentado antes, en una estúpida lógica universalista, abolir la memoria y la cultura de los pueblos colonizados ("nuestros ancestros los Galos" enseñado a los Senegaleses) y de desvalorizar ingenuamente sus raíces. A quien a hierro mata a hierro muere. Estamos desculturizados por aquellos mismos que nos han deculturizado por el colonialismo. La historia, antes de ser una trama de las confrontaciones militares y económicas está tejida de competiciones demográficas y de una guerra global de concepciones del mundo.

    Quien gane la guerra cultural y la guerra de la natalidad será el vencedor y eliminará a su enemigo. Se trata de castrarnos (ver la valorización de la homosexualidad y del feminismo obtuso) y de descerebrarnos más que matarnos. La reconquista de la tierra europea, antes colonizadora, hoy colonizada, pasa también evidentemente por la reapropiación y la afirmación soberana de nuestra propia memoria. El mundo futuro no será dominado por pueblos sin cultura, inmersos en el presentismo electrónico o la adulación del mestizaje caótico, pero por aquellos que cultivaron el orgullo de su linaje ancestral y de sus realizaciones históricas. Un amnésico, un alienado, luego un suicida; he aquí lo que se pretende hacer del pueblo europeo.

    En materia de regularización y de negativa a la expulsión de los clandestinos, a veces se llega a casos inverosímiles. En septiembre de 1999, el tribunal administrativo de Paris anuló el decreto de traslado a la frontera de Annihal D, un colombiano homosexual y sin papeles, presente ilegalmente en Francia desde hacía 10 años. ¿El motivo? El individuo " lleva una vida normal de familia y una relación estable" ¿Con quién lleva una vida familiar normal? Con otro inmigrante, homosexual clandestino, que se benefició de las regularizaciones masivas de 1991.

    Esta interpretación extremadamente laxista de la ley Chevénement del 11 de mayo de 1998 desgraciadamente sentará jurisprudencia. La ley anteriormente citada establece un permiso de residencia temporal a todo clandestino que viva en Francia después de 10 años (no habiendo conseguido localizarlo durante 10 años, por tanto) sobre todo si vive en familia. Se trataría así de evitar los casos de expulsiones de clandestinos extranjeros con hijos franceses. Respecto de esto, uno cree estar soñando: la noción de "familia" se extiende a las parejas homosexuales, como me explicó, satisfecho, el abogado del clandestino, Dupont de Sercey : " Esto demuestra bien que el legislador francés va tomar en consideración la familia que abarque a las parejas homosexuales". Otra vez prevalece la regla de los "dos pesos, dos medidas": un inmigrante clandestino homosexual tiene derecho a todos las implicaciones de la ley; tres características que lejos de marginarlo, lo integran al contrario plenamente en una sociedad descontrolada, que ha invertido todas sus referencias.