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El Papa Francisco: Primer agente de la inmigración y la islamización

 

El Papa Francisco pretende ser el heredero de San Francisco de Asis, el amigo de los pobres. Quiere moralizar a la Iglesia y volver al cristianismo de los orígenes. Representa el ideal de la caridad. El problema es que esa postura angélica es muy peligrosa y desconectada de la realidad.

En el verano del año pasado el Papa estuvo en la isla de Lampedusa. Es la puerta de entrada de miles de inmigrantes ilegales africanos que llegan a Europa. Muchos de ellos se ahogan en su periplo marítimo de 140 kilometros desde Túnez, principal puerto de salida de estas oleadas humanas. En 20 años habrían fallecido en esas circunstancias unas 20.000 personas. Desde principios de 2013, unos 8.000 clandestinos llegaron a Lampedusa. Eso era antes de que la Marina de guerra italiana se pusiera, por orden de la UE, a recoger en alta mar a todos los inmigrantes que se lanzan a la aventura en el Mediterráneo, en la llamada “Operación Mare Nostrum”. Ahora llegan decenas de miles cada mes. Tanto ahora como antes ninguno de los que llegan a territorio italiano es expulsado. Por el contrario son dirigidos hacia tierra firme, desde donde se desparraman en todas las direcciones, con destino al resto de Italia y Europa en general. Estos vienen a engordar las filas de la inmigración/colonización masiva en marcha del continente europeo.

En su visita a la isla, el 8 de julio de 2013, el Papa dirigió un mensaje a los inmigrantes clandestinos, pero también a los europeos, que podemos calificar de demagógico e irresponsable.

Reproduzcamos algunos pasajes, propiamente alucinantes, del discurso del Papa, antes de hacer su análisis:

“Estas embarcaciones que, en lugar de llevar a la esperanza de una vida mejor, les ha conducido a la muerte (…) ¿Quién es el responsable de la sangre de estos hermanos y hermanas? Todos respondemos así:” No soy yo, serán otros pero no yo”. Pero Dios pregunta a cada uno de nosotros: “¿Dónde está la sangre de tu hermano que grita hacia tí?” (…) La cultura del bienestar nos lleva a pensar solamente en nosotros y nos vuelve insensibles a los gritos de los demás. Esta nos conduce a la la mundialización de la indiferencia, la que nos ha privado de nuestra capacidad de llorar”.

Estas palabras vienen a decir que los europeos son los responsables de la muerte de esas personas que se embarcan en tales peripecias. Obviamente, los propios interesados no tienen ninguna responsabilidad en lo que hacen. La culpa, claro, es de los europeos, que no han pedido ser invadido por nadie ni han llamado a esta gente para que se instalen masivamente en sus países y les traigan todo tipo de problemas y desórdenes. El discurso del Papa se parece, en esto como en tantos otros temas, al discurso de los dirigentes europeos que odedecen las consignas de los que buscan arrasar Europa mediante un tsunami migratorio que haga irreversible la pérdida de la cultura europea y las identidades milenarias de sus pueblos autóctonos.

El Papa también exhortó a los habitantes de la isla, inundados por las continuas llegadas de los ilegales africanos, a “preservar en su solidaridad humana y cristiana”. Los invitó a rezar par “tener un corazón puro que abraza a los inmigrantes”. Y añadió: “Dios os juzgará sobre la manera con la cual habréis tratado a los más necesitados”.

El mensaje para los europeos es claro: “Abrid vuestras fronteras a todos los inmigrantes del mundo, en particular a los africanos. Tenéis que tomar conciencia de vuestra responsabilidad y de vuestro deber de acoger a estos refugiados”.

Acerca de las consecuencias de esta exigida generosidad que recae (no exclusivamente pero si preferentemente) sobre las espaldas de los más desfavorecidos de nuestras sociedades supuestamente opulenteas, el Papa no quiso obviamente decir una sola palabra. Con desear el bien en el mundo para todos y todas y que llueva café en el campo, ya ha cumplido con su tarea. Los inmigrantes, por su parte, no parecen que deban tener ninguna responsabilidad en lo que hacen ni deber para con nadie. Estos existen y están aquí para que otros se hagan cargo de sus necesidades sin nunca tomar sus propias responsabilidades en mano. En definitiva: unos menores de edad a perpetuidad que los europeos deben adoptar, cuidar, alimentar y proteger.

Pero conviene hacer unas puntualizaciones. En primer lugar no se trata de refugiados perseguidos (en la gran mayoría de los casos), sino de colonos clandestinos. No es que tratan de escapar de alguna situación de violencia o peligro o buscan mejorar sus condiciones económicas de vida (que muchas veces si), es que nos están colonizando, y encima con nuestra complacencia y nuestros recursos. Estamos pagando nuestra propia destrucción. Ahora lo hacemos con dinero y medios materiales, mañana será con sangre y con la pérdida de nuestro lugar bajo el sol.

El discurso del Papa es una incitación a la invasión migratoria de Europa, y eso en nombre de la caridad cristiana. Es igualmente una empresa de culpabilización de los europeos, lo que es una injusticia flagrante. En efecto, pues resulta que sólo es en Europa donde los nativos se muestran tan generosos (peligrosa e inconscientemente generosos) con los inmigrantes y demás refugiados, al punto que no se expulsa prácticamente a ninguno de estos ilegales y apenas si se le ponen trabas para que no nos invadan.

Las palabras del Papa reflejan por otra parte lo que piensan tanto la jerarquía católica y la clase política y mediática inmigracionista, a las cuales les importan muy poco las poblaciones europeas originales, sobre todos las clases populares que padecen esta colonización de su tierra. Esta ideología, que es en realidad una supuesta caridad, es responsable de los dramas que generan a diario esta inmigración masiva a costa de las poblaciones autóctonas y de enventuales guerras que sin duda provocará esta colonización incontrolable.

El ejemplo que ha dado esta alta autoridad que es el Papa es lamentable. Pero hay algo más grave aún y además cargado de simbolismo: son sus palabras de una ingenuidad y un angelismo increíble ante el islam: “Deseo dirigirme en pensamiento hacia los queridos inmigrantes que empienzan el ramadán, deseándoles abundantes frutos espiritules. La Iglesia está cerca de vosotros en la búsquedad de una vida más digna para vosotros y vuestras familias”.

Con esas palabras el Papa incita, ni más ni menos, a esta religión/ideología intrusa y extraña a acentuar su empresa invasora de Europa. Eso en el momento mismo en que los últimos cristianos de Orente están siendo perseguidos, oprimidos o expulsados de casi todos los países musulmanes, ante el silencio culpable o los hipócritas lloriqueos de rigor de un Vaticano más preocupados de los derechos de los homosexuales o de multiplicar los gestos de simpatía y hasta de sumisión a musulmanes (y a judíos y hasta a masones) que de velar por sus ovejas degolladas. En los medios islámicos algunos deben reirse bastante ante tales muestras de estúpida debilidad, tanto intelectual como doctrinaria.

En todo caso, esto aclara las cosas y las hace comprensibles más allá de toda duda: la Iglesia se ha convertido en un agente principal de la colonización y la islamizacion de Europa. Algún dia tendrá que responder por ello.

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