No pasa una semana sin que la prensa o los medios audiovisuales del sistema propaguen sermones antirracistas, en la forma de gruesos dossiers o retransmisiones especiales, con el objetivo de sacar a relucir, de denunciar, de contradecir al enemigo principal, el supuesto racista y al pecado capital, el racismo. La similitud es llamativa en los discursos de anatema teológica. La teología antirracista procede en dos tiempos: 1) se demoniza al enemigo gracias a los argumentos afectados del pensamiento mágico, acompañado de imperativos morales de tipo monoteísta o kantiana (monoteísmo laicista que reposa sobre la creencia en una ética universal). 2) se intenta demostrar la "Verdad del antirracismo", a través de argumentos "científicos", es decir, parateológicos, en los cuales la mayor parte es: "las diferencias raciales no poseen significación alguna". Con un cierto número de dogmas secundarios: "la excesiva criminalidad de los inmigrantes (que no se puede negar, como siempre...) no se explica más que por la exclusión racista y/o por causas económicas"; "la sociedad multirracial, es el futuro, ello funciona" Y otros dogmas. Pero habitualmente, los lapsus se deslizan entre las verdaderas intenciones. Los guardianes de la religión dominan mal su propia gnosis.
Todas las estadísticas indican que las opiniones y las actitudes racistas de los europeos hacia los inmigrantes de color no progresan y se percibe un ligero descenso. Este hecho es por otro lado muy revelador respecto de que el racismo anti-europeo de los jóvenes inmigrantes no cesa de crecer.
Este hecho se explica por dos razones: en primer lugar su frustración social hacia los "blancos", a quienes ellos atribuyen falsamente e hipócritamente discriminación y exclusión. Segunda razón: una actitud más o menos consciente de venganza y de conquista, que los conduce a actitudes arrogantes e incluso violentas y conquistadoras hacia los autóctonos europeos. Hace falta ver en ello un complejo de inferioridad compensado.
Este racismo anti-europeo abierto y declarado adquiere múltiples formas que van desde las vejaciones a los asesinatos gratuitos, hasta las letras de los grupos de rap, pasando por los conocidos "incivismos", las agresiones, las presiones por expulsar a los europeos de las ciudades-territorio, etc. Este resentimiento complejo y psicopático emana principalmente de la gente de menos de 25 años, los inmigrantes de las primeras generaciones no compartían de ningún modo este racismo. Este "odio", para usar el título del desafortunado film de Matthieu Kassowitz, no se ejerce solamente hacia la cáscara del Estado francés, en especial los policías. Los medios se burlan de los "crímenes racistas" de los franceses de origen contra los afromagrebís - que lo son raras veces, sino que son el resultado de actos de defensa -no se atribuye jamás al racismo anti-europeo los asesinatos gratuitos de jóvenes blancos, quienes, en 1999 se elevaron a una veintena, según las cifras más discretas del ministerio de interior.
Los medios en general han cubierto de silencio el suceso siguiente, informado solamente por Figaro en dos miserables columnas en la página 29. El 30 de enero de 1999, una decena de gamberros magrebís y negros, de edades comprendidas entre los 11 y los 16 años, en Grigny (Essonne) violaron a una colegiala de 15 años en varias ocasiones en un cubo de basura local. Su motivación, recogido por un inspector de policía, es todo un programa " ella era la única "bactou (blanca) del grupo ". Según la policía " la violación ha tenido lugar de un modo particularmente bestial". Le Figaro especifica: " No contentos de su delito o de repente conscientes de la gravedad de su acto, algunos instantes luego del retorno de la víctima a la casa de su familia, uno de los violadores profirió amenazas de represalias en el caso de que fuese materializada alguna queja ". Este tipo de violación racial ritual es cada vez más frecuente. Se han registrado muchos, en pleno París y en el metro, al margen de las manifestaciones del invierno de 1999. Violar a una "bactou", una mujer blanca, es una forma de rito de iniciación; del mismo modo que golpear a los jóvenes blancos, una suerte de batida.
* * *
Las series de televisión participan directamente de la propaganda antirracista, es decir, quieren hacer pasar a los franceses de origen como afectados, como se ha visto más arriba, de "pecado original", de odio racial y los afromagrebís como los mártires del racismo de los primeros. Y es que es evidente que el racismo no puede ser más que blanco. Los otros sólo se defienden, incluso si tienen "odio". Se trata entonces, como en toda propaganda de esencia totalitaria, de invertir escrupulosamente los términos de la realidad.
En el episodio de Julie Lescaut, Crédit Revolver (1994), varias veces reemitido por TF1 y escrito por José Dayan, la propaganda descerebrante está tan bien engrasado como El Judío Süss, la célebre película financiada por el Dr. Goebbels: un panadero franchute y barrigudo, que detesta a los "bronceados", uno de esos pequeños blancos, pequeños comerciantes despreciado por la clase intelectual-mediática, es el amigo del teniente de alcalde, un tal Lefranc (el nombre no ha sido escogido al azar), quien dirige un partido sedicioso y fascista, la "Unión por Francia". Evidentemente. El panadero empuña su arma todo el tiempo para amenazar a los amables y simpáticos jóvenes inmigrantes inocentes e incomprendidos. El teniente de alcalde, el también, es un cobarde y un canalla, ya que se hace elegir gracias a los votos de la "Unión por Francia". Lefranc se rebela. Bien entendido, es un asesino abominable desenmascarado por Julie Lescaut. El objetivo de este telefilm, como de tantos otros, es claro: trata de persuadir a los telespectadores que los bastardos, los culpables, son los "Lefranc" incluso si ellos son todos los días víctimas de la violencia de los inmigrantes. Se trata de exorcizar la realidad. La tele, en sus "ficciones" como en sus noticiarios reestablecen y construyen una realidad virtual, correcta, conforme a la ideología hegemónica, e intenta hacer olvidar el mundo real, culpabilizar toda revuelta popular contra los dramas cotidianos de la inmigración-colonización. El filme Train d'Enfer con Roger Hanin, también se centra en una culpabilización fascista del "pequeño blanco", y no pretende otro objetivo. Todas estas producciones de propaganda sin talento, en el que el objetivo es el aturdimiento mental de las clases populares, son en realidad la obra de los productores, de los escenaristas y de actores que son premiados, y que viven en los bellos barrios y que jamás en su vida se han cruzado una banda étnica ni puesto sus pies en una "cité".
No es un azar si la redifusión de Crédit Revolver ha sido programado el 15 de julio de 1999, el día después de múltiples altercados y agresiones causados por los "jóvenes" durante la tarde del 15 de julio. Esto se supone que lo hará olvidar. Pero una consecuencia imprevista de esta propaganda catódica virtuosa, es que excita y fortifica el resentimiento de los telespectadores de origen inmigrante. Y ese riesgo (el de tomarlos por imbéciles, despreciarlos por unos tontos culpabilizadores) torna realmente racista al susodicho "pequeño-blanco". Sin saberlo (¿), la clase intelo-mediática, por su propaganda que ellos denominan "integracionista" fortalece la fractura étnica.
Sobre todo, si buscan la guerra civil, lo están consiguiendo. No es seguro que la vayan a ganar. Esta gente debería repetirse el viejo proverbio: quien siembra vientos recoge tempestades.