¿Sobre qué se ha debatido esta semana en la quinta ronda de negociaciones sobre el Tratado Comercial entre EEUU y la UE? ¿Quiénes forman parte del grupo de expertos que las dirigen? ¿En qué consiste este proyecto de acuerdo cifrado bajo las siglas TTIP? El politólogo francés Sami Naïr, exasesor del gobierno de Lionel Jospin y europarlamentario entre 1999 y 2004, ha intentado seguir de cerca el desarrollo de este acuerdo “llamado a cambiar el curso de la historia europea, marcando el fin de un ciclo”. Sin embargo, reconoce afligido que no ha logrado obtener respuestas. ¿Por qué?
“Las negociaciones se están llevando a cabo con mucho secretismo. Los acuerdos no se están haciendo públicos y los nombres del grupo de expertos europeos que están tratando el tema permanecen en el anonimato. En Francia, por ejemplo, el Senado ha instado formalmente para que se informe sobre esta cuestión, pero el Gobierno no ha hecho ni caso. La opacidad es tremenda y verdaderamente excepcional, lo cual es muy grave porque este acuerdo será decisivo en la geopolítica mundial”, lamenta el catedrático, que recientemente ha publicado El desengaño europeo (Galaxia Gutenberg). Si este acuerdo se adopta, asegura en una entrevista a El Confidencial,“Europa, como proyecto social, económico, político y cultural está acabada”.
El denominado Acuerdo de Libre Comercio e Inversiones (TTIP, por sus siglas en inglés) ha pasado prácticamente desapercibido en la campaña de las elecciones europeas, tanto a derecha como a izquierda. El debate es prácticamente inexistente y una de las pocas tentativas de acercarlo a la opinión pública quedó sepultada hace unos días en el Parlamento cuando PP y PSOE rechazaron la moción de Izquierda Plural de someter el TTIP a referéndum.
Sus defensores argumentan que el acuerdo sería beneficioso para el crecimiento económico, aumentaría la libertad económica y fomentaría la creación de empleo. En cambio, para los críticos, el tratado aumentaría el poder de las grandes empresas y desregularizaría los mercados de una forma sin precedentes, al tiempo que los gobiernos tendrían muchos problemas para legislar en beneficio de sus ciudadanos y se limitaría el poder de los sindicatos en favor de los empresarios.
Una discusión clasificada como “confidencial”
El diputado Alberto Garzón denunciaba que “no se conocen detalles concretos de las negociaciones y sólo algunos documentos filtrados desde las propias instancias europeas han permitido ir desgranando los pilares del futuro acuerdo”. En un documento divulgativo respaldado por su formación, “con el que pretendemos romper el bloqueo informativo sobre el TLC”, Garzón criticaba que “el negociador principal de la parte europea [el español Ignacio García Bercero] reconoció en una carta pública que todos los documentos relacionados con las negociaciones estarían cerrados al públicodurante al menos treinta años”.
Sami Naïr. (EFE)Concretamente, añade el diputado, “aseguró que esta negociación sería una excepción a la Regla 1049/2001 que establece que todos los documentos de las instituciones europeas han de ser públicos. Asimismo, el comisario De Guchtaseguró en el Parlamento Europeo que la negociación del TLC debía tener grado de confidencialidad y negó la función de negociación al Parlamento, lo que supone un ataque más a la ya escasa democracia en el seno de la Unión Europea”.
Para Sami Naïr, que resume las consecuencias del tratado en “la desaparición de todas las políticas comunes existentes en el seno de la UE”, las razones del supuesto secretismo en torno al tratado son varias, pero destaca principalmente una: el miedo al rechazo de la ciudadanía. “Los promotores del acuerdo son conscientes de los temores de la opinión pública al impacto que éste tendrá en el modelo social europeo. La única contraofensiva mediática que proponen es la de seguir una estrategia de información consistente en recurrir a un leguaje técnico para evitar la polémica y de este modo desalentar la encuesta pública”, sospecha el expolítico francés. “Se trata de una estrategia consciente de desinformación, no digo que quieran engañar a la gente, pero lo que caracteriza a esta estrategia es contar lo menos posible y cuanto menos claro mejor”.
Evitar el debate para contener el rechazo social
En la memoria de los “lobbies y tecnócratas” que promueven el acuerdo resuenan los ecos del rechazo ciudadano en los países donde se realizaron referéndums vinculantes sobre la Constitución Europea, como Francia, Holanda o Irlanda (en primera instancia). Un fracaso que tuvo que corregirse mediante la sustitución del proyecto de la carta magna europea por el Tratado de Lisboa, ratificado directamente por los representantes de los Estados miembros de la UE.
“Si la opinión pública toma conciencia de lo que se trama, podemos estar seguros de que saltarán chispas”, advierte. De hecho, el TTIP no es más que un intento de restituir el viejo Acuerdo Trasatlántico, que data de 1995. Un proyecto que tuvo que ser descartado por el fuerte rechazo social a ambas partes del Atlántico, y que fue el germen del denominado movimiento antiglobalización. “No quieren que se vuelvan a repetir protestas como la famosa Batalla de Seattle (con motivo de la cumbre de la OMC que tuvo lugar en esta ciudad norteamericana en diciembre de 1999). Un riesgo que ahora es mayor porque se trata del mismo proyecto de 1995 pero ampliado, pues concierne a todo el paquete de relaciones comerciales entre EEUU y la UE”.
La industria del automóvil, la farmacéutica, el sector financiero o el agrario serán los que se vean más directamente afectados, según ha denunciado una coalición paneuropea conformada por 120 organizaciones. Según su manifiesto, el TTIP “busca la eliminación y armonización a la baja de normas sociales, laborales y ambientales que aún por el momento son garantes de la protección y de los derechos de las poblaciones y del medioambiente. Si se permite que este tratado comercial se firme será la mayor transferencia de poder al capital que hemos visto en generaciones”.
Grupo de trabajo de la última ronda de negociaciones del TTIP. (Twitter: @EU_TTIP_team)
El Parlamento, con las manos atadas
Naïr dice estar seguro de que un grupo considerable de europarlamentarios plantarán cara cuando se trate de aprobar el acuerdo, si bien reconoce que“no pueden hacer nada más que denunciarlo porque no tienen poder para más”. Por otra parte, y ante una incipiente movilización de la sociedad civil que ha asomado estos días de la mano de protestas en Bruselas, el politólogo vaticina que el acuerdo se irá aprobando por fases.
“Ningún Gobierno europeo va a renunciar de un día para otro, por ejemplo, a las subvenciones de la Política Agraria Común (PAC), pero sí si esto se hace mediante un plan regresivo de varios años”, vaticina. Para Naïr, “la desaparición del mercado único europeo o la modificación de sus estructuras para adaptarlas a las normas comerciales norteamericanas” se producirá de forma progresiva, extendiéndose, posiblemente, a lo largo de toda una década.
“Estoy seguro de que van a alargar lo máximo posible las negociaciones para enfriar el debate público, al igual que se están esperando que pasen las elecciones europeas para adoptar nuevas medidas de ajuste estructural que significarán otra vuelta de tuerca en la regresión social”, asegura. Unas decisiones, añade, tanto o más drásticas como las tomadas hasta ahora bajo el paraguas de las políticas de austeridad, pues “el objetivo es privatizar todos los servicios públicos y acabar con el concepto de interés general para americanizar Europa”.
El desafío europeo
Las incógnitas respecto al futuro inmediato de la UE, ya no sólo debido al acuerdo trasatlántico, sino a la crisis del euro y a las “recetas dedesmantelamiento del estado de bienestar”, son cada vez menos esperanzadoras. Para este europeísta convencido, y optimista por naturaleza, la única forma de salvar la construcción europea pasa por una renegociación conjunta tanto del sistema institucional como del económico.
Más de 120 organizaciones sociales han firmado un manifiesto conjunto contra el TTIP.
Este gran desafío europeo pasa, según el ex político galo, “por la construcción de políticas comunes de protección de los servicios públicos, de construcción de un interés general europeo, de protección de las identidades nacionales, de respeto a la soberanía popular, de democracia y de creación, a largo plazo, de una verdadera República europea”.
Unas medidas que, según reconoce, “desde luego que no forman parte del camino elegido por las instituciones y los gobiernos actuales de Europa”. Sin embargo, Naïr deposita todas sus esperanzas en “los pueblos, quienes por cultura y tradición de lucha, quieren el bienestar social y la paz, y acabarán por imponerla”.
Fuente El Confidencial.com