La construcción europea es un tanteo. Como si los europeos sentían inconscientemente, en las desgracias de la historia, después de dos guerras civiles a asesinas, si deben reagruparse para sobrevivir. Y de nuevo adoptar por fin el modelo imperial-federal fundado sobre los países de afecto y la orden suprema, el Águila.
Pero desgraciadamente, a esta línea dramatúrgica subterránea y, digamos jungiana, se superponen instituciones y comportamientos políticos concretos muy decepcionantes. La Unión Europea (que hay que sostener, porque no hay otra elección posible, porque el concepto jacobino de Nación es sólo una Línea Maginot ridícula, porque somos el mismo Pueblo) cede evidentemente también a los errores y a las cegueras de la ideología dominante. No percibe la amenaza, no tiene el sentido del enemigo. No hay que querer a la Gran Patria en construcción avanzar sonámbula y a ciegas. Simplemente hay que recordarle las amenazas que ignora. Tal como se suplica una mujer que se ama el que se convierta en prostituta.
LA AMENAZA DEMOGRÁFICA Y GEOPOLÍTICA DE ÁFRICA DEL NORTE
A esta colonización de población, alimentada desde el interior por la alta tasa de natalidad de los emigrantes, se añade otra amenaza demográfica que podrá sólo reforzar tal colonización y, eventualmente, dar lugar a acontecimientos dramáticos. Hablando de su país, el diputado griego Constantin Stephanilis, declaraba en mayo de 1999: "Grecia comprende hoy que con su demografía débil, será en el siglo XXI un país pequeño de viejos y de ricos rodeado por un océano de jóvenes y de pobres. Dentro de 10 años, los griegos serán siempre 10 millones sin duda con un nivel de vida occidental, pero los turcos serán entonces 80 millones. Tendremos 10 millones de ricos rodeados por 100 millones de pobres, más o menos todo musulmanes. Eso es el verdadero problema de Grecia de hoy".
Lo que vale para Grecia vale también para el conjunto de Europa, pero a escala más grande. No sólo estamos invadidos por el interior, sino que estamos rodeados de países jóvenes y prolijos que nos ansían.
Allí todavía la demografía, la única ciencia social exacta, es ineludible: cada año nacen en la orilla meridional del Mediterráneo, más niños que en Europa.
Un polvorín geopolítico superior está naciendo en el Mediterráneo. Esta región corre peligro de hacerse, como Cachemira, el teatro de enfrentamientos susceptibles de conducir a la Tercera Guerra Mundial y de suscitar la intervención de los Estados Unidos. Europa occidental envejecida, con una débil tasa de natalidad autóctona, sin renovación de las generaciones europeas, ante la presencia masiva sobre su suelo de mareas de musulmanas que, por su parte, renuevan y enriquecen sus generaciones (por nuevas llegadas y por natalidad interna) hará frente, a una hora de avión, al otro lado del Mediterráneo, en países musulmanes árabes pobres y jóvenes, siempre en auge demográfico y que gozan en Europa de cabezas de puente importantes. Es la adición del salitre y de sufre. Esta ecuación de segundo grado ciertamente no será igual a cero, como se quiere hacérnoslo creer.
No desembocará en una "cooperación aumentada política y económica", como los partidos políticos se la imaginan. Puede acabar sólo en crisis, conflicto y guerra.
La Historia avanza zigzagueando y nadie, cinco años antes, había previsto el hundimiento del comunismo, la caída del Muro, la reunificación alemana, el estallido de Checoslovaquia y de Yugoslavia, el nuevo conflicto balcánico y la agresión de USA bajo la cobertura de la OTAN contra Serbia. Es por eso que, apartar de golpe la hipótesis a medio plazo de un conflicto grave y abierto entre Europa y los países musulmanes agresores relevo de la ceguera histórica para no decir más.
Países jóvenes y pobres, acomplejados hacia los europeos, armados con el resentimiento de la colonización siempre muy a flor de piel, estructuralmente son los enemigos de Europa; se sienten y se invisten como tales, aun cuando todavía no lo formulan por mera táctica, con el fin de gozar mientras lo máximo posible de sus donaciones innumerables y financieras. Los europeos, por su parte, pavos de la farsa, se consideran los grandes amigos de los países musulmanes árabes, cuyos habitantes les colonizan. No olvidemos que el difunto presidente argelino Houari Boumedienne, cuyo ministro de los Asuntos Exteriores, Bouteflika, es el jefe actual de Estado argelino, abiertamente había formulado la idea de que los países musulmanes árabes debían a su vez colonizar Europa particularmente Francia, después de haber expulsado a los colonizadores europeos.
Esta colonización se produce "por lo bajo"; se funda sobre la aportación demográfica y no sobre la dominación política y militar. Tal como lo vimos antes, es "suave" y aspira a ser primeramente, no violenta. Pero, en un segundo lugar, esta colonización puede volverse dura y las masas árabo-musulmanes podrán pedirles la ayuda a sus Estados hermanos en el norte de África, en caso de guerra civil étnica en Europa, a sus madres-patrias a las que no olvidaron.
LA POSIBILIDAD DE UN CONDOMINIO AMERICANO-ISLÁMICO SOBRE EUROPA
Nuestra colonización sirve a los intereses norteamericanos. Los Estados Unidos, que son el "adversario principal" de Europa mientras que el Sur y el Islam son los "enemigos principales", mientras jueguen evidentemente a fondo la carta de la colonización de población y de la islamización de nuestro continente. Desde hace tiempo, la estrategia americana muy pertinente de su punto de vista, consistió en evacuar a los europeos de África y de Asia para reemplazarlos y animar el nacimiento de un calidoscopio étnico afroasiático en Europa.
Durante la guerra de Argelia, los EEUU apoyaron al FLN. En África francófona, como recientemente en Zaire, combatieron, incluso militarmente, la presencia francesa y belga. Con el fin de apropiarse el subsuelo minero y del uranio. En África negra, financian y animan el retroceso de la francofonía. En Argelia, sostienen la política de arabización que pretende eliminar al francés e instaurar el inglés como la primera lengua extranjera. Ayudados por sus cómplices ingleses, persuadieron a todos los gobiernos argelinos sucesivos para que concedieran a los anglosajones el monopolio de las explotaciones petrolíferas y gasísticas del Sáhara. Los terroristas islámicos jamás inquietaron a las sociedades y a los ciudadanos americanos presentes por Argelia. En Afganistán, la CIA armó a los islamistas contra los rusos.
Por supuesto, hay tensiones entre el Islam y los EEUU. Los asuntos de Irán lo demuestran. Pero globalmente, América juega la carta del Islam para debilitar Europa y el Islam la de América con la misma intención. Es la estrategia de los ladrones de feria, los competidores que se unen por abajo contra un adversario común, lo que se llama la "coopétition" (cooperación-competición).
El Islam tiene interés en la benevolencia americana para colonizar Europa. América anima a su protegido fundamentalista, Arabia Saudita, a financiar mezquitas y asociaciones en Europa (¡actividad prohibida en América!) gracias a las regalías petroleras. La guerra de Kosovo es un caso de verdadero manual. El objetivo geopolítico americano era doble: ayudar a la implantación en Europa de dos Estados islámicos, Bosnia y Kosovo, y generar un desacuerdo y un resentimiento entre europeos del oeste (esclaviza a la OTAN comprometiéndola en los bombardeos de Serbia) y eslavos ortodoxos, todo ello para impedir el nacimiento de una Gran Europa, pesadilla geopolítica para América talasocrática.
Antaño, tal como lo había formulado, Europa dividida y ocupada se enfrentaba al "condominio americano-soviético". ¡Mañana, esto puede ser peor! Veremos posiblemente el condominio americano-islámico. Es así como lo teme con razón Alexandre del Valle en su notable ensayo Islamismo y Estados Unidos, la alianza contra Europa (Éditions L'Age d'Homme), el interés de América es una islamización de Europa, una presencia cada vez más fuerte afromagrebí y asiática sobre nuestro continente. Europa peninsular otanizada, islamizada y separada de los eslavos y los rusos ¿no es la mejor manera para EEUU de encadenar a Gulliver, de paralizar al gigante?
Además, no es despreciable para los estrategas económicos americanos saber que la inmigración masiva es un lastre para nuestro dinamismo económico. La colonización de población de Europa por el Tercer Tercero sirve los intereses económicos americanos, con el mismo título que el laxismo librecambista de la Comisión de Bruselas.
En la hipótesis de un conflicto entre Europa y países árabo-musulmanes, una guerra civil étnica en Europa sería el pretexto para que los estadounidenses se apresuraran a intervenir como "mediadores", esto es como prescriptores. Imaginemos una guerra étnica en Provenza en una decena de años, lo que no es imposible, dado que ya comienza de manera rampante, como en otras regiones del Hexágono.
La historia no se repite exactamente de la misma manera, sino es muy posible que los Estados Unidos "se" "interpondrían" tal como lo hicieron en Serbia. Para "restablecer la paz", evidentemente. El condominio americano-islámico caería entonces como una capa de plomo, como una noche larga sobre Francia y Europa
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Cuando los clandestinos se hacen inexpulsables. La Colonización de Europa
Como en Italia en 1998, donde, siguiendo el mal ejemplo de Francia, se procedió a una ola de regularizaciones, para " tener la paz con los ilegales" (siempre la política del avestruz), las regularizaciones (ilegales y derogatorias) de clandestinos tienen como resultado siempre animar nuevas llegadas de más ilegales.
Por otra parte, las regularizaciones hacen descender el número de las expulsiones legales. ¿No es más barato a corto plazo de regularizar que encarcelar? ¿para qué expulsar por avión con lo que cuesta? ¿Np es menor dejar correr al clandestino? Tras el asunto de los "ilegales de San Bernardo", donde los clandestinos habían ocupado una iglesia parisina con acuerdo del párroco, que había conmocionado a los medios de comunicación, tras algunos desalojos tumultuarios, combinados con detenciones de delincuentes clandestinos multirreincidentes que habían sorprendido a la conciencia de los defensores de los derechos humanos en Francia, en Bélgica, en Austria, podemos decir en lo sucesivo que no sólo los europeos no se atreven ya a aplicar sus propias leyes, muy laxistas por otra parte, o el control sobre las fronteras, sino que tampoco se atreven a expulsar a la casi totalidad de los bres colonos venidos del Tercer Mundo, ¿verdad?
clandestinos. ¿Aplicar la ley es "inhumano", sabe usted? La ley, la democracia, la voluntad del pueblo quedan burladas, evidentemente, pero estamos acostumbrados, ya que se emplean precisamente para "cambiar de pueblo".
Tras las regularizaciones de junio de 1997, las expulsiones en la frontera de ilegales o de extranjeros delincuentes, como medidas de alejamiento, disminuyeron del 40 % en los doce meses siguientes. En 1996, 43.861 sentencias de expulsión han sido pronunciadas por la justicia y 12.330 cumplidas de facto, es decir, apenas un 28 %. En 1997 y 1998, la cifra de las expulsiones efectivas se hundió, cayendo a 7.200 según el Ministerio del Interior. El índice de ejecución de sentencias quedó en torno al 25%, por tanto la administración y la justicia "ya no se atreven a ejecutar sentencias de expulsión". No podemos expulsar a los po
Chevènement dio instrucciones precisas a los prefectos a finales de 1998 para que "sin papeles" no fueran inquietados ni siquiera cuando estuvieran en posesión de una convocatoria administrativa para examinar su petición de regularización. Incluso si se trata de delincuentes. Cuanta clemencia... Los múltiples recursos jurídicos de los "sin papeles" amenazados por una despedida en la frontera, son reforzados y ayudados por los medios de comunicación, por sus abogados, por las asociaciones, se benefician de plazos demasiado cortos de retención administrativa, negándose con frecuencia a confesar su nacionalidad, apoyados también por la conmiseración de jueces de izquierda, por la negativa de los pilotos a embarcarlos a la menor crisis simulada de nervio, todo lo cual contribuye a hacerlos inexpulsables de hecho..
Sin cesar se conceden moratorias que Le Monde califica de "prácticas generosas" con las que se obsequia a todos los que empiezan una huelga de hambre, o fundan "colectivos", ayudados por curas y por militantes trotskistas. Empieza entonces un "recurso jerárquico", al término del cual el 80% salen regularizados sin importar que se trate de delincuentes multireincidentes. Especialmente si son africanos o magrebíes, pero no polacos o serbios.
Actualmente, la mayoría de los extranjeros presentes en los centros de retención son clandestinos recién salidos de prisión. Pasando el plazo legal de detención, serán puestos en libertad en territorio francés. La camarilla inmigracionista se subleva contra la "doble pena" (aplicada, sin embargo, en todos los países del mundo) y conforme al derecho internacional público y al principio de las nacionalidades inscrito en la Carta de la ONU: un extranjero condenado, tras salid de prisión al término de su condena inmediatamente pasa a ser expulsable. Esta regla se aplica a todos los europeos condenados en otros continentes y es objeto de acuerdos de reciprocidad, pero no es aplicable en Francia, el "país de los derechos humanos". Pagamos caro este eslogan revolucionario estúpido y pronunciado entonces de manera completamente abstractamente y gratuita: "todo hombre tiene dos patrias, la suya y Francia".
Los medios de comunicación, con Le Monde, Libération, Franc 2 a la cabeza cuentan sin cesar las historias edificantes de estas falsas víctimas, perseguidas por el moloch de una administración y de una policía supuestamente racistas. Sin evocar jamás su inexpulsabilidad de hecho. Un delincuente extranjero clandestino expulsable arrestado por la pólice estará mucho más protegido por camarillas diversas y asociaciones que el francés de origen que no pagó sus tasas, arrestado, en un aeropuerto. ¡Además, las pocas expulsiones en la frontera (¡hasta no el 10 % de las nuevas llegadas de clandestinos!), no son eficaces: los colonos expulsados vuelven menos de un año después, tal como muestran las estadísticas de las condenas del Ministerio de la Justicia, donde la proporción de los "resucitados" es impresionante.* * *
Observaremos la organización por los inmigrados mismos de "colectivos de sin papeles", a partir de 1998, que no vacilan en desafiar abiertamente el estado de derecho y ocupar por la fuerza edificios civiles. Se imponen, provocan, colonizan jugando sobre los buenos sentimientos, sobre la piedad de las poblaciones europeas. "No somos unos flujos migratorios, tenemos cada uno nuestra vida y nuestra historia", dice una de las octavillas del "tercer Colectivo".
En lo sucesivo, los clandestinos, advirtiendo la complicidad de sus colaboradores y la mansedumbre del Estado, pasarán a la ofensiva y abiertamente se burlarán de las leyes. Los inmigrados se organizan para imponer por la fuerza la presencia definitiva de los clandestinos, siempre en nombre de estos derechos humanos que tienen tan anchas las espaldas, evidentemente.
Quien podrá negar, después de todo eso, que no se trata de una colonización deseada e impuesta a los pueblos europeos.* * *
Y siempre, en la primera fila de los colaboradores encontramos a la jerarquía católica, que pone tanto ardor en desfigurar a la civilización europea como los primeros cristianos que destruyeron el patriotismo romano; pero también, hombro con hombre, encontramos a los Verdes, estos pseudosecologistas.
Los Verdes no se interesan por la lucha contra la polución: ciertamente prefieren las centrales térmicas o de fuel-oil a las centrales nucleares, pero su principal proyecto político en Europa es la apertura generalizada de fronteras a la inmigración, el "papeles para todos". En Alemania, obtuvieron en 1998 del gobierno del triste Schröder la naturalización casi automática, con derecho a la doble nacionalidad para los extranjeros instalados desde ocho años antes, reemplazando así el derecho de la sangre por la peligrosa fórmula francesa del derecho del suelo. "Los Verdes alemanes lamentan sobre todo, anota Jean-Paul Picaper en Le Figaro (16/11/1999), que los socialistas limiten la inmigración".
En materia de etnomasoquismo y en materia de colaboración con los colonizadores de Europa, los Verdes alemanes son los mejores. Pero gracias al trotskista Cohn-Bendit, Dany le Rouge, repintado de verde, tiene émulos en toda Europa.
En el curso de la campaña para las elecciones europeas de 1999, la apertura de las fronteras a toda inmigración y la regularización de los clandestinos estaban en el centro de las exigencias de Cohn-Bendit, Nöel Mamère y Dominique Voynet, junto a las presiones que ejercían sobre Jospin y a su estrategia de "fascisación" del pobre Chevènement. El 10 % de proposiciones para defender el medio ambiente, el 90 % para defender a los inmigrados, el 0 % contra el paro y el empobrecimiento. Dominique Voynet, ministro de medio ambiente, dirigió un "llamamiento al sentido común" a su gobierno, publicando un comunicado que precisaba simplemente: "la regularización de sin papeles se hace cada día ineludible, por generosidad o por realismo".
Con esto todo está dicho. Generosidad y realismo; pseudoderechos humanos y fatalismo. El desciframiento semántico de este mensaje da: "todo clandestino que entra en Francia tiene el derecho a quedarse allí por el simple hecho de formular la petición; aunque esto contravenga a la ley y la viole". Este género de declaración no cae en oídos sordos. Esta debilidad de las autoridades hacia los clandestinos, estos lagrimeos de los medios de comunicación hacia sus "desgracias", estas ayudas humanitarias aportadas gratuitamente a los "sin papeles", mientras son negadas a los europeos de origen en la miseria, constituyen para los candidatos a la entrada a Europa un estímulo poderoso.
Por todas partes en el Tercer Mundo, se están pasando la consigna: "Los europeos no se defienden, les damos lástima, no se atreven a expulsarnos, podemos ir pues a su casa ilegalmente sin gran riesgo". Siempre en la historia, una falta global de firmeza y de virilidad atrajo las agresiones y las invasiones.
Sobre todo de poblaciones que, por razones etno-culturales respetan sobre todo el lenguaje de la fuerza y desprecian el de la conmiseración